120° Asamblea Plenaria
Casa de Retiros “El Cenáculo”
Homilía predicada por Monseñor Oscar V. Ojea, Obispo de San Isidro y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en la Misa de Apertura
«Hay un contexto reticente al diálogo y afecto al monólogo»
En su primera Encíclica, Ecclesiam Suam, San Pablo VI plantea la relación de Dios con la humanidad como un diálogo que comienza con el diálogo de la creación.
Existimos desde un diálogo. La palabra “hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza” Gn. 1,26, nos hace entrar como seres humanos en una dimensión relacional a imagen de la Trinidad que se expresará en un diálogo con Dios, con los demás y con nosotros mismos y que se sostendrá durante toda la vida.
Ese diálogo continúa con el diálogo de la Encarnación por el cual Dios mismo se une a nuestra naturaleza de un modo indisoluble y luego se prolonga a través de la Iglesia hasta el fin de los tiempos.
“Antes de convertirlo, más aun, para convertirlo, el mundo necesita que nos acerquemos a Él y le hablemos… (con todo respeto, con toda solicitud, con todo amor), para comprenderlo, para ofrecerle los dones de la Verdad y de la Gracia de los que Cristo nos ha hecho depositarios. Para comunicarle nuestra maravillosa suerte de redención y de esperanza”.
Tenemos profundamente grabadas en nuestro espíritu aquellas palabras de Cristo que humilde pero tenazmente quisiéramos apropiarnos: no envió Dios a su hijo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él. Jn 3,17 (ES 34)
Más adelante en la misma carta pone cuatro características necesarias para el diálogo: este debe ser claro, confiado, sencillo y prudente.
- claro, es decir, sin ambigüedades y sin traicionar la identidad de quien se expresa con sinceridad.
- confiado en la posibilidad que mi palabra sea escuchada por el otro y pueda modificar en algo su visión y al mismo tiempo abierto a que yo también pueda cambiar por la escucha del otro.
- sencillo, es decir, sin vueltas, capaz de pasar no solo por la mente sino por el corazón y alejado de toda violencia o descalificación.
- Prudente, es decir, buscando adaptar mi escucha y mi lenguaje a la edad o a la condición de mi interlocutor.
Sin embargo, muchas veces este diálogo fracasa o se hace imposible llevarlo adelante. La misma palabra de Dios en la liturgia de hoy nos da cuenta de diálogos que no fructifican.
El Libro de los Hechos nos trae el relato de Esteban en la antesala de su martirio, su testimonio no quiere ser comprendido por algunos miembros de una sinagoga y al no poder triunfar en la discusión, sobornan a algunos para que mientan y acusen a Esteban de blasfemar contra Dios y contra Moisés. Hoy diríamos: “arman una operación de prensa” y en poco tiempo instalan la mentira, excitan al pueblo y provocan el arresto de Esteban y la violencia que se seguirá con él.
En el texto del Evangelio, como aparece varias veces en el Evangelio de Juan, en una misma conversación y hablando del mismo tema Jesús se maneja en un nivel y las personas con las que dialoga en otro: “ustedes me buscan no porque vieron signos sino porque han comido pan hasta saciarse, trabajen no por el alimento perecedero” Jn 6,26
Él está hablando de la necesidad de la adhesión a su persona por la fe y ellos lo buscaban o para ser testigos de otros milagros o para convertirlo en rey temporal.
Sabemos que al final del capítulo sexto, el Señor estará a punto de quedarse solo, sin sus discípulos.
Encontramos hoy un contexto nacional y mundial reticente al diálogo y afecto al monólogo. En la escena nacional todo es controversial. La primacía de las emociones y las pasiones divide familias y amigos. En este clima se hace muy difícil pensar y escuchar.
Nos llenamos de rencores y nos alejamos unos de otros. Muchas veces elegimos el silencio en nuestros encuentros y preferimos por temor al conflicto, evadirnos con temas triviales, aunque es difícil encontrar algunos en los que no haya controversia.
Como telón de fondo en el plano internacional tenemos la realidad de la guerra y todas sus consecuencias humanitarias que pueden ir blindando nuestro corazón para sucesos tan tremendos como las muertes diarias de tantos, en especial la muerte de niños, la desesperación de los refugiados…
Todo esto unido al rápido enriquecimiento económico de algunos que lucran con las guerras y la venta de armas.
En todo este marco de inmensas dificultades el Magisterio de la Iglesia a través de Encíclica Fratelli Tutti que vamos a reflexionar mañana, nos invita porfiadamente, a reconstruir espacios de encuentro y de diálogo.
Hemos sido creados para el encuentro y la relación, no solo para estar conectados sino relacionados. “La vida no es tiempo que pasa sino tiempo de encuentro…” va a decirnos al hablarnos del buen Samaritano. FT 66.
El fundamento de la fraternidad es nuestra dignidad de hijos de Dios que necesita de reconocimiento. No puede haber fraternidad sin diálogo porque este es la expresión primera de la fraternidad. El Papa Francisco va a poner de relieve actitudes sencillas y cotidianas que crean la atmosfera de humanidad necesaria para el diálogo y para confirmarnos en nuestra vocación fraterna.
El individualismo hace que la agresividad crezca sobre todo en épocas de crisis. Sin embargo, hay quienes cultivan la amabilidad cuidando no herir, intentando aliviar el peso de la vida del otro, alentando en lugar de despreciar y humillar.
El amable deja a un lado sus ansiedades para sonreír y para generar un espacio de escucha, sabe pedir permiso, perdón y gracias.
Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo dialogar, para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo, me basta pensar que sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades. El dialogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, muchos más de lo que podamos darnos cuenta. FT 198
El diálogo es precisamente el corazón del proceso sinodal al que la Iglesia es convocada. En la última reunión de la Comisión Permanente a los obispos después de haber tenido un buen intercambio entre nosotros, nos pareció bien darnos un espacio en esta Plenaria para hacer nosotros un ejercicio de sinodalidad y responder a partir de nuestras visiones personales, nuestro parecer sobre cómo vamos haciendo nuestro camino común y que nos faltaría para estar a la altura de lo que la Iglesia hoy nos demanda como pastores.
La Conferencia Episcopal es una expresión dialogal de colegialidad y comunión. La misión pastoral de animar la vida del Pueblo de Dios en la Argentina se nos confía como Colegio en el sentido teológico del término, la Conferencia es nuestra expresión de colegialidad, nos reunimos para profundizar la comunión, para orar juntos que es la forma primera y fundamental de comunión y luego iniciar un diálogo, pero no cualquier diálogo porque nuestros diálogos tienen como objetivo el discernimiento de la voluntad de Dios para nuestro pueblo.
Tenemos la responsabilidad de dialogar para llegar juntos a la manifestación de algunos indicios del querer de Dios para nosotros, para su pueblo que peregrina en la Argentina.
Es una responsabilidad, pero sobre todo es una gracia para la que hay que disponerse y abrirse porque supone nuestra naturaleza y el Señor no es de avasallar libertades.
Le pedimos a la Virgen de Lujan, la patrona de nuestro pueblo argentino, que nos ilumine en estos días para enriquecernos con la diversidad de nuestras experiencias y miradas y alegrarnos pos descubrirnos nuevamente renovados en la gracia de la comunión fraterna.
† Oscar V. Ojea
Obispo de San Isidro
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina
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Buenos Aires (Pilar), lunes 2 de mayo de 2022.