El Arzobispo de Mercedes- Luján, +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía este domingo 18 de octubre de 2020 en el Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, desde el Santuario de Luján.
El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía
Tenemos poquito tiempo para reflexionar un tema que es apasionante y que por más que tuviéramos más tiempo, la verdad es que siempre nos deja con sabor a más, porque se tocan cosas muy sensibles a nuestra realidad humana.
¿Cuál es el papel de Dios y del hombre en la construcción de la historia, en la historia nuestra? Es un tema lindísimo. Cómo Dios y el hombre se van compenetrando en la historia humana. Dios está, no está, como está.
Algunos creen que lo sagrado no debe mezclarse con lo humano. Para nosotros los cristianos, el que piensa así corre el riesgo de no entender lo que significa la Encarnación. El Hijo de Dios se hizo hombre, asumió nuestra realidad. Parece que lo sagrado tiene mucho que ver con lo humano.
Por el contrario, algunos piensan que todo se juega en lo humano, en la historia y ellos corren el riesgo de dejar de lado la Redención de la historia. Jesucristo redime la historia, la pone en comunión con lo infinito de Dios, la salva y por eso nosotros en la oración por la patria rezamos “Jesucristo, Señor de la historia”.
Claro, pero cuanto hay para ver, para charlar, ese principio de la encarnación y ese principio de la redención. Dios que se mete en el barro de lo humano para redimirlo. ¿Cuál es nuestro papel entonces?
Ustedes recuerdan que Jesús viene hablando del Reino, las parábolas del Reino. En domingos anteriores vinimos hablando de esto y en todo el evangelio de Mateo Jesús predica el reino.
El Reino es el sueño de Dios, la voluntad de Dios en la historia humana, nuestra historia. Dios tiene un sueño para nuestra historia. Les decía el domingo pasado que el Papa Pablo VI a ese sueño lo llamó civilización del amor y el Papa Francisco dice “Hermanos todos”.
Dios tiene el sueño del Reino, la fraternidad humana, de hacer que la historia sea una historia de amor, de fraternidad. Entonces a Jesucristo le es natural pensar en la comunión de Dios y la historia.
Este evangelio que acabamos de proclamar nos dice que esos fariseos, que quedaron muy expuestos con las parábolas que Jesús fue diciendo – porque Jesús los fue como poniendo en evidencia de que, aparentemente muy religiosos, pero la voluntad de Dios no la buscan, ellos, los sumos sacerdotes, los ancianos-, ahora se juntan con otro grupo llamado herodianos, partidarios de Herodes y van a hacer una pregunta llena de mala intención.
Comienzan diciendo, “Maestro vos que sos tan bueno”, a todos nos pasa que cuando vienen con tanta alharaca, cuando a uno lo halagan demasiado ¿uno desconfía no? A Jesús lo van halagando y le hacen una pregunta que es bien política, los fariseos y herodianos.
Los fariseos muy de acuerdo con la ley. Los herodianos muy de acuerdo con Roma. Acuérdense que en la época de Jesús, Roma había tomado el pueblo de Israel, lo había invadido, gobernaba y cobraba impuestos y algunos eran colaboracionistas como los herodianos. Los fariseos más religiosos, están más apegados a la ley. Entonces lo van halagando al Señor para hacerlo caer en una trampa y le hacen esta pregunta bien concreta, y de no fácil respuesta. ¿Hay que pagar el impuesto o no hay que pagarlo? En realidad no les importa la respuesta que le va a dar Jesús, les importa agarrarlo en algo.
En el capítulo 23 del evangelio de Lucas, terminando ya el evangelio y habla de la condenación de Jesús, dice que uno de los motivos de la condenación fue porque Jesús decía que no había que pagar los impuestos, fíjense.
Entonces ahora le hacen la pregunta a Jesús, ¿hay que pagar el impuesto?
Claro, si Jesús decía si, los fariseos tenían la excusa perfecta para decir, “ven, este es un idólatra, y además es un vende patria. Asume que el emperador es Dios”.
Y si decía no, los herodianos iban a decir, “ven, éste es un revoltoso, éste incita a la rebelión contra Roma”.
Entonces, la verdad es que a esta gente le importa poco el pensamiento de Jesús, lo que quieren es encontrarle algo para acusarlo y sacárselo de encima, eso es lo que quieren. Pero Jesús da esta respuesta, que todos la conocemos y la usamos de un lado, de otro, vamos, venimos con esta respuesta de “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Porque él pide un denario que era una moneda y en la moneda estaba inscripta la imagen del César y una inscripción que decía “Tiberio Cesar Augusto hijo del Divino Augusto.”
Entonces la moneda era, por supuesto que el metal del intercambio económico, pero sobre todo era el reconocimiento del emperador como una divinidad.
Jesús no tiene problema de reconocerle la “autoridad” al emperador, pero él sabe que el ser humano es más que una moneda, que estamos hechos a imagen de Dios, nosotros tenemos impresa la imagen de Dios. Entonces a Dios denle lo que es de Dios, que es todo, la vida. Jesucristo señor de la historia.
Para Jesús no era difícil entender que la historia humana la hacemos los hombres, pero también la hace Dios y lo más importante sería que el hombre se ponga en sintonía con la voluntad de Dios y ahí la historia sería una historia de salvación. Pero es lo difícil que tenemos en la construcción de la historia, la lucha que hay en hacer lo que uno quiere y no lo que Dios quiere.
Así y todo, el Concilio Vaticano II, en uno de sus documentos estupendos que se llama “Gozos y Esperanzas de los hombres”, dice que toda la realidad humana, la política, la ecológica, la cultural tiene una justa independencia, tiene autonomía. El ser humano es libre, es autónomo y todo lo que hace el ser humano tiene la fuerza y la libertad del ser humano y lo tenemos que hacer.
Y entonces nosotros no estamos en un estado teocrático. Nosotros no queremos un estado político, social, económico teocrático.
Es la democracia, es la posibilidad de que los hombres nos pongamos de acuerdo y lleguemos a consensos fundamentales y ese es el juego de la vida, y de la historia. Al César lo que es del César. El ser humano tiene la capacidad para hacerse cargo de la historia y Dios quiere que así sea y por eso nos hace libres y responsables.
Pero claro, para nosotros los cristianos que queremos que el Reino de Dios, la civilización del amor, la fraternidad se realicen, el desafío es que nuestra historia esté en comunión con la voluntad de Dios, que es lo que mejor le puede pasar al ser humano. Es la libertad humana puesta al servicio del Reino de Dios, de la voluntad de Dios.
En los tiempos que corren y en los tiempos que vivimos, es muy importante ir encontrando las maneras, las maneras concretas, políticas, económicas, sociales, culturales para que cada persona pueda encontrar su dignidad y entre todos desarrollemos el bien común y ese es nuestro desafío. Pero pareciera ser que tenemos que cuidar mucho, mucho no solamente el modo de llevar adelante la historia, sino la intención que tenemos en el corazón.
A mí este evangelio me queda resonando, esa actitud de los fariseos. Esa actitud de deshonestidad, no es juego limpio, es mala intención, es corrupción interior que modifica todas las actitudes, todas las motivaciones, todas las decisiones y todas las acciones. Cuando uno está deshonesto en lo interior, es muy difícil que la acción sea honesta.
Entonces en este tiempo de la historia, además de pensar cómo llevar adelante la historia, también estamos invitados a pensar cuál es la intención más profunda de nuestro corazón y en este sentido me gustaría traer a las mamas acá, a todas las mamas.
Porque tal vez mucho tenemos que aprender de esa capacidad que tienen las mamas con sus hijos de acompañarlos, desde un amor exquisito, respetando la libertad, la historia, llorando, llorando en secreto, sufriendo en secreto por la vida del hijo. Es decir, tal vez las mamas pudieran ayudarnos mucho en este tiempo de la historia, a descubrir que es posible llevar adelante la historia con amor desde el amor, que no es una entelequia, que no es una abstracción.
El Papa Francisco insiste en esta última encíclica, es posible una sociedad fundamentada en el amor, el amor concreto, el amor embarrado que tiene una mama con sus hijos. Cuántas mamas en la historia de la humanidad, en la historia de la Argentina, cuántas mamas nos enseñan lo que significa acompañar la vida de un hijo.
Los invito entonces a pedirle a Dios que nos regale este don de llevar adelante la historia humana, con toda nuestra libertad, con toda nuestra pasión pero también con mayor honestidad y buscando la voluntad de Dios. Jesucristo es el Señor de la historia y lo necesitamos