Misa por los enfermos y fallecidos de Covid y sus familiares en Carmen de Areco

El Arzobispo de Mercedes Luján + Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía este domingo 20 de Junio, Domingo XII del Tiempo durante el año, en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Carmen de Areco, con especial intención por los enfermos y fallecidos de covid y sus familiares en dicha ciudad.

Fue acompañado en la celebración de la Santa Misa por el párroco de la comunidad, Pbro. Daniel Blanchoud.

Con mucha emoción los fieles pudieron participar de la Santa Misa, en atención a la reciente habilitación que autoriza las celebraciones dentro de los templos con un máximo del treinta por ciento de aforo.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía de nuestro padre obispo Jorge Eduardo

“La fe es algo personal, pero también es una experiencia comunitaria, necesitamos celebrar juntos. Estar juntos nos ayuda a reavivar la fe personal. Seguramente a ustedes les ha pasado en algún momento de la vida, dudar de Dios, perder fe. Y tal vez en esos momentos, uno se encuentra con una persona que le da un testimonio, que vuelve a encender el fuego de la fe.

Necesitamos celebrar juntos, ser comunidad, ser Iglesia. Yo entiendo, y la Iglesia ha entendido muy bien las disposiciones del gobierno nacional, provincial, municipal y hemos acompañado tal vez, como ninguna otra institución. Pero no es posible que se abran bares, se hagan actos públicos y se nos prohíba celebrar la fe. Por eso los obispos hemos insistido a la Nación y a la Provincia expresando que celebrar la fe es algo importante, escuchar la Palabra, comulgar, rezar juntos. No es lo mismo tener el templo abierto y venir a celebrar misa, que no poder hacerlo.

Y en estos tiempos difíciles necesitamos de la experiencia de Dios y de la fe de los otros para animarnos mutuamente.

Celebramos que cuidándonos – porque no son tiempos fáciles, esta enfermedad no es un chiste, los que se han enfermado la han pasado muy mal y muchos han fallecido, no sólo personas ancianas sino también jóvenes, hoy podemos celebrar juntos.

La Palabra de Dios es una Palabra Viva, no leemos algo de la historia. Lo que dice la Palabra nos lo dice a nosotros ahora, es una luz, es un ánimo que nos da el mismo Señor para la vida cotidiana.

El texto nos dice que Jesús invita a sus discípulos a cruzar a la otra orilla. El lago de Galilea, un lago muy grande, que lo llamaban mar. Imagínense lo que era cruzar ese lago. Para los antiguos era una experiencia de mucha inseguridad, porque además algunos creían que en ese mar habitaban los monstruos marinos.

Jesús predicaba en una orilla del lago de Galilea, donde estaba el pueblo judío. Pero en la otra orilla había otros pueblos, de otras culturas, de otras religiones, que llamaban paganos.

Les dice a sus discípulos: “vamos a la otra orilla a hacer presente el Reino”. No era sólo una predicación, Jesús iba a estar entre la gente, a dar vida. Cuando Él se metía entre la gente, cambiaba sus vidas, porque Jesús es la presencia viva de Dios.

La misión de Jesús es hacer presente la vida de Dios y Él sabe que su vida y su misión, están en las manos del Padre, por eso confía totalmente en Dios.

Cansado del día, Jesús se sube a la barca, va a la popa y se recuesta a descansar. El evangelio nos dice que se empezó a levantar un viento huracanado, empezó a haber olas y los discípulos se empezaron a asustar.

Ellos no estaban tranquilos,  iban inseguros, que es lo que vivimos los seres humanos. Si hay algo que pone de manifiesto esta situación que vivimos es que no somos tan fuertes. Un microbio nos mata, no tenemos tanta seguridad. No manejamos la vida.

Los discípulos asustados, inquietos, despiertan a Jesús, y le preguntan algo que podría ser la pregunta de cualquiera de nosotros en este tiempo: “Señor, ¿no te importa que nos hundamos? ¿no te importa que nos muramos?. Es la pregunta que le hacemos a Dios en distintas circunstancias de la vida, o dicho en modo afirmativo: Dios, ¿te importa nuestra vida? ¿Cuánto te importa nuestra vida?

Jesús hace lo que hace Dios. En el Antiguo Testamento uno puede escuchar muchas veces a Dios ordenando a la naturaleza. Dios es capaz de poner en orden las cosas.

Pensemos en esta imagen. Van cruzando a la otra orilla para hacer presente el Reino.  Jesús y los apóstoles en la barca, que es el signo de la Iglesia. Va la Iglesia. Y se desata una tormenta en medio del lago.

El Evangelio nos está diciendo que siempre va a haber dificultades cuando la misión es grande. Hacer presente a Dios en la vida nos es fácil. En realidad,  existe un Mal que siempre pone resistencia a la presencia de Dios. Hay un Mal y un Malo que siempre va a tratar de evitar que Dios se haga presente. La tormenta es un signo de que el Malo no quiere que se predique el Reino, que la Iglesia llegue.

 Jesús calma la tempestad y así como los discípulos le preguntan a Dios, ahora Dios Jesús,  le pregunta a los hombres, nos pregunta a nosotros: “Por qué tiene miedo? ¿Por qué son cobardes? ¿No tienen fe? ¿No confían en el Padre?

A Dios sí le importa nuestra vida. Tanto le importa, tanto la valora, que su Hijo Jesucristo hizo algo extraordinario que nos cambió el sentido de la vida. Se entregó totalmente en las manos de Dios, murió de una muerte cruenta, lo sepultaron, pero resucitó.

Para nosotros la muerte no es el fin y podemos morir de ancianidad, o en medio de un accidente o de una enfermedad, a distintas edades de la vida. Pero sabemos que la muerte no es el fin de su vida.

Tanto le importa a Dios nuestra vida, que nos da la respuesta a la pregunta más difícil que tenemos. “Te doy vida para siempre, vida eterna”.

Son tiempos difíciles, de transición, agradecemos los avances de la ciencia. En un año tenemos vacuna, los laboratorios y científicos han trabajado mucho. Estamos en un momento complicado de la historia, pero esto hace 100 años no se hubiera logrado y las pestes hubieran sido más grandes, como de hecho fueron. ¡Gracias a la ciencia!

Pero al mismo tiempo, ¡cuánta pobreza humana!. Países que acapararon cientos de millones de vacunas, se adueñaron, laboratorios que comercializaron las vacunas o la politización de la vacuna, haciendo a la vacuna rea de las votaciones futuras.

Mucha capacidad para poder encontrar la sanación, pero cuanto egoísmo humano, cuánta injusticia.

Estamos enfermos en el mundo, en nuestro país y no solamente por el virus. El virus es una enfermedad que nos ha puesto de manifiesto otras enfermedades que tenemos que sanar también, la pobreza, la falta de trabajo, la situación económica en algunas familias que se hace insostenible.

¿Qué puede aportar una comunidad cristiana, queridas hermanas, queridos hermanos?

El Evangelio nos dice que necesitamos aportar a este mundo la confianza en Dios, ponernos en las manos de Dios como lo hace Jesucristo.

¿Qué podemos hacer nosotros como Iglesia? ¿Dejar que las dificultades nos hundan? ¿Nos encerramos, nos callamos, o damos testimonio de fe?

¿Qué podemos hacer los sacerdotes, catequistas, las personas de Cáritas, los que visitan enfermos, ustedes que vienen a celebrar?

Vivir confiando en Dios, en el Padre, como lo hizo Jesús. No negamos que la situación es dificilísima y vamos a poner el hombro y trabajar solidariamente con todos los que trabajan en el mundo para salir adelante, y al mismo tiempo vamos a aportar nuestra confianza en Dios.

Nosotros no creemos que Dios nos va a hundir, creemos que Dios nos va a levantar, porque puede hacerlo.

Querida comunidad del Carmen les pido que se animen a vivir en este tiempo una fe plena, madura, no aflojen en la confianza en Dios. Cuiden sus palabras, sus gestos, sus actitudes.

 Si la parroquia, si esta barca se hunde, si no es luminosa, muchos en esta ciudad se están perdiendo la fe, la confianza en Dios.

Siéntanse responsables de sostener la fe en Dios. Esta barca tiene esa responsabilidad. Le pedimos a Dios que nos regale mucha fe, especialmente a aquellas personas que en estos momentos están sufriendo mucho.”