El Arzobispo de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig celebró la Misa por la Paz de la Patria este domingo 4 de septiembre en la Basílica de Nuestra Señora de Luján. Concelebraron Mons. Ariel Torrado Mosconi, Obispo de Nueve de Julio, los Vicarios Generales de la Arquidiócesis, Pbros. Lucas Figueroa y Daniel Guerra y sacerdotes del Santuario de Luján, junto a una multitud de peregrinos presentes y quienes se unieron a través de los canales digitales.
El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía del Padre Obispo Jorge Eduardo.
“Este es un lugar sagrado. Está Dios, está la Virgen, estamos nosotros. Este es un lugar de paz. La paz que viene de Dios, la paz que nos regala cuando nos sentimos cerca de Él y cuando podemos experimentar que éste es nuestro lugar. Aquí estamos en casa. Nadie es sacado de este lugar. Nadie es maltratado. La paz la da Dios en este lugar sagrado, pero nosotros también tenemos una actitud de paz.
Nos reconocemos hijas, hijos, hermanos. Así también la Patria. Nadie en la patria debe sentir que no es su lugar. Nadie debe sentirse maltratado. Nadie debe maltratar.
Estamos cansados. Hay un cansancio, un agobio, hay angustia y miedos, porque el clima de desencuentro, de enemistad, hace daño, va cargando el corazón de un sentimiento negativo que genera violencia: violencia de palabras, violencia de gestos, violencia de acciones.
Y todos sabemos que la violencia genera más violencia y es una espiral que no sabemos dónde y cuándo termina. Esto genera mucho daño. Nos estamos dañando seriamente. Y hay que pararlo ya. Ya tenemos que parar este clima de desencuentro, de enemistad, de odio. Ya.
Y a mí me parece que el pueblo argentino, en su mayoría, en su inmensa mayoría es un pueblo de paz, que tiene mucha paciencia. Está soportando un tiempo difícil con paciencia y con paz.
Pero le cabe a la dirigencia de este país en todas sus dimensiones y en todos sus lugares. Le cabe a los que tenemos responsabilidades en los distintos espacios de la patria, le cabe a los comunicadores más responsabilidad para generar la paz. Y esto requiere mucha oración queridas hermanas, queridos hermanos.
Jesús le decía a sus discípulos y nos dice a nosotros: “Hay males a veces que son tan fuertes, que están tan enquistados, que hace falta mucha oración”.
Por eso en esta misa rezamos. Sintámonos de verdad, se los pido, comprometidos a rezar por la paz de nuestra patria.
Pero también necesitamos un cambio de conducta, de comportamiento. Porque la paz, que es un don de Dios, también es una tarea nuestra.
No da lo mismo vivir de una manera que de otra manera. Hay maneras de conducirse en la vida, hay comportamientos que no generan paz.
En el Evangelio que acabamos de proclamar recién, Jesucristo nos ilumina, nos orienta, nos enseña a vivir de otra manera. Dice la Palabra que muchos caminaban con Jesús.
Pero no es lo mismo caminar con Jesús que seguir a Jesús. Porque uno camina con Jesús y entonces “hoy estoy, mañana no estoy”. De alguna manera uno no se siente muy comprometido.
Pero Jesús a esa multitud que caminaba con él, los invita a seguirlo, que es más que caminar con Él.
Seguirlo significa un compromiso. Yo voy por donde vos vas, lo que vos hacés, yo hago, como vos vivís, yo vivo. No soy sólo alguien que camina con Vos. Te sigo. Tu vida es para mí tan luminosa que yo quiero que mi vida sea así.
Jesús invita a seguirlo y nos dice tres cosas que me parecen fundamentales.
Lo primero es amarlo a Dios con todo, amarlo a Él con todo de verdad. Amar a Dios con todo el corazón, con toda la vida. Y esto, un amor a Dios con todo, lejos de quitarte amor, te da una calidad de amor enorme para con los tuyos, para con el prójimo.
El amor a Dios con todo da calidad de amor. La paz necesita de un amor de calidad, que entonces te dispone a vivir de una manera distinta. El amor a Dios nos ayuda a tener un amor tal hacia los otros, que no me da lo mismo lo que le hago al otro o lo que hago a los otros.
Es más, uno puede caer. Nadie está exento a equivocarse. Nadie está exento a tener palabras o gestos cargados de violencia.
Y es más, en nuestro archivo personal y hoy en todos los archivos que hay, televisivos y mediáticos, no sé si alguien se salva. No sé quién está capacitado para tirar la primera piedra. Yo creo que nadie. Nadie está exento de haberse equivocado y haber dicho y hecho cosas tremendas hacia el otro.
Pero cuando vos tenés un amor de calidad, cuando vos amás a Dios, te dan ganas de convertirte, de cambiar, no seguís en la misma tesitura, sino que te dan ganas de ser de otra manera.
Lo segundo que dice Jesús es: “El que quiera seguirme, que también cargue con su cruz”.
La cruz, elemento de violencia, de tortura y de muerte, Jesús la cambia. Es tan grande el amor que tiene Jesús en su corazón que cargar la cruz significa dar la vida, entregarla.
El amor de calidad te ayuda a cargar la cruz, a entregar tu vida por los demás. Y cuando vos entregás la vida por los que te rodean, por tu prójimo, eso da paz. Eso cambia la forma de estar en una casa, en una familia, en una comunidad, en un pueblo, en una nación.
Y finalmente Jesús invita a renunciar. Miren que palabra fuerte. Él dice: “El que quiera seguirme, que renuncie”.
Por supuesto, renunciar a lo malo, eso es sí o sí. Los cristianos renunciamos a la violencia que es mala, sí o sí. No es una alternativa. Renunciamos a la mentira. Renunciamos a matar.
Pero Jesús invita no sólo a renunciar a lo malo, sino también renunciar a tu tiempo, a tus bienes, en favor de los otros. Es una renuncia positiva. No es una renuncia negativa. Es una renuncia a favor de la solidaridad, del bien común, de la fraternidad humana. Es una renuncia a favor de la paz.
Entonces, no sólo renuncio a lo malo, renuncio a lo que a veces son los tiempos para mí, los hago tiempo para el otro; mis bienes, los comparto.
Jesús hoy nos está invitando a rezar, pero también a tener otra manera de vivir, otra conducta, queridas hermanas, queridos hermanos.
Y esto es fundamental para la construcción de la patria, de la nación. Necesitamos ser personas con una conducta ética, moral, de calidad.
No todo da lo mismo. No me puedo permitir. No nos podemos permitir, no podemos permitirles a los que tienen responsabilidades, que todo de lo mismo. No lo digo como alguien superado. Se los digo, me lo digo. Necesitamos exigirnos, primero a nosotros mismos.
¡Qué linda esa imagen de Jesús, qué necesaria traerla a estos tiempos en donde uno escucha palabras de todos lados, violentas, difíciles.
¡Qué lindo eso de Jesús! ¿Pero vos sos capaz de quitarle la paja que está en el ojo de tu hermano, cuando en el tuyo hay una viga?
¡Qué exigente es un amor de calidad como nos invita a vivirlo Jesús! ¡Qué exigente primero para con uno mismo!
Yo no puedo levantar el dedo acusador, exigente hacia los otros cuando yo no lo hago conmigo mismo
Los invito a poner la vida propia, la vida de la Patria en manos de Dios para que se detenga esta espiral de violencia.
Las imágenes de muerte en la Argentina son muy duras. La imagen de muerte cala en nuestro corazón. Pero no podemos permitir que nos corroa tanto el amor que bajemos los brazos.
No dejemos que el “Malo”, nos haga bajar los brazos. Necesitamos seguir construyendo la paz.
Les propongo rezar esta oración tan linda de un santo que tanto queremos. El Papa ha tomado su nombre de Él. Los invito a rezar la oración de Francisco, la oración de la paz.
Los invito a rezarla como personas comprometidas con este camino de paz.
Y Francisco en esta oración nos invita a cambios de conducta. Porque si hay odio, que yo ponga paz. Si hay mentira, que yo ponga verdad. Y esto hace que nuestra oración también sea un compromiso de vida.
Queridas hermanas, queridos hermanos: Nadie está exento de cometer errores y pecados. Nadie está exento. No existe una persona que no caiga. Todos sabemos que nuestro Dios es capaz de levantarnos. Pero cuando nos levanta, nos tenemos que dejar transformar, cambiar.
El que experimentó alguna vez un perdón fuerte, –porque alguna vez nos confesamos de maltratar a alguien, y no quiero hacer una encuesta, pero me la hago a mí mismo: ¿alguna vez maltrataste? Sí.-, cuando pedí perdón y Dios me alivió en mi conciencia y me quitó el peso del pecado de maltratar a alguien, sentí ganas de vivir de otra manera.
La oración, el perdón de Dios nos anima a vivir de otra manera. Recemos la oración de Francisco, pidiéndole que nos cambie la vida.
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde hay error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo tu luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Maestro, que no busque tanto yo ser consolado como consolar,
ser comprendido, como comprender,
ser amado, como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Con este sentimiento, con el corazón cargado de la paz que viene de Dios, también hagamos este acto de fe. La fe nos hace tanto bien en la vida. Nos ayuda a apoyarnos en Dios una y otra vez, uno experimenta una prueba y se apoya en Dios, uno se cae, y se apoya en Dios. A uno le ponen el pie, se cae y se vuelve a apoyar en Dios. Profesemos juntos nuestra fe”.
Al final de la Eucaristía, el Padre Obispo Jorge Eduardo guió la oración a María de Luján con tres Avemarías y Mons. Torrado Mosconi, guió la oración por la Patria