El Arzobispo de Mercedes- Luján, +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía este domingo 25 de octubre de 2020 en el Domingo XXX del Tiempo Ordinario, desde el Santuario de Luján.
El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía
La confrontación entre las personas de por sí no es mala, ponerse frente a frente, pensar, dialogar, hasta discutir. No es malo confrontar.
Pero si se le pone un clima de agresividad verbal o gestual, esa confrontación se convierte en algo difícil de sostener y se genera un clima de violencia, un clima hostil. Y eso lejos de ayudarnos, nos separa, nos divide. No es fácil sanar una confrontación cargada de agresividad. A veces en los medios de comunicación, me parece a mí, en algunos programas, se abusa con un estilo de confrontación agresiva. Y llama la atención cómo se consume ese estilo, en donde uno tiene que tomar partido emocionalmente y entonces las ideas se caen, no hay ideas, no hay una reflexión superadora.
Y no pareciera ser un estilo propiamente nuestro, de los argentinos. Yo no lo he visto, he leído comentarios, de lo que fue por ejemplo, por decir algo, el debate entre los candidatos a presidente de los EE.UU. Leí que fue de una agresividad notable, un debate donde habría que pensar, escuchar pensamiento, ideas, propuestas. Lo que quiero decir es que no pareciera ser que es un estilo solo nuestro.
Hay una carga de agresividad, que nos pone en una confrontación hostil.
Y entonces leer el evangelio de hoy, ¿tiene sentido en este clima? Para no hacerlo una lectura que no le diga nada a la vida. Porque si celebramos la Misa, venimos aquí, leemos el evangelio, pero después todo sigue igual, este evangelio que acabamos de proclamar, Palabra de Dios, ¿tiene sentido en esta realidad de confrontación de separación, de agresividad?
Justamente esta es la Buena Noticia que el Señor quiere darnos hoy a nosotros, en nuestra vida concreta, en nuestra historia concreta.
El Señor, nos cuenta el evangelio de Mateo, viene en una confrontación muy seria, con los fariseos, los saduceos, los escribas. ¿Se acuerdan todos los evangelios que venimos leyendo? Él viene hablando del Reino de Dios y le ponen trampas; el domingo pasado también querían agarrarlo en algo para acusarlo, “¿hay que pagar el impuesto o no?”.
Y hoy también. El doctor de la ley no le hace una pregunta con transparencia, sino maliciosamente. Viene el Señor en una confrontación muy seria con los suyos. Miren que esta confrontación lo va a llevar a la muerte.
Hasta dónde llega la agresividad humana, hasta la muerte de un inocente.
No estamos hablando de poca cosa, estamos hablando de temas muy serios. No es televisión, es vida. No es puesta en escena, es vida. Y uno ve, que la agresividad carga vidas, se lleva vidas. La violencia es algo muy serio.
En ese clima, el doctor de la ley le pregunta cuál es, para él que es un Maestro –así lo llamaban –un maestro, un rabino, el mandamiento principal.
Solamente digo que de los cinco primeros libros de la Biblia, del Antiguo Testamento, que los judíos llaman Torá, que nosotros llamamos Pentateuco, los libros de la Ley, se desprenden 613 leyes, más o menos; de culto, de relaciones familiares, comerciales, de lavados, 613 leyes.
Cada maestro, cada rabino, de todas ellas iba priorizando. Algunos priorizaban el culto, otros las relaciones. Y a él le preguntan ¿cuál es para vos la ley más importante? Y entonces Jesús, dice “el amor a Dios con todo el corazón, con todo el espíritu, con toda el alma, con todo el pensamiento y al prójimo como a uno mismo”. Éste, no dos, éstos dos, este único mandamiento, de esto depende todas las otras leyes, de esto depende la vida, el Amor.
¿Cuál es la característica del amor cristiano? ¿Cuál es la característica del amor que Jesús viene a proponernos vivir? No es un teórico del amor, porque a Él ese Amor, lo va a llevar a la entrega total de su vida.
Ojalá lo pueda explicar bien en poco tiempo ¿Cuál es la característica del amor cristiano, del amor de Jesús? Es la totalidad de entrega. Es una apuesta a que el amor sea total, a Dios fundamentalmente. Dios nos invita a amarlo radicalmente, totalmente y al prójimo con máxima generosidad.
¿Por qué Jesús apuesta a esta fuerza del amor y de la entrega? Porque él lo sabe por experiencia propia, porque tiene un amor puro en su corazón, un amor humanamente puro, purificado, por ser el Hijo de Dios. Lo sabe por experiencia propia, que amar así agranda al ser humano. Que amar de esta manera lo hace pleno.
El amor cristiano, el amor de Jesús no te desgasta, no es un amor que te exprime. Jesús dice “apuesten a amar con todo a Dios y al prójimo, y lejos de experimentar que te vaciás, vas a experimentar que te llenas”.
Y en eso el Espíritu trabaja en nosotros de tal manera que te llenás por tu amor y por el Espíritu que ama en vos. Es un gran misterio el que nos invita a vivir Jesús. No un amor pequeño, sino un amor total, que te engrandece, te llena, te plenifica.
¿Qué nos pasa a nosotros o qué nos puede pasar a nosotros? Que amamos con interés, que amamos interesadamente. Nos sale amar más en pequeño y nos vamos empequeñeciendo. Esto es lo que puede pasarnos muchas veces, que el poner intereses en los otros, en Dios, al no hacer la experiencia de totalidad, de entrega total, sin darnos mucha cuenta, nos vamos empequeñeciendo.
Y si el clima es hostil, es violento, nos empequeñecemos y encerramos. Más pequeñez todavía, más mirada corta, más mirada sobre sí misma, sobre sí mismo.
El Papa en su última encíclica nos invita a todo lo contrario, a abrirnos, un amor universal.
Hay un término que me gustaría traer, pero me parece que es un término que deberíamos rescatar en estos tiempos. El término es magnanimidad.
Los cristianos deberíamos escuchar este evangelio, en este clima que supimos conseguir, por tener amores pequeños, empequeñecidos, o por no saber amar. En este clima deberíamos apostar por la magnanimidad.
¿Qué es la magnanimidad? Es un alma grande, magna, un ánimo, un alma grande. Un término parecido también, longanimidad: un alma extensa, larga. ¿Para qué? ¿Para qué la magnanimidad? Para que en medio de las dificultades de la vida, en medio de la hostilidad, perseverar en el amor. La magnanimidad es una apuesta a perseverar ahí donde la dificultad apremia.
En la confrontación Jesús aparentemente sale perdiendo, porque se le llevan la vida. Pero aparentemente. La magnanimidad es una apuesta a entregarse totalmente a Dios y al prójimo y a perseverar y saber que el amor duele, y duele en serio, no duele poquito, duele en serio, duele mucho a veces. Pero ahí estamos perseverando y no perseverando de cualquier manera. Porque la magnanimidad, te invita a perseverar en un amor que es clemente, misericordioso, benigno con el otro, que es generoso.
Lo hemos dicho hasta el hartazgo pero vale la pena decirlo. Porque en estos tiempos aparecen los médicos, los intensivistas, las enfermeras, magnánimos, personas magnánimas, que arriesgan hasta su propia vida y perseveran en la entrega, y que conciben la vida como un servicio.
Podríamos decir de nuestras personas de Cáritas que están en nuestros barrios haciendo las comidas, las ollas. Podríamos poner muchos ejemplos de personas que son talentosas. El talento de la magnanimidad y que por lo tanto, tienen la capacidad de poner en acción el amor. No es un amor declamado, sino es un amor concreto, puesto en acción.
En tiempos de pandemia, de enfermedad, pero también en tiempo de tantas pandemias, -de la pandemia de la violencia que es contagiosa y que se lleva puesta vidas, en medio de la pandemia de la violencia, de la violencia verbal, de la violencia gestual, deberíamos nosotros también ser capaces de la pandemia del amor magnánimo, como nos enseñó Jesús.
Los invito a pedirle a Dios la gracia de perseverar, de perseverar en esta opción de vida. No nos dejemos arrastrar por este estilo a veces tan empequeñecedor del ser humano. Porque todos hemos experimentado esto.
Cuando amamos mal, pierde el otro, pero yo también pierdo mucho, no pierdo poco. Y cuando uno ama bien, uno sale ganando siempre. Amar bien significa eso. Sin interés, con máxima generosidad.
Pidámosle al Señor que nos de esta gracia, porque para amar de esta manera necesitamos de la gracia de Dios. Que Él la da, porque Dios esta recontra interesado en que nosotros seamos personas plenas. Así que si la pedís…- como dice el dicho, “lo pedís, lo tenés”. “Pedís el amor de Dios, lo tenés”. Dios es magnánimo, máximamente generoso en su amor