El Arzobispo de Mercedes- Luján, +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía en el XVIII Domingo durante el año, desde el Santuario de Luján, como viene realizando cada domingo durante este tiempo de pandemia. Compartimos su homilía.
Homilía Domingo XVIII Durante el año
02 de Agosto de 2020
Santuario de Luján
Los domingos que pasaron leímos el capítulo 13 del Evangelio de San Mateo, donde Jesús nos enseñó qué es el Reino de Dios y lo hizo por medio de parábolas, nos dijo que el Reino está, que convive con el mal, pero que crece, que crece desde adentro y que cuando uno lo descubre se compromete vitalmente con alegría. Y que el Reino es para todos, nos dice el Señor.
Entonces ahora Jesús le va a enseñar a sus apóstoles, a nosotros, que hay que vivir lo que uno predica. Si predicamos así del Reino, tenemos que vivirlo. Y se nos va a enseñar a partir de la necesidad de las personas. ¿Qué hacemos frente a las necesidades de las personas? ¿cómo actuamos?
Cuando uno habla de necesidad, -no pienso en esa necesidad que uno podría decir que es provechosa-, incluso una pobreza vivida con dignidad, que es austeridad pero que no es indigencia, sino que es dignidad. Una forma de vida que se opone al estilo de vida del consumo, del consumismo.Uno tiene necesidades y vive con necesidades, pero no se angustia.
Pero hay una necesidad que pasa el límite, y entonces se convierte en algo intolerable, porque degrada, despoja, deshumaniza, desfigura, nos quita dignidad. Es una necesidad violenta por sí misma ¿ Qué hacemos frente a esa necesidad, cómo actuamos?
En esta realidad de un mundo lleno de necesidades, de hambre, pero también de educación, de salud, de trabajo, de afectos, de comunidad, hay algunos que son mercaderes en la necesidad y lucran con ella, negocian, ahondan en la necesidad .
Y a uno le llama la atención que en el mundo pobre de América Latina, de Argentina, crezca el consumo de drogas, de alcohol, el juego y hay algunos que ahondan en la necesidad, negocian con la necesidad humana.
Los que creemos en el Reino, ¿qué hacemos, cómo actuamos? El Evangelio de Mateo nos cuenta que es mucha la gente que sigue a Jesús al desierto, en donde Jesús predica y sana a los enfermos. La fuerza de su Palabra, que sana, que da vida.
Pero cuando se hace tarde, los discípulos se dan cuenta que estas personas vana a tener hambre- hambre en el desierto, es muerte, es límite- y entonces le dicen a Jesús: “Despedilas, que vayan a comprar comida al pueblo”
Los discípulos de Jesús no eran personas moralmente reprochables, son prácticos. Resuelven una situación de manera práctica. Como nosotros no tenemos para darles de comer, que vayan a comprar comida a los pueblos.
Lo práctico, lo pragmático, es una de las grandes ideologías de este tiempo. Caracterizaría al pragmatismo como una forma de resolver las cosas, pero sin tener en cuenta las personas. La persona es un número, parte de una estadística. Y Jesús les dice otra cosa: “Hágamonos cargo, venimos hablando de la presencia de Dios, del Reino, dénles de comer ustedes mismos”.
¿Qué lo mueve a Jesús? El mismo Evangelio lo dice. La compasión. A Jesús no lo mueve resolver la situación de las personas sin las personas.
Lo mueve la compasión, que es ver a las personas y sentir adentro, sentir en las entrañas un movimiento que hace que uno se vuelque a la personas. No es la necesidad a resolver, sino la necesidad de las personas a resolver. No se desdibuja el rostro de los otros, los otros no son un número, son una realidad viviente, son personas de carne y hueso, con historias, con biografía, con circunstancias.
A Jesús no lo mueve el pragmatismo, lo mueve la compasión. Son dos modelos los que nos presenta el Evangelio. Resolver las cosas de manera práctica sin tener en cuenta las personas y la compasión.
Jesús, compasión, más la confianza en el Padre más la seguridad de la presencia del Reino genera una respuesta creativa, novedosa, distinta, inimaginable.
Desde lo práctico resolvemos las cosas con recetas conocidas, algunas muy antiguas.
Desde la compasión, poniendo en el centro la persona, confiando en el Padre totalmente, sabiendo que el Reino está, Jesús va a dar respuesta de una manera extraordinaria. Tanto que este acontecimiento lo conservan los cuatro Evangelios, y Mateo y Marcos lo ponen dos veces. Evidentemente fue un acontecimiento que conmovió a los seguidores de Jesús, y el evangelista no se detiene a decir cómo fue el milagro. No es eso lo más importante.
Jesús los reunió con la Palabra, los sanó y ahora los reúne alrededor del Pan. Tomó el pan, dio gracias e hizo que los discípulos lo multiplicaran, lo dieran y sobró.
El Evangelio nos dice que eran 5000 hombres, sin contar a las mujeres y a los niños. Una multitud y sólo había cinco panes y dos pescados. Los gestos de Jesús son los gestos que hacemos en la Eucaristía.
La presencia del Señor que es movido por compasión, confiando totalmente en el Padre con la seguridad de su presencia, convierte lo poco en mucho.
Fíjense la lógica del Reino: reunir, dar gracias, compartir y multiplicar.
Jesús resuelve las necesidades con la lógica del Reino.
¿Cuál es la lógica que no es del Reino, del mundo? Dispersar, despedir, que se vayan, no reunir. Guardar, exigir, no dar gracias. Dejar para uno, no compartir, entonces es imposible multiplicar, porque los bienes quedan reservados.
Esa no es la lógica del Reino. Nosotros estamos invitados en este tiempo difícil, complejo, lleno de necesidades humanas, a vivir el Reino y hacerlo con la potencia del amor, como nos decía el profeta Isaías en la primera lectura o de manera bellísima el apóstol Pablo en la Carta a los Romanos. “Nosotros hemos experimentado la fuerza del amor de Dios”, que es pura gratuidad, pura compasión, capaz de hacer cosas nuevas, multiplicando, para que a nadie le falte.
Estamos invitados a vivir en esta lógica de Jesús, del Evangelio, del Reino. Y a veces será nuestra manera de actuar, de ver, de pensar, de sentir y nuestra manera de hablar. Porque hoy en día, en la Argentina en donde las estadísticas dicen que el 50% de las personas viven en estado de pobreza, hablar de la pobreza es tal vez caer en la necesidad de resolver las cosas de manera práctica.
Pero cuando hablamos de los pobres, hablamos desde la compasión, desde las entrañas, nuestra manera de ver, de pensar, de sentir las cosas son de otra forma. No dejo de celebrar la fuerza del amor en las comunidades a través de Cáritas, que en estos momentos acompaña, no resolviendo todas las necesidades. No tenemos la fuerza para resolver las necesidades profundas, de una pobreza estructural, seria, endémica, pandémica. Pero sí podemos sostener personas.
Y sostener personas es la lógica del Reino. Sostenerlas con un plato de comida que es la respuesta inmediata, sostenerlas con la mirada, con la compasión, sostener al otro sabiendo que su vida es importante en medio de las necesidades.
Todos hemos tenido experiencia de sostener y haber sido sostenidos. Sabemos cúanto devuelve la dignidad humana sostenernos unos a otros y eso no es resolución práctica, eso es compasión.
Celebro la vida de tantas comunidades que en estos momentos, por la compasión, con la fuerza del Amor, así como Jesucristo, están al servicio de las necesidades de nuestros hermanos más pobres.
Y por eso, queridas hermanas, queridos hermanos, cuando muchas veces se critica a la Iglesia por estar con los pobres, no es una crítica a la jerarquía, es una crítica a la Iglesia, a las comunidades, a ustedes. Uno cree que muchas veces esa crítica viene de personas que no conocen la lógica del Reino, es posible que, no conociendo la lógica del Reino, adhieran más a la lógica del mundo..
Pidámosle al Señor que nos de esta seguridad, esta seguridad de Jesús. No vamos a despedir a las personas, nos vamos a mover por la compasión. Sentiremos dolores profundos por la pobreza de nuestra Patria, pero si lo sentimos de corazón, con la confianza puesta en Dios, seguro que aparecerán, como ya están apareciendo, respuestas muy creativas, para sostener a las personas. Pidamos al Señor que nos de esta gracia en este tiempo difícil que nos toca vivir.