El Arzobispo de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía en la IV Jornada Mundial de los Pobres en el Domingo XXXIII del Tiempo durante el año, desde el Santuario de Luján, este domingo 15 de noviembre.
El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía
El papa Francisco en la última encíclica “Fratelli Tutti”, “Todos hermanos”, nos invita a soñar con un mundo más fraterno. Un sueño que nos merecemos soñar. Un mundo más fraterno es un mundo más humano.
El Papa nos invita a pensar la fraternidad teniendo en cuenta como una dinámica de la vida. Recuerden estas palabras: cerrado- abierto.
Entonces el Papa nos dice, “si nos cerramos, no hay fraternidad”. Para que haya fraternidad, necesitamos abrirnos. Y si estamos pensando en una fraternidad universal, no una fraternidad entre amigos, si estamos pensando en un mundo que tiene -para ser más humano-, ser más fraterno, necesitamos pensar una fraternidad muy grande, muy abierta, más allá de los límites que nosotros nos imponemos.
Uno podría pensar cuáles son las cosas que nos encierran y nos impiden la fraternidad. En el primer capítulo, el Papa ensaya algunas, -porque los análisis de la realidad siempre son escasos, y en pocas páginas no se puede pretender mucho-, dice algunas cosas que son significativas.
El mundo se va cerrando porque crece la desesperanza, nos vamos desesperanzando. El mundo se va cerrando porque hay una fuerte polarización, entre los pequeños grupos, países, en el mundo, se rompe el diálogo, no hay puentes, no hay cultura del encuentro. El mundo se cierra porque no ve al otro como una persona, la descarta, la sacrifica. El mundo se va cerrando porque hay mucha desigualdad y esa desigualdad llevó a nuevas esclavitudes. El mundo se cierra porque la ética social se deteriora y , porque los valores espirituales también se van debilitando.
Nosotros los cristianos, los que creemos en Jesús, tenemos que pujar, como si fuera un parto, la fraternidad. Tenemos que pujar, para que se rompa esa cerrazón. Sino no hay parto, no hay alumbramiento de nueva fraternidad. Tenemos que pujar, hacer fuerza, para abrirnos al otro, a los otros.
¿Cuáles podrían ser las razones? Hoy el evangelio nos da una pista que me parece lindísima para abrirnos, no cerrarnos.
Recuerden que estas parábolas, que comenzaron en el capítulo 24 del evangelio Mateo, y hasta el capítulo 25 que vamos a leer el domingo que viene, están dichas por Jesús en el contexto donde les dice a sus discípulos “Miren, este Templo,- el Templo de Jerusalén-, se va desmoronar”. Y los discípulos dicen “Cuándo, cómo”. Jesús dice: “habrá signos, porque toda la naturaleza cruje, el mundo, todo es difícil, pero – no lo dice así literalmente, pero lo da a entender – desde la Resurrección hasta el día final de todo, que ese día lo sabe el Padre, nosotros tenemos que predicar la Buena Noticia, hacer que el Reino se dilate, y estar vigilantes”- nos decía el domingo pasado- y nos dice hoy “haciéndonos cargo del don que Dios nos da”.
Esta párabola de los talentos es una parábola, una comparación. Hoy podríamos decir otra, pero las parábolas de Jesús tienen una fuerza enorme.
En la parábola la comparación es un hombre, que tiene muchas posesiones, pero las da, las reparte, a aquellos que considera administradores de acuerdo a sus capacidades, a uno diez, cinco, dos. No importa la cantidad, de acuerdo a cada uno.
Entonces cuando vuelve, los primeros multiplicaron los bienes, los talentos. El Señor les dice, “Vengan, participen de la fiesta”.
Y el último tiene miedo, porque sabe que es exigente, entonces guarda el talento, no lo multiplica. A ese se lo retira. Su miedo lo encerró, su futuro, su destino, es una soledad enorme, un encierro enorme, la soledad infinita. Es una parábola, es una comparación.
Jesús nos está diciendo: “En este tiempo de la historia, todos recibimos dones de parte de Dios, todos. El último tiene miedo porque sabe que es exigente, pero fíjense qué interesante. El miedo no le permite ver el don, se queda en la exigencia, pero no puede ver el don, no puede ver las propias capacidades, deja de crecer, se encierra.
¿Cuál es la razón que nos da Jesús en el evangelio para abrirnos? Que Dios nos ha regalado dones, y que todo lo que tenemos es un regalo de Dios, un don de Dios, y a nosotros nos corresponde administrarlo bien.
La vida, los vínculos, la familia, el trabajo, lo mucho, lo poco, todo lo que tenemos es un regalo, y como es un regalo, como no somos dueños, como somos administradores de todo, incluso de la propia vida, -porque si alguien se cree dueño de su vida, sabe que es por poco tiempo- , y como todo es un regalo, si lo vivimos y lo sabemos vivir como regalo, lejos de encerrarlo, apostamos, arriesgamos, compartimos, nos abrimos.
El Señor hoy es el primero que puja para generar algo nuevo. ¿Y qué razón nos da? No te aflijas, tenés un don, sos un don, tu vida es un don, vos sos un talento, anímate, arriesgá, no te cierres, no te encierres.
En el momento que uno puede percibir por gracia de Dios que uno y lo que tiene es un don, es un regalo, un regalo que no le pertenece, algo adentro lo anima a animarse.
Me gustaría decir algo de la primera lectura del libro de los Proverbios, corresponde a los libros de la sabiduría del Antiguo Testamento, y que hoy se habla de una mujer, que es estupenda ama de casa. Entonces es digna de alabanza, ¡qué bárbara esta mujer, que llena de dones está, cuántos talentos!. Pero dice que la mujer que es una buena hacedora de trigo y que hace la lana, abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente, lo que el Papa nos propone hoy como lema de esta Jornada Mundial de los Pobres.
Y cuando leía este texto pensaba en María la Virgen, en la Virgencita de Luján. Estamos en su casa. No podía dejar de ver a la Virgen, una mujer pequeña, humilde, pobre, que se dejó llenar del don de Dios, y lo dio, lo entregó y así explotó la multiplicación de lo que María llevó en su vientre.
Queridas hermanas, queridos hermanos. Es un tiempo intenso de la historia, en donde estamos con tantas exigencias y algunos con muchísima carga a cuesta. No son tiempos fáciles y para algunos son tiempos muy difíciles, de mucha angustia. Pero hoy la Palabra nos invita a descubrirnos como dones y a ser capaces de compartir lo que somos y lo que tenemos. Y muy especialmente a la Iglesia se nos invita a compartir los dones con los más pobres, los más necesitados. Todos los dones, todo lo que tenemos, porque tenemos los dones espirituales, los dones materiales, todos los dones.
La Iglesia, y especialmente la Iglesia en América Latina viene haciendo un camino, y su opción preferencial por sus pobres. No hace muchos años, 50 o 60 años, la pastoral con los pobres era “para los pobres” y así creció cierto asistencialismo y cierto paternalismo en la Iglesia.
En algún momento descubrimos que tenía que ser una pastoral “desde los pobres” para descubrir sus necesidades, y no tanto “para”, sino “desde”. No es entonces lo que a mí me parece, sino lo que el otro necesita.
Últimamente la Iglesia va descubriendo que su camino es “con los pobres”, no es para ni desde, es “con”; son la Iglesia y son una parte privilegiada de la Iglesia porque el Señor los puso ahí, el Señor se identificó con los más pobres, Jesucristo puso a los pobres en el centro de la Iglesia. No es una opción sociológica, es una opción del Señor y nosotros no tenemos otro camino que el camino del Señor.
Él nos ha invitado a caminar con los pobres. La Iglesia no quiere trabajar para que los pobres sean pobres siempre. La Iglesia es hermana, porque son la Iglesia.
Cuando se nos dice eso, los que piensan así, se quedaron en una actitud que la Iglesia superó hace 60 años.
Vamos a pedirle entonces al Señor que nos regale vivir con la alegría de los talentos, que aunque a veces nos pesa, seamos capaces de abrirnos, y así multiplicarlos.
Hoy me puse este gesto, que es propio de los Arzobispos, el palio, que es como la oveja que se carga, como una invitación a ser una Iglesia con olor a oveja. Lo cargo en nombre propio, pero también en nombre de esta Iglesia Arquidiocesana de Mercedes- Luján para que todos carguemos en nuestra Iglesia con los más pobres, con, no para ni desde, “con”, caminemos con los más pobres.