Dejémonos sacudir por el Evangelio

El Arzobispo de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía en el Domingo XXVI del Tiempo durante el año, desde el Santuario de Luján el domingo 27 de septiembre de 2020.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía

Los tiempos que vivimos podríamos compararlos metafóricamente con un tsunami, un terremoto, esas experiencias donde uno siente que le pasa por arriba la realidad y todo se cae, se desmorona y no es fácil reacomodarlo. Son tiempos muy intensos para el mundo y cada uno de nosotros intenta ubicarse, reubicarse.

Adentro de cada uno de nosotros hay muchas imágenes, muchos pensamientos, muchos sentimientos y es todo un desafío entonces sostener una vida coherente, una vida con sentido, con orientación y no hacer algo que tal vez es lo que tenemos más a mano, que es acomodarnos e ir zafando. Acomodarnos a la situación y zafar; es decir, bueno que las cosas pasen y suerte.

Es una forma de vida que, tanto en lo personal-si así lo viviéramos-, en lo familiar, en lo eclesial o en lo nacional nos iría degradando. La degradación que vivimos nos va llevando a un sinsentido de las cosas y entonces “sálvese quien pueda, como pueda”. Pero Jesús siempre va a apostar a que nosotros, desde el centro de nuestro ser y de nuestra existencia, no perdamos el rumbo. Porque lo que el Señor desea para nosotros es que seamos personas plenas. Esto no lo tenemos que olvidar nunca. El Señor desea que seamos personas que vivamos la vida con dignidad, con plenitud, en toda circunstancia, también en esta circunstancia.

En la cruz, Jesús no pierde dignidad, aún desfigurado físicamente. La entrega de Jesús fue tan grande, tan grande su amor, que eso lo glorificó, lo lleno de una luz más importante que aquella que tuvo en su Transfiguración delante de los apóstoles. Entonces Jesús va a apostar a esto. Siempre que escuchamos la Palabra los domingos, en nuestro corazón tiene que estar esta seguridad, esta certeza. El Señor quiere que nosotros no nos perdamos, no nos degrademos, al contrario, vayamos creciendo en dignidad y en plenitud, más allá de toda circunstancia.

El Evangelio de hoy sigue en el ámbito de la viña y el domingo que viene también va a haber una parábola y el contexto es la viña. Para el pueblo de Israel la viña era el pueblo.  Es una parábola la que nos viene diciendo Jesús.  En aquel tiempo, los que escuchaban a Jesús entendían que no era sólo una metáfora abstracta, estaba hablando de Dios y el pueblo, lo que Dios quiere con su pueblo, con el pueblo de la Alianza.

El domingo pasado se nos decía que el propietario de la viña salió a contratar a distintas horas del día y entonces todos obedecieron, todos dijeron “sí voy”. Obedecieron lo que el dueño de la viña les pedía y a la hora que se los pedía. Hoy, el que sale a proponerle a los hijos es su padre, y estos dos hijos tienen distintas reacciones. El primero dice que no quiere ir a trabajar, que no va a obedecer al padre, pero después va y hace. Y el segundo no, el segundo dice “sí sí, voy a trabajar, pero no va”.

Entonces Jesús les pregunta a sus interlocutores que eran los sumos sacerdotes, los ancianos del pueblo, es decir personas religiosas, sabias, ¿qué les parece a ustedes? ¿Quién cumplió la voluntad del Padre? Todos nos damos cuenta de que Jesús está hablando del Padre y de su pueblo. Claro, los doctores, los ancianos y los sumos sacerdotes dicen el primer hijo, -aunque en el primer momento dijo no-, después reaccionó, dijo sí, ese cumplió la voluntad del Padre.

Entonces Jesús va a decir esto que es muy fuerte, que yo creo que hoy no tenemos las agallas de decir cosas tan fuertes nosotros. Jesús dice “Miren, las prostitutas, los publicanos -que eran los cobradores de impuestos y que no eran solamente “malas personas” por cobrarles los impuestos a los judíos para dárselos a los romanos, los judíos que cobraban los impuestos a sus congéneres, a sus compatriotas, para dárselos a los romanos, sino que eran impuros porque estaban en el mundo pagano igual que las prostitutas, gente impura, diríamos gente de la peor calaña, gente que no estaba aparentemente ni cerquita de Dios- van a estar primeros en el Reino de Dios-“

Porque esta gente escuchó a Juan el Bautista que habló de conversión, habló del Reino, de la presencia de Dios y entonces abrieron los ojos, se conmovieron y cambiaron el camino. Pero ustedes, autoridades religiosas,  no se convirtieron ni escuchando a Juan, ni siquiera viendo el ejemplo. Son como el segundo hijo, que dicen sí sí sí, aparentan una vida religiosa pero no hacen la voluntad de Dios.

Jesús le está diciendo a su pueblo que el desafío para la vida es la voluntad de Dios, hacer la voluntad de Dios. Y así como el domingo pasado, la obediencia a la voluntad de Dios era en cualquier momento que Dios llama, hoy se nos invita a pensar cómo es nuestra actitud con la voluntad de Dios.

Porque el desafío es reaccionar, el desafío es abrir los ojos cuando Dios nos invita a cambiar la vida. La voluntad de Dios no es solo que dejemos de pecar, eso está bien. Eso está claro, eso es lo mínimo. La conversión moral y ética a la que nos invita Jesús es lo mínimo, no es lo más, lo más es hacer la voluntad de Dios, que es mucho más que no pecar.

Por supuesto que el evangelio de Jesús es una invitación a ser buenas personas, a superar el propio pecado, a no ser personas corruptas, contumaces en el pecado. Por supuesto que el evangelio de Jesús es una sacudida para nuestra conducta cotidiana y siempre nosotros estamos frente al evangelio de Jesús, pensando cómo es la propia vida.

Pero no pecar no es lo más que nos propone Jesús, eso es lo mínimo, es el piso, no es el techo, el techo es hacer la voluntad de Dios. Que además de no pecar, es tener una actitud frente a la vida. Los doctores, los sumos sacerdotes y los ancianos, los fariseos y toda la casta religiosa de la época de Jesús, aparentemente tenían superado el pecado, eran como el segundo hijo.  Sí sí sí, voy. Personas que cumplían con las reglas del culto, con las reglas religiosas, pero el corazón no estaba en Dios, el corazón no estaba ni cerca de cumplir la voluntad de Dios. 

Por eso hacían trampa, pero no se la hacían a Dios, porque a Dios no le hacemos trampa, se la hacían a sí mismos, se mentían, se fabricaban una estructura religiosa y de vida mentirosa, hipócrita- Y Jesús va a ser crítico con esa actitud de vida hipócrita, en la cual aparentemente somos muy de hacer la voluntad de Dios, aunque no hagamos pecado pero nuestro corazón está lejos de la voluntad de Dios. Y por eso Jesús llama la atención y muestra la actitud diferente de esta gente muy pecadora, impuros, prostitutas y cobradores de impuestos, pero que reaccionan y no solamente dejan el pecado, sino que siguen a Jesucristo, creen en él, se ponen en camino de una conversión que es mucho más que no pecar.

En estos tiempos entonces en donde todo se mueve, y tenemos que reordenar la vida, el evangelio de hoy nos invita a reordenarla de verdad y  el sacudón que estamos viviendo, es una oportunidad.

Porque hay un tipo de forma de vivir el cristianismo, hay un tipo de forma en la  que cualquiera de nosotros, me incluyo, puede quedar como atrapado. Hay una forma de vivir lo cristiano que es, yo me confieso, practico el culto, y ya está. Pero hoy el evangelio nos dice que no alcanza para encontrarle el sentido a la vida, eso es lo mínimo, no alcanza. Necesitamos hacer la voluntad de Dios, que además de no pecar, de confesarnos y de practicar la fe e ir al culto implica un seguimiento de Jesús que siempre es servicio, entrega, caridad.

Se cuelan entre nosotros formas, estilos de vida cristiana intimistas, individualistas, en donde cada uno de nosotros  arregla su conciencia con Dios y se siente tranquilo. Corre el riesgo, serio riesgo, de ser como el segundo hijo, “sí sí sí padre voy, pero no va”. Se cree hacer la voluntad de Dios pero no la hace-

Entonces queridas hermanas, queridos hermanos, dejémonos sacudir por el evangelio. Porque las circunstancias nos sacuden y nos desordenan, nos dejan todo patas para arriba y muchas veces estamos desorientados.

Pero esta sacudida que nos hace Jesús es distinta, no es ese tsunami, ese terremoto de las circunstancias. La sacudida que nos está haciendo Jesús es para que nosotros abramos los ojos, nos demos cuenta, reaccionemos, como las prostitutas y los cobradores de impuestos de la época y que esa reacción nos lleve a desear más, a ser personas con mayor capacidad de integridad, moral, espiritual, sobretodo con mayor capacidad de hacer lo que hizo Jesús, que es entregar, entregarse, entregarnos.

Los invito a dejarnos cuestionar por este evangelio que busca lo mejor. El Señor no busca para nosotros otra cosa que lo mejor, pero lo mejor es más, no es mínimo. Entonces no nos conformemos con no hacer lio, con no meter la pata, con practicar la fe, no nos conformemos, puede ser un auto engaño. La voluntad de Dios es más que eso.

Pidámosle al Señor en este día que nos regale la gracia de ser obedientes a su voluntad y hacerla de corazón.