El Padre Obispo Jorge Eduardo presidió la Solemne Vigilia Pascual desde el Santuario Basílica de Nuestra Señora de Luján, el sábado 16 de abril de 2022, junto al Equipo Sacerdotal del Santuario y muchas personas que se acercaron a la Casa de María de Luján para celebrar la Resurrección del Señorr.
El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía del padre Obispo Jorge Eduardo
Puede sucedernos a veces en la vida que nos cubra como una especie de nube oscura que va tomando la mente, el corazón. Una nube que nos hace ver la vida de una manera fatal. “Bueno, esto es así y va a ser así. Nada lo va a cambiar. Las cosas están determinadas que así sean. No va a haber nada nuevo. No va a haber cambio”. Es una nube que te va tomando y te va oscureciendo la vida, el fatalismo.
Y viene alguien y le dice a la persona “Reacciona, no es tan así”. Pero la persona está terca. Está obstinada. “Sí es así y va a ser así. Esto no lo cambia nada ni nadie”. Una especie de piñón fijo.
Imagínate si eso le pasa a una familia. Si no es un miembro de la familia el que vive así, sino toda una familia que está tomada por la fatalidad, por esa manera de entender la vida.
Imagínate si esa nube cae sobre un país, sobre una iglesia, sobre el mundo. Como decimos simpáticamente, “el último, apague la luz”.
¿Cómo se puede vivir así? ¿Cómo se vive en ese clima donde todo está determinado para que la cosa sea de muerte, sea final?
Los cuatro evangelios no nos cuentan cómo fue la Resurrección porque los evangelistas no quieren caer en armar un cuento fantástico.
Porque además, la Resurrección fue una experiencia de intimidad entre Jesús y el Padre, en el silencio de la tumba. Ahí se generó algo propio de Dios, de la intimidad de Dios. Eso es algo íntimo entre el Padre y el Hijo.
Lo que los Evangelios nos cuentan son las distintas reacciones que van teniendo los discípulos frente a los hechos pascuales.
Por ejemplo, hoy Lucas. El evangelista nos cuenta las reacciones que no fueron reacciones tan pascuales.
Las mujeres van a la tumba descreídas. Van con aceite, con perfume, porque van al rito que se hacía en aquel tiempo para que el cuerpo durara más, como que lo embalsamaban. Van a hacer eso. No van a encontrarse con el Resucitado. Van a ponerle el cuerpo aceite para que dure más.
Y se encuentran con dos hombres resplandecientes que les dicen algo muy importante, que después retomo.
Pero cuando van a hablar con los apóstoles, los apóstoles dicen “estas mujeres están delirando”.
Ellas les cuentan “estuvimos en la tumba, está vacía, no está el cuerpo y nos encontramos con dos personas resplandecientes” y los apóstoles dicen “estas mujeres deliran”.
Pedro va y encuentra la tumba vacía, y nos dice el evangelista, que volvió admirado, pero no creyendo.
A veces es tan fuerte esa actitud que nos toma de fatalismo, de pesimismo, de obstinación, de terquedad, que pasan cosas importantes y no te das cuenta. Y eso es el principio de la desesperanza.
Estos hombres resplandecientes les dicen a las mujeres – algo que para mí es clave – y que quiero decirles esta noche.
Estos hombres les dicen a las mujeres ¿Por qué buscan entre los muertos al que está Vivo? ¿Acaso no recuerdan lo que él les decía en Galilea?
¿Qué les decía? Él tenía que sufrir. Tenía que morir, pero iba a Resucitar.
¿Acaso ustedes no le creen a Dios, a su Palabra? ¿Cómo se rompe esa actitud negra de la vida, fatal de la vida?
Confiando en el Dios está vivo y nos muestra que está Vivo.
La liturgia que venimos celebrando al comienzo, fue un canto al Dios que es luz y rompe la oscuridad. Este cirio que encendimos, luego las velitas, fue iluminando la oscuridad y es todo un símbolo de cómo Dios puede hacer que la oscuridad sea vencida por la Luz.
Los textos de la Palabra, los salmos que fuimos compartiendo, proclamando, nos iban diciendo cómo Dios desde la creación, se fue manifestando y se va manifestando en su pueblo y cómo va trabajando en su pueblo para darle vida.
Es verdad que es asombroso que Jesucristo esté vivo. Pero no es tan asombroso, porque este Dios muchas veces nos ha manifestado que está entre nosotros.
Y acá les pido por favor un esfuerzo, un esfuerzo de muchísima sinceridad.
Acaso en tu vida, en tu vida personal ¿Dios no te ha mostrado que está vivo?
¿Vos no podés recordar de verdad que Dios en algún momento de tu vida te ha manifestado que está?
Si haces de memoria estoy seguro que – yo como esos hombres te podría decir- , ¿vos no te acordás que Dios se manifiesta?
Es sorprendente que Jesucristo esté vivo, que haya vencido a la muerte. Es el Primero, después seguiremos nosotros su camino. Esa es nuestra esperanza
Dios nos manifiesta que está vivo en la historia personal, familiar.
Este pueblo de Luján, este pueblo argentino, en este lugar ¿Acaso nosotros en este Santuario, no podemos dar testimonio de que está Vivo?
Con todas las manifestaciones de la Virgen, ¿nosotros no podemos decir? ¡sí es verdad!. No es un cuento chino.
Esto es cierto. Yo experimento que Dios está vivo, no está muerto, está activo. Trabaja en el corazón de cada uno, trabaja en la mente nuestra, trabaja en nuestros sentimientos, trabaja en nuestras actitudes, en nuestras acciones.
Y es por eso que en esta noche nosotros somos capaces de cantar la alegría de la Resurrección y rompemos esa nube terrible que nos toma y nos hace ver todo negro y nos hace muchas veces contagiosos de ese modo de ver la vida.
“Sin darnos cuenta, contagiamos desesperanza, tristeza. Todo está mal. No hay salida. No va a haber salida. La muerte tiene la última palabra”, decimos. Muchas veces nos convertimos en testigos de la muerte.
Pero estamos acá justamente porque creemos que Jesús está vivo. Y somos capaces de animar vida en otros y ayudarlos a ver de otra manera la vida.
No con cuentos fantásticos. No con slogans que son mentira y que falsean la realidad, no con una falta de respeto de esas maneras que muchas veces tenemos de pasarnos la mano sobre el hombro diciendo “bueno, bueno”, y entonces el otro no siente nada, porque le pesa la vida.
Nosotros queremos dar testimonio de que está Vivo, Resucitado, porque así lo experimentamos.
En esta noche, queridas hermanas, queridos hermanos, estamos celebrando que el Señor es fiel, nos quiere, nos ama y nos quiere llenos de vida.
Y por eso cada vez que nos acercamos a él y lo experimentamos vivo, no es que las circunstancias cambian. Eso no puedo decirles porque estaría mintiendo. “Si vos crees en el Resucitado, cuando llegues a tu casa, se solucionarán tus problemas”. Eso no se los pudo decir.
Lo que sí les puedo decir es que si crees en el Resucitado, podés enfrentar la vida de otra manera. Y eso ya no es fatalismo. Eso es esperanza. Esto es alegría y eso es ganas de vivir.
Pidámosle esta gracia al Señor en esta noche santa, noche luminosa, noche de una historia linda de nuestro pueblo, – porque somos herederos del pueblo de Dios – venimos caminando, y podemos seguir completando con nuestra historia argentina y con nuestra historia de 400 años de amor a la Virgen, cantando las maravillas de Dios.
En el santuario hay unos cuadernos que van llenando y que guardamos con mucho respeto y mucho cuidado. Yo tengo algunos en mi escritorio y a veces voy leyendo, y cuando estoy medio desanimado, cuando me agarra la nube, leo un poquito y veo el testimonio de alguno de los peregrinos y digo ¡Qué maravilla! ¡Dios está vivo!¡Dios está resucitado. La muerte no tiene la última palabra!
¡Que la fe en este Señor Vivo nos ayude a encarar la vida con mucha esperanza!