Arzobispado de Mercedes-Luján
Lobos, 4 de diciembre de 2021
Homilía en la ordenación sacerdotal de Mario Roldán
Jer. 1,4-10; Sal. 23; Flp. 4,4-9; Mt. 9,35-10,1,5a,6-8
En este tiempo de Adviento tan lleno de alegría serena y de esperanza activa, ejerciendo este servicio para el cual fui ungido, como es el de imponer las manos para consagrar sacerdotes, la Palabra del Señor que vos mismo has elegido, viene hacia nosotros como Luz que iluminando la vida de la Iglesia, da un sentido pleno a lo que estamos haciendo.
El Señor sabe todo. Nada se le escapa. Sabe del pasado, del presente y del futuro. Conoce todas las circunstancias por más sencillas que parezcan, entiende el corazón de cada una y cada uno de nosotros. Sólo Jesús tiene el conocimiento para llamarnos y la fuerza para enviarnos. Sólo Jesús sabe quiénes son las muchedumbres cansadas y agobiadas y sabe qué necesitan y quiénes serán los encargados de llevarles alivio.
Necesitamos ir a Jesús siempre, para entrar en su saber, en su conocimiento amoroso de todo: de la realidad, de las personas y de la misión.
El profeta Jeremías nos abre su corazón y dándose como vencido, pero vencido de amor, nos ayuda a tomar conciencia que el Señor nos conoce desde antes de formarnos en el seno materno y sabiendo de nuestras debilidades y carencias lejos de descartarnos, apuesta por nosotros para enviarnos a misiones que para nuestra naturaleza y posibilidades humanas, resultarían imposibles. Lo sabemos muy bien: o no tenemos la edad, ni la madurez suficiente, ni las capacidades, ni las fuerzas. Muy por el contrario, nos ataca el pánico, la mudez, la vergüenza, la mediocridad, el encierro, la mundanidad. Pero el Señor que lo sabe todo, que sabe más de nosotros que nosotros mismos, renueva su confianza y pone su Palabra imperecedera en nuestra boca y en nuestras palabras pobres y torpes y misteriosamente derriba y construye, arranca y planta, según Su Voluntad.
¡Qué grande es nuestro Dios que no teme hacerse pobre en nuestra humana pequeñez!
Nuestro Dios, es el primero que se arriesga a quedar como escondido, como velado, enviándonos a nosotros que somos mezcla de luz y de barro. Lo hace porque es delicado con nuestra libertad, porque no quiere forzarnos a la fe y porque quiere entrar con nosotros en una relación fundada solo en el amor.
Si nuestro Dios corre ese riesgo, ¿cómo no hacerlo nosotros? No entiendo esas formas rígidas de ser y de trasmitir la fe. Esas maneras eclesiales o clericales que no desean correr el riesgo de embarrarse en el bello barro de lo humano.
Vos Mario, sos un hombre joven que viene de una hermosa familia de barrio, trabajadora, de afectos sanos, llenos de sensibilidad y cuidado. Así te lo enseñaron y vos supiste hacerlo experiencia cotidiana junto a tus padres, tus hermanos, tus abuelos, tu familia grande y tus amigos.
Tenés la gracia de haber hecho tus primeros pasos en la fe, en el colegio parroquial y en esta comunidad llena de vida, con pastores comprometidos, con laicas y laicos que han intentado hacer una vida parroquial con otra imagen, con novedad.
El Señor que todo lo sabe, te fue cuidando y formando a lo largo de tu historia joven y lo hizo de manera silenciosa y te ha regalado una experiencia humana tan sustanciosa, que pudo desde ella revelarte lo sagrado de la vida y así, el Señor y Maestro te fue confiriendo un sentido nuevo de lo humano que vos reconoces en el Evangelio de Jesucristo, el que hemos proclamado recién y en la totalidad de la Buena Noticia.
Gracias a tu familia y a tu comunidad no te es difícil entender el mensaje del Señor. Diría que te es connatural. Como te es también fácil entender la fe sencilla, la fe de los cansados y agobiados, la fe de los jóvenes y las esperanzas muchas veces entreveradas con las angustias de la vida
Por herencia, te es fácil descubrir a Dios en lo escondido de la vida cotidiana.
¡Nunca traiciones semejante legado!
No es extraño que quieras consagrar toda tu vida al anuncio y al testimonio del Evangelio de Jesucristo. Que quieras que muchas y muchos se encuentren con el Dios que vos has encontrado, o mejor dicho y sin negar lo anterior, con el Dios que salió a tu encuentro.
Este día, será para vos, una fecha significativa, porque el día que naciste a la vida, 29 años después, es el día que naces al sacerdocio ministerial. ¡Qué misterio!
Sabés muy bien que todo te fue regalado gratuitamente, que todo en tu vida es don de Dios, por eso deseas entregar la Vida del Señor gratuitamente y hacerlo no con lo que te sobra, sino con lo que sos, tu mente y tu corazón, tu ser y tu hacer.
Descubriste que la vida es para darla y a eso te estas comprometiendo ahora delante de Dios y de Su Iglesia, dar la vida sin reservas por el proyecto de Jesús.
Aquí radica la fuerza de tu celibato, en el amor total a Jesús, a su Pueblo y a su proyecto. ¡Es tan grande el tesoro que descubriste, que sos consciente que al mismo tiempo que lo dejas todo, lo conseguiste Todo!
Todo lo que tenés por vivir en medio de este tiempo histórico, todo el camino que tenés por delante es apasionante.
Ser sacerdote en este tiempo tiene sabor a novedad.
No pienso en esos estados de innovación en los que buscar el invento pastoral, por así decirlo, no es más que buscarse a sí mismo para dejar en los otros la marca de lo propio y cosechar un aplauso que agranda el ego pero que achica el amor.
Corremos el riesgo de volvernos antiguos a edades tempranas cuando convertimos nuestra existencia en pura autorreferencialidad, refugiándonos en la vulgaridad y en la mundanidad espiritual, traicionando nuestros ideales más genuinos, cambiando el horizonte del Reino por resultados, dejando de comprometernos con lo pequeño para fanfarronear con éxitos fugaces y perecederos.
No hay novedad en un mundo sin Dios, sin Jesús y su Evangelio.
La novedad del sacerdote de este tiempo consiste en vivir con Jesús y como Él a fondo, sin atajos, con alegría, junto al Santo Pueblo fiel de Dios.
La novedad es el servicio discreto y no el poder. Es buscar lo escondido de Nazaret confiando que allí se juega la salvación del mundo.
Una vez, un sacerdote muy amigo, que estaba sumergido en una depresión profunda y que no podía ni siquiera rezar el Padrenuestro, me dijo que en ese estado, se dio cuenta que su sacerdocio lo vivía no por sus actos ministeriales o pastorales, que de hecho no podía hacer ninguno, sino por su íntima comunión con la pasión del Señor. Eso es novedad, una vida que tiene sentido sólo por la unión íntima y total con el Señor crucificado.
Es novedoso ser uno más entre la gente y a la vez distinto, vivir entre las personas sin pertenecer del todo a sus vivencias, a sus expectativas y proyectos.
Es novedoso soportar en tu cuerpo y en tu alma la tensión de no ser comprendido y al mismo tiempo amar con todas tus fuerzas a todos, también a los que no te comprenden e incluso te desprecian y no te valoran.
Siempre será novedoso seguir a Jesucristo hasta la muerte.
Es novedoso ser sacerdote al modo de la Evangelii Gaudium, de la Laudato Sí, de la Fratelli Tutti, del camino sinodal de la Iglesia en América Latina y el Caribe, y en la Iglesia Universal, como está convocando nuestro querido Papa Francisco.
Es novedoso ser un sacerdote de la Iglesia de este tiempo que no se conforma con copiar modelos del pasado, sino que va en búsqueda de la novedad del Espíritu.
No sé querido hermano, si logro expresarte la importancia del tiempo presente. ¡Qué hermoso tiempo para ser sacerdote!
Nosotros confiamos absolutamente en el Señor que sabe más que cada uno de nosotros y que todos nosotros juntos. El Señor sabe qué necesita el mundo de hoy y cuál debe ser el rostro y la misión de Su Iglesia y por lo tanto, cómo debe ser la Iglesia y cómo sus miembros.
Permitime confesarte ahora mi amor por la Iglesia.
Pedro, es decir, hoy Francisco, junto al Colegio Apostólico y con Pedro y bajo Pedro, insistimos en la necesidad de “Caminar Juntos” para “escuchar juntos” lo que el Espíritu del Señor está diciendo a las Iglesias. No hay otro camino. El que camina solo, aislado, o pensando en otra Iglesia que no sea la soñada por el Concilio Vaticano II, se escucha a sí mismo y no al Señor. Y quiero decirte con claridad, que un pastor que camina en soledad puede llevar el rebaño al abismo. Recordá por favor que sos pastor de la Iglesia, de esta Iglesia que no es “tu” Iglesia.
Te confieso Mario que conociendo las miserias y pecados de nuestra Iglesia y de sus miembros, la amo entrañablemente y siento que estamos en un tiempo privilegiado para, sentir con la Iglesia y sembrar juntos la semilla del Reino, para evangelizar con pasión, para servir a los pobres, para llegar a las periferias geográficas y existenciales.
Te lo comparto, porque deseo entusiasmarte a que sigas creciendo en tu amor por la Iglesia con máxima generosidad y con todo tu corazón y te animes a entrar decididamente al Cuerpo Presbiteral con confianza, haciéndote hermano de tus hermanos. Y que sientas en carne propia “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”.
Serás sacerdote y pastor en nuestra Iglesia de Mercedes-Luján, que tiene una historia y un presente valiosísimo, laicas y laicos inmensamente comprometidos, consagrados llenos de fidelidad y pastores entregados y al servicio del Pueblo de Dios.
Te pido que siempre intentes rastrear lo más genuino y original de nuestra Iglesia Particular para descubrir el rostro con el cual Dios Padre quiso embellecerla.
Amá a esta Iglesia concreta y entregate por ella sin reservas todos los días de tu vida.
No se nos escapa que hay mucho dolor en la Argentina, pero muchos son los motivos para una alegría genuina en este tiempo de adviento. Tu sacerdocio es fuente de alegría para todos nosotros.
No dejes de rezar incesantemente con la Iglesia y por la Iglesia esa pequeña oración que expresa la profunda relación del Pueblo con su Señor: “Ven Señor Jesús”
Por favor, te pido que reces siempre. Hacelo cuando celebres con tus hermanas y hermanos los misterios de la fe, pero hacelo todos los días en lo escondido, para que el Padre pueda ver lo que hay en tu corazón todos los días de tu vida.
Estas en la casa de la Virgen de Luján, lugar privilegiado si lo hay. Allí se tejen historias de fe que te pido guardes y atesores en lo profundo de tu corazón. Creeme que te marcarán y serán narraciones fundamentales para toda tu vida. Muchas veces volverás a ellas.
Tené el hábito de mirar a la Virgen y déjate mirar por Ella. Solo eso. Así, la Madre del Señor se irá haciendo tu Madre y vos su hijo sacerdote para siempre.
Deseamos rezar ahora con vos el lema sacerdotal que expresa tus sentimientos más hondos:
“No me dejes Madre mía”. Digamos todos: “No me dejes Madre mía”
+ Jorge Eduardo Scheinig
Arzobispo Metropolitano Mercedes-Luján
Homilía disponible para su lectura y descarga en el siguiente link
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