Les propongo que en este tiempo despertemos a una esperanza colectiva

El Arzobispo de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía en el Primer Domingo de Adviento, desde el Santuario de Luján, este domingo 29 de noviembre.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía

Los que seguimos a Jesús, los cristianos, creemos que Dios se hace carne. Jesús es el Hijo de Dios hecho carne, que vive entre nosotros, que nos trae el Reino, nos lo predica, pero lo hace presente, el Reino de Dios; hace una alianza nueva y eterna entre Dios y el hombre y esa alianza la sella  en su Pasión, su Muerte y su Resurrección, la Pascua.

La vida cristiana consiste en estar en Cristo, vivir en Cristo. Por eso a lo largo del año cristiano, la liturgia, la celebración, nos va ayudando a estar más en Cristo. Y por eso celebramos su Encarnación y su Pascua, y todos los misterios de su vida. A lo largo de todo el año, vamos celebrando que el Hijo de Dios se hace carne y que el Hijo de Dios nos salva. La Navidad y la Pascua son las grandes celebraciones del misterio de Jesús y por eso las preparamos con tiempo.

La Pascua la preparamos con la Cuaresma, la Navidad la preparamos con el Adviento.

Hoy comenzamos ese tiempo de preparación a la celebración de la Navidad y si celebramos bien las fiestas del Señor, eso nos hace mucho bien a la fe, por lo tanto a la vida.

Cuanto mejor celebramos a Jesús, mejor nos hace a la fe, nos hace bien a la vida.

Por eso la Iglesia desde siempre dice, “es tan importante la Navidad, que preparémosla”.

Comenzamos hoy entonces ese camino de preparación. Y la actitud de este tiempo de Adviento, que nos invita la iglesia a despertar, a seguir aprendiendo, a tener, la actitud es la ESPERANZA.

Porque el Señor viene, lo esperamos y la esperanza nos hace mucho bien a la vida. No es la ilusión –dejénme que haga esta distinción-. No es la ilusión, es la esperanza. A veces se confunde la esperanza con la ilusión.

La ilusión es fruto de nuestra imaginación, me imagino, me ilusiono, es una creación que yo hago. Muchas veces nos pasa que si se da eso que espero, que deseo, que tengo ganas, que mi fantasía creó, generó, si se da eso, me va bárbaro y entonces estoy bien. Pero si no se da, me frustro.

Muchas veces confundimos la esperanza con la ilusión y la desilusión.

Pero la esperanza está más allá de lo que ilusionamos o nos desilusiona. Porque la esperanza no es algo que yo genero, sino que es de Dios, lo espero a él. Espero en él. Por lo tanto no depende de mí, depende de él. Depende de Dios.

La esperanza cristiana es mucho más que la ilusión. Por lo tanto siempre esperamos, como dice el dicho popular tan sabio “lo último que se pierde es la esperanza”, porque esperamos siempre en Dios, que nos sorprenda.

La esperanza es fundamental para la vida, no sólo para el adviento, para toda la vida.  En este tiempo de adviento nos ejercitamos en la esperanza para tener esperanza siempre.

Les propongo que en este tiempo despertemos en nosotros la esperanza, pero más, les propongo que despertemos la esperanza colectiva, no sólo personal, la del pueblo, la de nuestro pueblo, la esperanza del mundo. Necesitamos despertar a una esperanza de todos, una esperanza colectiva.

Hoy Jesús nos invita a pensar a través de esta párabola en que para esto tenemos que estar despiertos o como dice aquí en el ambón, vigilantes, prevenidos, atentos.

La parábola es una comparación. Jesús dice que el señor se va de viaje y deja a sus trabajadores y al portero, a cada uno en su tarea. Y les dice “Estén atentos a la venida del Señor, porque a ver si los encuentra dormidos, cada uno distraído”.

El Señor nos dice, “estén atentos, vigilantes, a la venida”. La parábola de ese dueño de la casa. “Estén atentos a la venida de Dios”, nos dice Jesús.

Ustedes saben –y a ver si lo puedo decir fácil-. Nosotros hemos celebrado la Navidad, ya se celebró la Navidad en Belén. Celebramos que Jesús ya vino, se hizo hombre; y esperamos que algún día venga definitivamente.

Vino, se hizo hombre, vendrá al final de los tiempos, ya glorioso; pero ahora está viniendo. El Señor Resucitado siempre está viniendo a nuestra vida.

¿En qué consistiría despertar la esperanza? En reconocer las venidas del Señor. En que el Señor está  como nos decía el profeta Isaías en la primera lectura. Está cercano, el Señor siempre está en nuestra vida, es cercano. Nosotros podemos dar testimonio que esto es así, porque hemos experimentado la venida, las venidas del Señor en nuestra vida.

Si a mí me dijeran “Jorge, pero eso es un cuento”, yo podría decir, no es un cuento. Yo lo experimenté. Yo experimenté la venida del Señor en mi propia vida, y no una vez, muchísimas veces, descubrí que el Señor está presente, en mi vida y en la vida.

Esto no es una ilusión, es real. Saber que el Señor ha venido y viene me estimula la esperanza, me deja en una actitud de vigilancia, de prevención. Sé que esto es real.  Sé que esto no es un cuento de hadas.

Entonces, ¿cómo podemos despertar la esperanza colectiva?

Visibilizando la presencia de Dios en la historia. Esta es una tarea de los cristianos, es nuestra. Esto no se lo podemos pedir a alguien que no cree.  Esto es el testimonio que tenemos que dar, ahí donde estamos, en nuestra casa, en nuestra vida. Nosotros podemos decirlo que el Señor vino en las distintas circunstancias de mi vida; a veces en circunstancias lindas, a veces en circunstancias difíciles, pero cuando el Señor viene, cambia la vida, la transforma, la renueva, te da fuerzas.

El Señor no viene de manera catastrófica. Nosotros no esperamos que venga la catástrofe. Cuando viene Dios no viene el temor, la amenaza. Cuando viene Dios viene la vida, la salvación, viene el niño envuelto en pañales, la ternura, la misericordia.

Nosotros no somos de esas sectas que predican que cuando viene Dios tenemos que temblar.

Cuando viene Dios es lo mejor que nos puede pasar, es algo lindo, es algo hermoso, es algo que te llena la vida la presencia de Dios.

La esperanza es dar testimonio de que Dios está. Yo pensaba en algunas cosas simples.

En este tiempo de la Iglesia, las parroquias de nuestra arquidiócesis, en toda la Iglesia, este es el tiempo de las primeras comuniones. ¿Ustedes creen que eso no es venida del Señor? Lo que significa una Primera Comunión en la vida de un niño, de una niña, en la vida de una familia ¿eso no es una Navidad? ¿Eso no hay que celebrarlo? En algunas casas, en algunas familias, es una experiencia de profunda transformación, porque hubo un encuentro con la Palabra, hubo un encuentro con la comunidad eclesial, hubo un encuentro con la gracia. Hay muchas cosas dentro de la Iglesia que son venidas, presencias del Señor y eso hay que visibilizarlo.

Pero pienso en tantas experiencias también de solidaridad que se dan entre las personas, dentro de la Iglesia y fuera de la Iglesia, en donde uno no puede no reconocer que ahí está el Señor.

Siempre recuerdo una experiencia vivida con mi padre, yo ya era obispo. Mi padre se sentía mal y lo llevé a una guardia de un hospital de la Provincia. Y la guardia realmente era un lugar tremendo, de pocas camas, había gente en los pasillos. Estábamos en un cuartito, le hicieron un electro, lo sacaron y yo me pude quedar con él y estuvimos como tres horas, esperando los resultados de la sangre. Y ahí pude ver lo que estaba pasando en esa guardia de ese hospital, lleno de gente, heridos. Llegó un señor de la calle, en estado tremendo y justo lo pusieron en el cuartito donde le habían hecho el electro a mi padre. Y entonces ví y escuché.

Y entonces ví y escuché una enfermera, que atendió a este hombre como si fuera la Madre Teresa de Calcuta, con una delicadeza, con una generosidad, con una compresión, con un trato exquisito. Y eso me hizo ver todas las enfermeras, enfermeros, médicos que están en la guardia y vi gestos de alta humanidad. Y adentro mío pensé ¿si aquí no está el Reino de Dios, donde estará? Tanto es así que tenía un rosario bendecido por el Papa Francisco, y como había estado mucho tiempo, pude descubrir quién era el jefe de la Guardia y me acerqué, le dije que yo era sacerdote y que había estado con mi padre y que quería agradecerle esa actitud y le regalaba el rosario bendecido por Francisco.

Les aseguro, se los digo de corazón, todo ese tiempo que estuve ahí no podía dejar de agradecer que en esa circunstancia, hubiera tanto cariño por la gente, era un lugar de desborde total. Sin embargo estas personas estaban al pie del cañón, dando lo mejor de sí.

Eso es el Señor que viene. Si tuviéramos ojos de fe y de esperanza, estoy seguro que podríamos verlo en muchas circunstancias de nuestra Argentina y de nuestro mundo.

Despertar la esperanza colectiva significa visibilizar eso.

Se me ocurre también. ¿Cuánta gente a la mañana se levanta, con muchos motivos para tirar la toalla? Y sin embargo se levanta, con una fuerza interior, que es capaz de salir a la calle y luchar la vida y hacer el bien, y hacer el bien, bien. ¡Cuánta gente sencilla, oculta, nunca va a estar en los medios de comunicación, nunca será reconocida más que en su propio grupo, cuánta gente entregada!. Si ahí no está el Señor…

Si descubrimos la presencia de Dios, esperamos, lo esperamos, lo necesitamos. Nos despierta entonces una actitud distinta.

Llegamos a fin de año de un año dificilísimo. Cuánto más difíciles las circunstancias, más fácil el pesimismo. Lo contrario a la esperanza. Cuánto más difíciles las circunstancias, más fácil la desesperanza.

Y entonces los que creemos en el Señor y tenemos experiencia de su presencia, en conciencia y por gracia de Dios, estamos invitados a ver las cosas de otra manera.

No quiero ser crítico –porque vieron que es fácil criticar los medios de comunicación. No quiero entrar en eso. Pero ciertamente la esperanza no vende, no es negocio. El negocio es lo trágico, lo que vende es lo trágico. Por ejemplo, ayer mucha gente salió a la calle diciendo “estamos a favor de la vida”, ¿ustedes lo vieron hoy a eso traducido en los medios de comunicación? No se visibilizó.  Se ocultó.

Uno creería que muchas cosas que ayudarían a una esperanza cierta nos haría mucho bien conocerlas. Pero no están y no van a estar.  Es un trabajo entonces, como diría el Señor, “estén atentos, estén despiertos, sean comunicadores” de algo distinto, de algo nuevo.

Al llegar este momento del año, en donde estamos cansados y todos queremos que este año ya termine y comience un año distinto, el Señor, justamente a nosotros, los cristianos, nos está invitando a la gracia de la esperanza.

Por eso, las invito, los invito a despertar. ¿A qué? A la presencia del Señor, que está. Animémonos a verlo y a que otros también lo vean al Señor; la gracia, la mano de Dios pasando por la historia, animémonos.  Nos va a hacer mucho bien a todos.

Vamos a pedirle al Señor que nos de esta gracia, esta fortaleza, esta valentía, de vivir en Dios, vivir con Dios y esperarlo.