El Arzobispo de Mercedes – Luján, +Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía del V Domingo de Pascua, este domingo 2 de mayo, en el Santuario Basílica de Nuestra Señora de Luján.
“En estos tiempos de tanta exigencia personal, de tanta exigencia social, en donde uno experimenta el cansancio, el agotamiento, el miedo, el desconcierto, la Palabra Viva del señor, la Palabra Pascual, el Cristo que está Vivo caminando en la historia, compartiendo nuestra vida, éste Cristo, nos dice “Permanezcan en Mí”.
Es una invitación profunda. Permanezcan en Mí. Es como si el Señor supiera de nuestras debilidades, de nuestra condición humana, frágil, impotente. Sabe que somos barro que se deshace, se desarma y que es propio de la condición humana frente a las situaciones difíciles, la angustia, el miedo.
Sabiendo nuestra realidad, él la conoce porque se hizo carne, hoy nos dice: Permanezcan en Mí y que mis palabras permanezcan en ustedes. Así van a dar fruto y lo que pidan se les va a conceder. ¡Qué buena invitación!
El pueblo de Israel en su camino experimentó a un Dios compañero de camino y le puso nombre a éste Dios. Lo llamaba Roca. Y hoy Jesús nos invita a permanecer en él que es Roca firme. Todo se mueve, pero él es el Señor. La etimología de la palabra permanecer es “estar mansos, estar confiados en la roca”.
¿Qué es permanecer?
Lo primero es hacernos fuertes en la Palabra de Dios, la Palabra Viva, la Palabra que nos habla en la palabra escrita. En general, en nuestras comunidades cristianas, corremos el riesgo de que sea una Palabra meditada pero en segunda mano, demasiado a través de lo que decimos los curas.
Pero para permanecer en el Señor hace falta que cada una, cada uno de ustedes, se haga fuerte en la Palabra, en la palabra que es Viva, que es necesario rumiarla, que es necesario meditarla, tomarle cariño, leerla con frecuencia, hacerla carne.
La palabra nos va ayudando a descubrir que el Señor permanece en nosotros y nosotros permanecemos en él.
Hay algunas personas que cuando se levantan tempranito, tomando unos mates ya tienen el hábito de leer la Palabra, el evangelio que se lee en la misa, o los evangelios, o abren a Biblia y lo que aparece. ¡Qué lindo hábito poder leer la Palabra, la palabra escrita para permanecer en él!
Y después también la Palabra que el Señor nos va dirigiendo a lo largo del día. La palabra escrita en la Biblia, pero también la palabra que el Señor manifiesta en la vida, en la historia, en los acontecimientos.
Cuando tenés el hábito, empezás a descubrir que eso es Palabra, y también la que se va diciendo en el interior de cada uno, de cada una. Y que uno escucha y dice, esto es de Dios.
Para permanecer en el Señor, tenemos que hacernos fuertes en la Palabra. Una palabra que vamos aprendiendo a hacerla carne, de tal manera que los criterios de la palabra empiezan a ser criterios propios.
El estilo de vida de Jesús que nos invita en la palabra lo vamos haciendo propio. Y entonces, las circunstancias son difíciles, pero vivimos anclados en la Palabra.
Permanecer también significa estar en la comunidad. Nuestra religión es comunitaria, pese a que a algunos esto no les gusta. Nuestra religión es compartida en comunidad. La imagen de la Vid que hoy nos regala el evangelista, esa imagen es tan linda. El Señor dice, “Yo soy la Vid y ustedes son mis sarmientos.
Jesús no dice yo soy el tronco y ustedes son las ramitas. “Yo soy todo. Yo soy yo y yo soy ustedes”. Hay una identificación, con el pueblo de Dios, con el cuerpo, con la familia, con el pueblo santo y fiel como le gusta decir al papa Francisco.
De tal manera que yo no estoy solo o sola. Yo no rezo solo, aunque esté solo en el templo. Yo no celebro solo, yo no hago solo. El individualismo de estos tiempos es tan fuerte que se nos mete hasta los tuétanos.
Muchas veces tenemos la idea de una religión intimista, individual, personalísima; donde los otros desaparecen o los hago desaparecer de mi experiencia religiosa, me molestan. “Yo soy la Vid y entonces mi Padre poda para que den mas frutos”.
la comunidad cristiana sufre la poda para dar más frutos, pero también la purificación de todo lo que no hace bien a la Vid, al pueblo, a la iglesia.
El individualismo nos mata y es mucho mas que presencialidad o virtualidad, es mucho más. Es una experiencia profunda de reconocernos comunión, comunidad.
El Señor permanece en la comunidad, en la comunidad mística. Ahora estamos en comunión, pero también uno también puede percibirse en comunión en momentos de angustia y sentir que no está solo, que no está sola en el camino de la vida. Está en Cristo, en la Vid, con los hermanos, con las hermanas, en Este camino que hacemos juntos, en esta peregrinación.
Y finalmente permanecer en el Señor, es también estar abierto a los nuevos.
La primera lectura nos habla de un acontecimiento que vivió la Iglesia a los comienzos, que era la incorporación de gente nueva, entre ellos Pablo, San Pablo.
Nos recuerdan los Hechos de los Apóstoles, que cuando él iba persiguiendo cristianos tuvo una manifestación del Señor particularísima. El Señor vivo se le presenta a él, Pablo lo reconoce y se convierte y empieza a predicar de él.
Pero cuando va al encuentro de la comunidad de Jerusalén, desconfían de Pablo, dicen: “Pero éste nos persigue”. No creen, hasta que es el mismo Señor el que va diciéndole a la comunidad: “A éste lo elegí yo”.
El Señor hace la comunidad, no la hacemos nosotros, Él va incorporando las personas que en el misterio de su Providencia quiere que estén.
Por eso permanecer en el Señor también significa abrirnos a aquellas personas que el Señor va incorporando.
Esto habla del dinamismo de la iglesia, del pueblo de Dios. No es un pueblo estático. La iglesia es dinámica, y el Señor va incorporando en su pueblo, en su comunidad, en su Vid, nuevos sarmientos, nuevas presencias que nos dan mucho aire.
En este tiempo la iglesia en América Latina empieza a caminar hacia una Asamblea Eclesial. El papa Francisco ha invitado a todo el continente en medio de la pandemia, en medio de las dificultades del mundo, a repensar nuestra misión como Iglesia y escuchar y escucharnos una vez más, porque hay nuevos que tienen algo para decirnos.
Permanecer en el Señor es tomar este guante de la audacia evangélica, que se abre al Espíritu. Permanecer en el Señor no es quedarnos en el pasado, – porque todo pasado fue mejor, como algunos nostálgicamente a veces quieren poner a la iglesia -, en el pasado-.
El Señor va incorporando en su comunidad, personas que vienen con aire fresco, llenas del espíritu para decirnos también,-Como pablo le dijo a la comunidad, hay que ir a los gentiles.
Y hoy hay muchísima gente que viene también, jóvenes, personas que vienen llenas de la presencia del Señor a renovar nuestra comunidad o nuestras comunidades eclesiales.
En este domingo pascual el Señor nos invita a permanecer en él.
Anclarnos, hacernos fuertes en la Palabra, vivir en la comunidad, en la Vid, en la comunión y también abrirnos a aquellos que vienen llenos de Dios, llenos del espíritu.
Los invito en la eucaristía que estamos celebrando a ir tomando conciencia que el Señor está presente.
“Si ustedes permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”.
No se si crees en esta palabra. Yo creo en lo que nos dice Jesús. ¡Que desafío es permanecer en él, y que sus palabras permanezcan en nosotros! Pero que consolador es saber que el Señor está, nos escucha y nos responde, porque es la Vid, está.
Está acá, está en tu casa, está en vos, está.
Pidámosle al Señor entonces que nos ayude a creer, a tener fe.”