Fuente: PRENSA Comisión Arquidiocesana de Piedad Popular – Arzobispado de Buenos Aires
En su edición Nº 46 y en esta inédita circunstancia que atravesamos por la pandemia, se llevó a cabo en un andar por las redes sociales la Peregrinación Virtual a Luján. La megatransmisión programada desde la organización y realizada íntegramente por voluntarios fue vista por cientos de miles de peregrinos. La imagen de la Virgen de Luján partió del santuario de San Cayetano de Liniers por la mañana, y pasó por Morón, Merlo, La Reja, Gral. Rodríguez hasta llegar a la Basílica de Luján. Los peregrinos virtuales pudieron vivenciar el trayecto que une el santuario de San Cayetano con la Basílica de Luján como si estuvieran ahí. La interacción en las redes fue incesante. Miles y miles chateando y recibiendo las respuestas de nuestros voluntarios que respondieron pedidos personales, comunitarios, para toda la Argentina y el mundo; se agradeció la vida, la salud, la familia. Se pidió por trabajo y paz. |
ENTRADA DE LA VIRGEN Y REZO DEL ROSARIO
A las 18 hs entró la imagen de la Virgen a la basílica llevada a pulso por cuatro voluntarios. Fue un momento muy emotivo y se la recibió cantando
“Mientras recorres la vida / tú nunca solo estás /contigo por el camino / Santa María va”.
El padre Daniel Blanchoud, Rector solidario del Santuario, prendió una velita tomando lumbre del cirio pascual poniendo en ese gesto todas las intenciones que llegaron por las redes sociales e invitó a todos los peregrinos virtuales a hacer lo mismo en sus casas, ante sus altarcitos domésticos. Pidió especialmente que oremos unos por otros e inmediatamente invitó a iniciar el rezo del Rosario. Entre misterio y misterio se cantaron breves estrofas de la canción “Donde está la Virgen / está su Negro esclavo”.
El Coro Kennedy interpretó a través de un video el Ave María de Schubert.
Los peregrinos virtuales también pudieron participar en sincronía de la misa central que fue presidida por el cardenal primado de la Argentina y arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli. Concelebraron monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, y monseñor Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján y los obispos auxiliares de Buenos Aires Joaquín Sucunza, Enrique Eguía Seguí y Gustavo Carrara.
HOMILÍA
Compartimos la desgrabación de la homilía pronunciada por el cardenal Poli en esta Misa central.
Muy queridos peregrinos y devotos de la Virgen de Luján:
Estamos en su casa, ante su imagen. El corazón se serena y se llena de gozo, de alegría.
Los saludamos con nuestro afecto cordial desde el Santuario Nacional de la Fe, donde mis hermanos obispos, como ustedes ven, y también los sacerdotes, un grupo de laicos, servidores, hemos querido concelebrar esta misa por las intenciones de todos ustedes. En especial para pedir a nuestra Madre Gaucha su maternal protección para que libre a la familia humana, a la Argentina, de esta prueba que tanto dolor nos causa.
El breve pasaje del evangelio de san Juan que hemos proclamado dirige nuestra mente a la Pasión y nos invita a revivir un momento decisivo de la historia de la salvación, para venerar junto con el Hijo exaltado en la cruz a la Madre que comparte su dolor.
Es el momento en que se cumple el anuncio de Jesús: “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”. Y la primera discípula que se dejó atraer fue la Virgen, su madre.
El mismo Espíritu Santo que la cubrió con su sombra en la anunciación la sostuvo durante su compasión a los pies de la cruz donde su corazón fue traspasado de tal manera que su maternidad alcanzó una dimensión universal.
La atrajo el amor crucificado de su Hijo, el mismo que amamantó y había mecido en su regazo en los tiempos de la serena vida de Nazaret. Pero luego la Madre Dolorosa esperaba en silencio la hora en que Jesús iba a pasar de este mundo al Padre.
Durante los últimos momentos de la Pasión, cuando Cristo sufría en su carne el peso de todos los pecados de mundo y a su vez era consolado por la misericordia divina, pudo ver a sus pies la confortadora presencia de su madre y del joven discípulo a quien Jesús amaba.
En ese trascendental instante, antes de consumarse la obra que el Padre Dios le había encargado, Jesús se dirige en primer lugar a su madre y le señala al discípulo para que lo reciba como a un hijo. Luego se dirige al discípulo, “Aquí tienes a tu madre”, para que la reconozca como propia y, sin dudar, de tal manera la hizo suya que desde aquella hora aquel hijo la recibió en su casa.
Con ese testigo anónimo, el evangelista sugiere que cada uno de los peregrinos puede apropiarse ese lugar en la pasión y poner cada uno su nombre de varón o mujer, como sucede después de cada peregrinación también nos llevamos a la Virgen en nuestra mente, en nuestro corazón, y la recibimos alegres en nuestras casas y le pedimos que comparta nuestras cosas, nuestra vida. Su presencia doméstica es la que más le cabe a la madre. Y su sola imagen siempre nos remite a su Hijo Jesús porque todo en Ella refleja el evangelio de su Hijo y lo hace más fácil y entrador.
En clave evangelizadora el Papa Francisco, comentando este pasaje, nos enseña que al pie de la cruz en la hora suprema de la nueva creación Cristo nos lleva a María, Él nos lleva a Ella porque no quiere que caminemos sin una madre y el pueblo lee en esa imagen materna todo los misterios de Evangelio.
Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el ícono femenino. Ella que lo engendró con tanta fe también acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.
Cuando esta página del Evangelio –en cada misa en honor de la Virgen– se proclama, resuena de un modo especial en este santuario, adquiere un realismo que nos consuela y da alegría porque nos vuelve a recordar aquel feliz diálogo del calvario en el que nos adoptó como hijos, una madre amorosa que nos recibe con una montaña de ternura.
Es aquí donde los peregrinos nos soltamos a llorar de alegría porque nos encontramos con la que nos anima en el camino. Es aquí donde el cansancio recibe el bálsamo de su mirada maternal por eso nos gusta tanto mirarla largo rato y dejarnos mirar por Ella. Siempre nos preguntamos, ¿qué misterioso encanto posee esta pequeña y humilde imagen de la Inmaculada del río Luján? 37 cm. Pequeñita es la Virgen.
Ella sigue atrayendo a su casa a miles de padres cristianos que piden el bautismo para sus hijos y así confirman la fe en la acción maternal de María que engendra nuevos hijos para Dios.
También nos preguntamos cómo sabe atraer a tantos hijos e hijas a su magnífico y bello santuario. No queda cerca. Es que la casa de la madre es la de todos, donde volvemos a sentirnos parte de una sola familia, donde renovamos la fraternidad, la solidaridad y la alegría de sentirnos hijos de un mismo Padre Dios con una mamá tan linda.
Es aquí donde muchos jóvenes, chicos y chicas, confían a María sus proyectos de vida, hacen sus promesas, piden perdón y alcanzan las gracias materiales y espirituales para seguir caminando en sus vidas.
Ella sabe tocar el corazón sin herirlo y logra en muchas almas verdaderas conversiones que iluminan la vida entera.
El primero en percibir su maternal atracción fue el Negro Manuel. Él le construyó una ermita, fue su fiel devoto en plena pampa india por más de 40 años. Recordémoslo.
Como reseña, una antigua crónica. Su inocente simplicidad era tal que algunas veces trataba a la Santísima Virgen con extremada familiaridad.
Fue él quien observó que algunas noches faltaba de la hornacina y por la mañana ya se encontraba en ella pero con el manto y saya1 llenos de abrojos y cardillos; por las fimbrias2, polvo y algún barrito. Y en estas ocasiones le decía: “Señora mía, ¿qué necesidad tenéis vos de salir de casa para remediar cualquier necesidad siendo como sois tan poderosa? ¿Y cómo sois tan amiga de los pecadores que salís en busca de ellos cuando veis que os tratan tan mal?”.
No conocemos palabras de la Virgen porque la Virgen de Luján no habla pero su atracción es irresistible y sabe entrar en intimidad con cada peregrino y peregrina que visitan su casa. Ella también sabe devolver la visita cuando sus devotos desgranan las cuentas del rosario o prenden una vela ante su imagen para pedir cualquier necesidad. En la peregrinación de la vida siempre podremos contar con su cercanía en cualquier circunstancia.
Por eso, con el lema elegido para este año, “Madre, abrazanos. Queremos segur caminando”, ofrecemos en esta misa una sentida acción de gracias a Dios por el don de la vida de todos los que se han puesto al hombro el cuidado de sus semejantes.
En presencia de María queremos pedir por los abuelos que más sufren el aislamiento, por los enfermos que son los más pobres de los pobres y también por tantas familias pobres de nuestra Argentina, por los que han perdido el trabajo, por los profesionales y agentes de la salud que están exhaustos y sienten más que nadie el agotamiento de sus fuerzas, por los miembros de las fuerzas de seguridad y de todos, todos los que volvieron al trabajo a pesar de los riesgos. Incluye también nuestra oración a todos los migrantes que están lejos de sus afectos y de su patria. Y especialmente ponemos ante los ojos de nuestra Madrecita a los que han perdido a sus seres queridos.
Nuestro mensaje de gratitud alcanza a los jóvenes, a tantos jóvenes entre los que seguramente alguno se está lamentando de no poder hacer esta peregrinación, a los peregrinos y a todos los que dejando la comodidad y venciendo egoísmos comparten su tiempo asumiendo muchos servicios humanitarios en este tiempo, mostrando el mejor rostro de la solidaridad desinteresada y generosa.
Que la Servidora del Señor los acompañe para que su heroísmo tenga la recompensa que solo Dios sabe dar a sus amigos.
A todos los que piensan qué puedo hacer por los demás en esta pandemia los invitamos a rezar esta oración que hizo el Papa Francisco a la Virgen.
1. Saya: Falda. (FUENTE: Diccionario Real Academia Española)
2. Fimbrias: Orlas o franjas de adorno. (FUENTE: Diccionario Real Academia Española)
ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR EL CORONAVIRUS
Oh María, tú resplandeces siempre
en nuestro camino como signo
de salvación y de esperanza.
Confiamos en ti, Salud de los enfermos,
que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación del todos los pueblos,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás
para que, como en Caná de Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que nos diga Jesús,
que ha tomado sobre sínuestros sufrimientos
y se ha cargado con nuestros dolore
para llevarnos, a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección.
Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desprecieslas oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡Oh Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!
PAPA FRANCISCO
Antes de finalizar la misa, el Arzobispo de Mercedes -Luján, +Jorge Eduardo Scheinig invitó a rezar un Ave María.
Y se vivó la Virgen de Luján entre los poquísimos presentes que cerraron la celebración con un aplauso.
Todos los obispos impartieron la bendición.