Hoy sigue habiendo profetas que nos dicen «Preparen el camino»

El Arzobispo de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía en el Segundo Domingo de Adviento el domingo 6 de diciembre desde el Santuario de Luján.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía.

Recordemos que la expectativa del pueblo de Dios, la esperanza del pueblo de Dios, de la presencia del Mesías, del Salvador, era muy grande. El pueblo de Dios esperaba a un salvador, un Mesías.

Entonces el Evangelio de Marcos que acabamos de proclamar nos introduce,  en el primer capítulo, en los primeros versículos en esta irrupción de Dios en la historia. Los profetas ya venían anunciando que el Mesías se iba a hacer presente.  Marcos nos recuerda la figura de Juan el Bautista que vestido como habían dicho los profetas, muy austeramente, que predicando la conversión y que bautizando en el rio Jordán se convierte en una señal.

Cuando la gente ve al bautista, cuando lo escucha,  se da cuenta que está por pasar algo nuevo, algo distinto y por eso acuden a él a hacerse bautizar porque presienten que la promesa del Señor se va a cumplir, que el Mesías va a llegar, está llegando.  Y esto Juan lo dice con toda claridad: “Yo los bautizo, los sumerjo en agua”.  

Es un signo que la iglesia tiene en su mismo bautismo, en su sacramento de iniciación, bautizar significa “sumergir”.  Cuando uno se sumerge queda empapado, se limpia, pero Juan es consciente de que él prepara el camino, no es el que trae la salvación, por eso su bautismo es de agua.

 Y el que viene a bautizar en el espíritu, a sumergir en Dios – dice Juan-, yo no soy digno de desatarle las sandalias,- como una expresión de decir-, hay una distancia enorme entre lo que yo ofrezco y lo que él ofrece.

El evangelio de Marcos nos pone ya en situación de algo nuevo en la historia.  Nos preparamos para recibir la presencia de Dios, lo novedoso en la historia, el Salvador que va a venir a transformar el mundo, a cambiar, a salvar, a rescatar, a sacar al pueblo de la opresión, de la angustia, de la muerte.  Lo que se juega es mucho, no es poco.

A nosotros muchas veces nos puede pasar, no digo que nos pase, pero subidos al tren de la historia, a la dinámica, a esta rapidación, a esta aceleración de los tiempos, por ahí nos cuesta percibir lo que significa la irrupción de Dios en la vida.

Juan el Bautista es como una señal fuerte de que el tiempo, este tiempo, no se puede dejar pasar, es un tiempo muy importante para la historia colectiva y la historia personal.

La pandemia, puso de manifiesto, de manera global lo frágiles que somos, cuánto nos necesitamos unos a otros, pero que frágiles, no estamos tan unidos para enfrentar una situación tan compleja.  Es más, puso de manifiesto las desigualdades lacerantes, la pobreza, la miseria humana que tiene muchos signos, no solo el económico, pero la pobreza material es escandalosa.

Y entonces así como en la historia de los comienzos de nuestra era cristiana hubo una señal fuerte, Juan el Bautista, hoy también hay señales fuertes, que como están mezcladas en los gritos de la humanidad, en los gritos que tal vez tienen más fuerza en el grito, como son los medios de comunicación o un grupito de gente que es la que maneja la comunicación, que no son la mayoría, que gritan más fuerte y que por eso dicen por dónde van los temas, pero hoy sigue habiendo profetas que nos dicen “preparen el camino”.

El Papa Francisco.  sin duda que el papa Francisco es una voz que en el desierto de la pandemia nos dice “preparen el camino”; una voz mezclada entre tantas voces, que muchas veces no de manera ingenua o casual se intenta acallar o debilitar.

Pero también puede ser una voz, el párroco de tu comunidad, que trabaja para hacer presente el Reino y de muchas maneras te está diciendo “prepara el camino”. Tal vez un profeta lo tenés en tu vecindario, una mujer que con su vida se convierte también en una señal de la presencia de Dios o un vecino, o un familiar tuyo.

El señor sigue invitándonos a prepararnos para su presencia transformadora, y ¿cuál es nuestra reacción?

La invitación está y nosotros ¿cómo reaccionamos a la invitación de Dios?, ¿qué hacer para preparar el camino del Señor, qué hacer para estar mejor dispuestos a su presencia?

Me dejo guiar por la Palabra de Dios y en la primera lectura, el profeta Isaías nos decía, nos dice “Consuelen”.

¿Qué hacer para preparar la vida, la personal, la comunitaria, la vida del mundo, qué hacer para que Dios venga y haga su obra, cómo nos preparamos?

Consuelen a mi pueblo, nos decía el profeta, consuelen. Pero no se trata de un consuelo barato, no se trata de una mano que va por el hombro diciendo “bueno, tranquilo esto ya va a pasar”. No es un consuelo edulcorado, adormecedor, una especie de canción de cuna, no es ese el consuelo de Dios.

El consuelo es decir a viva voz que Dios está presente, el consuelo lo trae Dios, él es el que trae la paz, él es el que trae la justicia, él es el que trae la vida.   Entonces es un desafío para la Iglesia de este tiempo, para todos nosotros los que creemos en el Señor y celebramos la Navidad, ayudar a preparar el camino, diciendo que Dios está viniendo, está.

Necesitamos hablar más de Dios, de su vida, de su fuerza, de su misericordia, de su justicia, la presencia de Dios es necesaria para preparar el camino. Y por eso no podemos acallarnos, nuestras voces no pueden silenciarse de Dios,  nuestra vida no puede silenciarse de Dios.

Éste es un tiempo para ponerlo a Dios bien metido en las circunstancias de la historia, aquí en este mundo de pandemia, de desigualdades, de desesperanza, este mundo roto hay que consolarlo con Dios. No con consuelos baratos, no con mensajes superficiales.

 Es un desafío para nosotros que hablemos de Dios con convicción. ¿Cómo nos preparamos? Nos dice la segunda lectura, el querido apóstol pedro que tiene un lenguaje tan sencillo y tan lindo, pero tan fuerte, ¿cómo nos preparamos? Para Pedro el Señor viene, está viniendo, el señor viene, esto para él es una certeza, y dice pedro, “miren que un año o mil años para Dios es lo mismo”.

Para nosotros sí claro, uno dice está viniendo, ya llevamos dos mil años de historia… Pedro dice el Señor está viniendo y su tiempo no es nuestro tiempo, entonces paciencia porque el Señor la tiene, y justamente la tiene para que nos convirtamos, para que nadie se quede sin poder cambiar.

¿Cómo nos preparamos? Viviendo éticamente, viviendo en paz, no con una vida estridente, ampulosa, sino buenas personas. Una vida convertida, como se dice en buen romance, una vida que al llegar a la noche, uno apoya la cabeza en la almohada y duerme en paz, la conciencia no le reprocha, se portó bien, es buena gente.

No se trata de hacer cosas grandilocuentes, se trata de llevar una vida ética.

Nos  preparamos con una vida buena y finalmente el mismo evangelio nos da la clave que es dejarnos sumergir en el espíritu.  Nos preparamos en el espíritu.  Es una paradoja esta, de las tantas que tenemos en la vida cristiana, de las tantas, pero esta es una paradoja de la fe, porque uno cuando dice me preparo, piensa que tiene que hacer mucha fuerza, prepararse implica conversión, cambios y está bien; pero en realidad el mismo Dios nos prepara cuando nos sumerge en el espíritu, es Dios el que nos prepara para recibirlo y entonces hay que dejarse bautizar, dejarse sumergir en Dios, y esto ¿qué significa? Que si yo vivo sumergido en Dios, la lucha de todos los días, la que tenés cuando te levantas para ir al trabajo o para superar la enfermedad, para cuidar a tu familia, para seguir construyendo tu casa, para conseguir tu tierra, la lucha cotidiana no la haces sola, solo, estamos sumergidos en el espíritu, nos preparamos con la certeza de la presencia de Dios en nuestra vida.

 Y entonces como no camino solo sola, como el Espíritu es el que nos sostiene, nos acompaña, nos empuja, vive en nuestra vida, como somos personas espirituales,  -no porque somos piadosas, sino porque vivimos en el espíritu-,  nos dejamos llenar de la vida de Dios y entonces apostamos por la vida,  apostamos por la justicia, apostamos por el fin del hambre, de la desigualdad.

Un político cristiano, un político cristiano que los hay, y no dos o tres, muchos, sumergidos en el Espíritu apuestan por la vida naturalmente. No es un dilema, no es una disociación, es una consecuencia de vivir en el espíritu.

Un empresario cristiano que vive en el Espíritu, que los hay y muchos, seguramente la mayoría,  es un hombre, una mujer que busca generar trabajo, que busca ganar lo que tiene que ganar porque para eso apuesta con su empresa, pero también genera solidaridad, trabajo para muchos.

O un trabajador sea el que sea. Vivir en el espíritu significa no buscar atajos, trabajar, poner el hombro para el bien común.

O el clero, obispos, sacerdotes, diáconos. Vivir en el espíritu significa vivir entregados, totalmente entregados al Reino, sin ningún tipo de mezquindad.

Diciembre en este tiempo tan difícil, terminando el año que todos queremos que el 2020 se termine, el profeta hoy nos dice “Preparen el camino porque el señor está viniendo” y esto es importante.  La Navidad que tiene todo lo lindo de la reunión en familia y el árbol navideño y todo lo que significa la navidad que muchas veces fue tomado por el negocio y el comercio, pero que celebramos con alegría porque a pesar de las dificultades es lindo juntarse, pero Navidad es que Dios irrumpe en la historia para cambiarla y nosotros nos preparamos para esa irrupción de Dios.

Queridas hermanas, queridos hermanos preparémonos para la Navidad, consolemos a nuestro pueblo, Dios está. Dios es el consolador de la humanidad. Preparemos a nuestro pueblo viviendo éticamente, preparémonos sumergidos en el espíritu.