«El proyecto de Dios es la comunión, la alianza, para todos»

El Arzobispo de Mercedes- Luján,  +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía este domingo 11 de octubre de 2020 en el Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, desde el Santuario de Luján.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía

Suele pasarnos que cuando uno se siente amenazado, cuando uno está frente a una situación que lo sorprende, peligrosa, uno se defiende. Hay una reacción instintiva, corporal, que es muy significativa. Cuando a uno le van a pegar, se recoge, -dicen volviendo a la posición fetal – el lugar tal vez de más protección que hemos tenido en la vida. Frente a la amenaza, uno se defiende, se cierra. Y sino, como dice el dicho, la mejor defensa es el ataque, el que pega primero pega dos veces. Dicen.

Entonces, en tiempos difíciles es lógico que uno se cierre o ataque. O nos aislamos encerrándonos o agredimos. Pero eso no hace plena a la persona. La plenitud la encontramos en la comunión. Los seres humanos no hemos sido creados para una vida ahí nomás. No estamos para sobrevivir. Los seres humanos tenemos deseos enormes que cuando no los podemos cumplir, nos frustramos. En nosotros hay deseos de comunión, de amor, de plenitud. Lo lógico no es defendernos o atacar. Lo lógico es el encuentro, es la fiesta, lo lógico es el asado, el encuentro familiar, la pasta familiar del domingo, esto que extrañamos tanto, el encuentro con amigos. Eso es lo que nos hace plenos, es lo que deseamos, es lo que anhelamos. Y muchas veces encontramos la paz en días de sosiego haciendo memoria de momentos lindísimos de encuentro, de fiesta. Para eso hemos sido llamados.

Dios siempre va a invitarnos a la comunión con él y con los demás. Es tan fuerte, -lo remarco- es tan fuerte la cultura individualista, que está a la defensiva o agrede, que para generar una contracultura de la comunión, los cristianos, el cristianismo, tenemos que hacer esfuerzos no menores. Es tan fuerte la tendencia a encerrarnos o a la intolerancia y la agresión, que para vivir un estilo de comunión, nos vamos a tener que tomar muy en serio el Evangelio, pero muy en serio. Y los esfuerzos no van a ser menores. La tendencia de este tiempo es cada uno haga lo que pueda.

El Evangelio que acabamos de proclamar es la continuación de los evangelios que venimos leyendo los domingos anteriores, las parábolas de la viña, donde Jesús está con fuerza polemizando con los ancianos, los sumos sacerdotes, los fariseos, que tenían su interpretación religiosa y de la vida. En la parábola del domingo pasado, los viñadores, matan al hijo. Jesús termina diciéndoles a los sacerdotes y a los fariseos “Miren que esa piedra que ustedes están rechazando, va a ser la piedra angular. El Hijo de Dios, que ustedes están matando, va a ser el comienzo de un nuevo edificio, una nueva edificación”. Y el evangelista Mateo, termina diciendo que tenían ganas de meterlo preso a Jesús. Pero no lo hicieron por miedo a la gente que lo consideraba un profeta. Pero querían acallarlo.

Entonces Jesús sigue con parábolas, tratando de mostrarles a los religiosos de ese tiempo, el sueño de Dios, el Reino de Dios, la voluntad de Dios.

Hoy Jesús nos regala otra parábola. Recuerden que la parábola es una comparación. La parábola no es una enseñanza, -los maestros lo saben bien- como cuando uno agarra un pizarrón y empieza a desplegar las ideas. La parábola es una comparación que hace que el que la escucha tenga que pensar qué me quiere decir el Maestro. Entonces Jesús dice que Dios prepara un banquete, un banquete lindísimo. Isaías en la primera lectura habla de ese banquete. Manda a invitar al banquete y la gente empieza a poner excusas, porque tienen que hacer sus negocios y algunos, maltratan y matan a los enviados. Rechazan la invitación a la alianza, al banquete, a la comunión.

Los fariseos y los sumos sacerdotes se dan cuenta que Jesús les estaba hablando a ellos. Estaba hablando de la historia del pueblo de Dios. Como estos hombres rechazan la invitación a la comunión ¿qué hace Dios? ¿Suspende la boda? ¿Suspende la alianza, que hace Dios? Se le ocurre una cosa genial. “Si ustedes no quieren, vamos a invitar a todos. Salgamos a los cruces de los caminos”. “Ya no vayamos a la ciudad, a ellos,  a ese grupito. Salgamos a los que encontremos, buenos, malos. Invitemos a todos”.

Jesús les está diciendo, nos está diciendo, que el proyecto de Dios es la comunión para todos, la alianza para todos, no para un grupito. Porque todos los hombres necesitamos de la plenitud del amor. Todas las personas.

Jesús en su cabeza, en su corazón, es universal, es católico – que es la raíz de la palabra universal, católico significa eso-. Jesús invita a todos. Que nadie se quede sin la experiencia del amor, de la plenitud de la comunión con Dios.

Pero avanza en la parábola y nos dice que uno de los invitados al banquete estaba mal vestido. Y entonces, lo sacan a ese mal vestido a un lugar de soledad. Es una parábola,  una comparación.

Jesús nos dice que la invitación es a todos, a todos, que nadie se quede sin sentirse invitada, invitado a la comunión, a la alianza, al amor.

Pero Dios invita y nosotros tenemos que responder.

¿Y en qué consiste la exigencia de la respuesta? En aceptar a Jesús y el modo de vida de Jesús.

Todos los seres humanos estamos invitados a la comunión con Dios, al estilo de Jesús, el traje que nos pusimos en el bautismo, que es la identidad cristiana, que es la identidad del amor.

Dios nos invita al banquete, pero no para vivir una experiencia intimista, individualista y yo me siento en comunión con Dios y el mundo… suerte con el mundo, suerte con los otros.

Dios invita a la comunión al estilo de Jesús, aceptando a Jesús y a su Evangelio. Es la comunión con él, es la comunión con los otros, es la fraternidad.

Estamos invitados a una plenitud del amor que se manifiesta en el encuentro con Dios pero también la exigencia del encuentro con los otros.

El Papa Pablo VI, después del Concilio Vaticano II acuñó una idea que durante mucho tiempo fue muy importante en la Iglesia, fue inspiradora. Justamente una lectura de esta parábola, o mejor dicho del Evangelio, de la totalidad del Evangelio de Jesús.

Pablo VI invitaba al mundo a la civilización del amor. La comunión con Dios, la comunión con los otros, debería traducirse, decía Pablo VI, en una civilización fundada en el amor. Y esto inspiró a la Iglesia de aquel tiempo y también inspiró a muchos, a la búsqueda de otro mundo, de otra forma de mundo, una civilización que sea capaz de encarnar el sueño de Dios, que es la plenitud de la comunión en el amor.

El Papa Francisco hoy no usa la expresión civilización del amor, pero con otras palabras, porque  cada época  es una invitación a encontrar aquellas expresiones que más nos inspiren, que más nos ayuden.

El papa Francisco hoy nos habla de cultura del encuentro y el domingo pasado desde Asís, desde la tumba de Francisco, nos invita a la hermandad, “Todos Hermanos”, con una fraternidad abierta a todos, un cristianismo, cristianos capaces de dar testimonio de amistad a todos, a todas, sin excluir a nadie.

Nuestro traje de fiesta hoy, la exigencia de responder al llamado de Dios,  es la capacidad que tengamos de dar fraternidad. Pero no a grupitos cerrados, a los que piensan como uno. Generar fraternidad abierta, aireada, capaces de poner en el mundo la levadura del Evangelio.

La civilización del amor decía Pablo VI, la fraternidad universal nos invita Francisco.

Esto ya lo decimos, pero tal vez a fuerza de repetirlo nos va entrando. Voy a poner una comparación muy poco ortodoxa. Nunca nos vamos a cansar de ver el gol de Maradona a los ingleses, nunca nos vamos a cansar, lo vamos a ver miles de veces y lo vamos a disfrutar siempre.

No deberíamos cansarnos de decirnos que de la pandemia salimos mejores o peores. No deberíamos cansarnos de decirnos unos a otros,  que necesitamos salir fraternos. Porque la plenitud de la vida la vamos a encontrar ahí. No encerrados y mucho menos agrediendo a los otros.

Como lo hice el domingo pasado, insisto a que se acerquen a la Encíclica de Francisco Fratelli Tutti “Todos Hermanos”. Porque vale la pena escuchar algo distinto, frente a tanto comentarista, frente a tanto comentario, algo sustancioso, medular.

Si ustedes quieren comer comida chatarra no lean la encíclica de Francisco. Pero si quieren comer algo sustancioso, alqo que alimenta de verdad, léanla. Les aseguro que les va a hacer mucho bien  a la mente y al corazón. Francisco nos está invitando a vivir el Evangelio de hoy, la comunión al estilo de Jesús.

Vamos a pedirle al Señor que nos regale ese sueño de Dios hecho realidad hoy.