Hoy celebramos nuestra identidad

El Arzobispo Metropolitano de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía en la Iglesia Catedral Metropolitana, este viernes 24 de septiembre en la Solemnidad de Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de nuestra arquidiócesis.

En los días previos, la comunidad de la Iglesia Catedral, vivió la novena a María de las Mercedes, con mucho entusiasmo y alegría, visitando la Madre las distintas comunidades parroquiales y educativas de la ciudad, en las vísperas con un concierto del Ensamble “Ars Pulchra” de la ciudad y el mismo 24, con bendiciones durante todo el día en la Catedral y el Rosario de Luces en el atrio del Templo.

La celebración eucarística fue concelebrada por los Vicarios Generales, el párroco de la Iglesia Catedral Pbro. Juan Carlos Bouzou, sacerdotes de la ciudad y de la zona, el Rector del Seminario Pbro. Lucas Jerez y los seminaristas y muchas personas que se acercaron a participar de la Misa presencialmente, que también fue transmitida en vivo y en directo a través de nuestros canales digitales habituales, el Facebook de la Catedral y los canales digitales del Santuario de Luján.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía de nuestro Padre Obispo Jorge Eduardo.

“Esta manera de llamar a la Madre del Señor, nace de la revelación que tuvieron simultáneamente san Pedro Nolasco, san Raimundo de Peñafort y el Rey I de Aragón, en Barcelona.

Esta revelación es un nombre que habla de una misión, liberar cautivos, dar la vida por otros.

Nuestra Señora de la Merced inspira una misión, una manera de estar en la vida, es un nombre que tiene una carga vital. No es cualquier nombre.

Hace a nuestra identidad, que viene de Dios. Dios mismo en su ser, es una relación de vida. El Padre, el Hijo, el Espíritu, es una comunidad de personas que se viven dando uno al otro, se dan y se reciben. Es una familia, una comunidad de amor.

Merced, es una gracia, un regalo de la vida que se entrega por otro y eso viene de nuestro Dios.

Jesucristo entre nosotros, su vida, su predicación, su misión, fue replicar lo que vive en Dios, darse al otro, darse a los otros, sin reservas, entregándose totalmente para dar la vida.

Jesucristo es la purísima merced, es la máxima gracia. No es entregar algo al otro. El regalo es el mismo Jesús, que se entrega totalmente por nosotros, por puro amor, por pura gratuidad.

Jesucristo vive entre nosotros, lo que vive en Dios. Él es la purísima merced, la purísima gracia, la entrega total  por el otro, por los otros.

No es extraño que Jesús en la Cruz le diga a su Madre “Ahí está tu hijo” y le diga al discípulo “Ahí está tu Madre”, entréguense, recíbanse. Lo que Jesús vive en Dios, invita a que lo viva su Madre, su discípulo, la Iglesia naciente, nosotros, la comunidad cristiana.

Nuestra Señora de la Merced, es una manera de ser, de vivir, de estar.

La vida es para darla, para entregarla al otro y si nuestros vínculos son sanos, de calidad, siempre liberan de toda cautividad, de toda esclavitud, dan libertad.

Jesucristo es el mercedario, la Madre es la mercedaria, la pura gracia. La Iglesia está invitada a ser mercedaria, dar para liberar en esa relación de Amor. “Me entrego para que seas libre de toda esclavitud”. El Amor es el que libera.

Pero no es sólo una mera libertad. Es libertad para la dignidad. “Te libero para que seas digna, digno”.

Hoy celebramos nuestra identidad cristiana. Estamos llamados a darnos los unos a los otros con un vínculo de calidad, que dé libertad, que dé dignidad, que nos libere de toda esclavitud, de toda cautividad.

Es una apuesta fuerte en un mundo que esclaviza, que tiene el hábito de esclavizarnos, que se complejiza en la manera de vincularnos unos con otros, que hace vínculos insanos, de dependencia. Es muy urgente ser mercedarios, tener la capacidad de vivir de otra manera.

En un mundo tan agresivo como éste,  es lógico que uno muchas veces tienda a encerrarse. Es una manera de cuidarse, pero enferma. No estamos para vivir encerrados.  La vida no se la puede encerrar. Encerrar una persona es matarla. La vida no es para el encierro. La violencia, la agresividad, muchas veces nos llevan a formas de encierro que nos van matando.

Es un mundo que tiene el hábito del individualismo, ya no por agresividad, sino por opción. Es una opción vivir sin comunidad, vivir sin otros, una opción que tiene ideologías, praxis de fondo, que tiene predicadores y profetas del individualismo, del “sálvese quien pueda”, del “no a la comunidad”, de la distancia, de la separación.

 Es un mundo que se complejiza porque nos encierra y nos lleva a formas de vida individualistas, desinteresadas de los otros; la pandemia del desinterés, de la insensibilidad del otro.

Pero además es un mundo que genera esclavitudes serias, fuertes. Que haya personas y niños con hambre, el consumo, la trata de personas son maneras de esclavitud; y no son experiencias que estás lejos de nosotros, las migraciones forzadas, masas humanas que se quedan sin tierra forzadas a salir de su tierra, de su cultura. Nuevas formas de esclavitud, que vamos generando.

Hoy nos animamos a celebrar el nombre de la Madre del Señor que nos da identidad.

No queremos un mundo agresivo, que nos encierra. No queremos un mundo que nos atrape en un individualismo sin salida. No queremos un mundo de nuevas esclavitudes”.

Dirigiéndose  especialmente a la comunidad mercedina, el Padre Obispo, expresó:

“Queremos un mundo mercedario. Un mundo mercedario, es más que un mundo que mercedinos. No estamos identificados sólo por un lugar. Somos mercedinos y mercedarios. Tenemos ganas de vivir en una ciudad que viva el estilo de Jesús, el poder darnos y recibirnos, con toda libertad, para poder ser personas libres y liberadas, dignas.

Me llena de emoción ver la Catedral llena, como una necesidad que tenemos de alimentarnos de este Dios. Y cuando nos alimentamos de Dios, de su evangelio, nos alimentamos de una forma de vivir.

En este mundo difícil tenemos que tener muy fuertes nuestros sueños y deseos de ser mercedarios, con mucha capacidad de ayudarnos a darnos la vida unos a otros. Nos necesitamos.

Si no nos encontramos, si no nos entregamos los unos a los otros, no experimentaremos la gracia, la merced de Jesucristo y de su Madre. Nos quedaremos a mitad del camino. Tendremos el nombre, pero no la misión.

Nos llamaremos cristianos, mercedarios, mercedinos, pero si no hacemos la experiencia de entregarnos los unos a los otros, no habremos experimentado lo que significa este nombre.

Pidamos al Señor por esta ciudad, para que podamos ser los cristianos, luz y levadura, para que podamos fermentar esta comunidad con esta gracia, con esta merced”.

Pidamos por la patria que vive momentos tan difíciles, tan complejos, que nos llenan de miedo y de angustia. Que podamos destrabarnos para generar otra manera de vivir.

Pidamos por el mundo para que el Señor nos ayude a vencer estas nuevas formas de esclavitud.

Que nuestra oración sea una respuesta agradecida a su merced. Que la Madre del Señor nos haga mercedinos y mercedarios”

Homilía disponible haciendo click en el siguiente link