La clave de la inclusión es el bien y la salvación del otro

El Arzobispo de Mercedes Luján + Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía en el Domingo XX del Tiempo durante el año, desde el Santuario de Luján, el domingo 16 de agosto. Compartimos su homilía.

Homilía en el Domingo XX del Tiempo durante el año

Luján, 16 de Agosto de 2020

¿Qué pasa si necesitás algo y el que te lo tiene que dar te cierra la puerta? Alguna vez, seguramente a todos nos ha pasado,  hemos sentido rechazo. Hay gente que esto lo vive seguido, que queda excluída. ¿Cómo reaccionarías frente a esta situación? Es bueno preguntárselo, porque nos ayuda a tomar dimensión de lo que significa quedar excluída, excluído.

Te invito a que en esta Eucaristía en que estamos rezando con fuerza: “Señor, ayúdanos”, pensemos en personas que pueden quedarse afuera de la terapia intensiva, golpear la puerta y no ser escuchados. Pero también pensemos en migrantes, que no tienen lugar a dónde ir, pensemos en niños, que no tiene platos de comida y en tantas situaciones humanas, en tantos gritos humanos y en tantas personas en el mundo que piden y no son escuchadas.

El Evangelio de hoy de hoy nos da una clave muy importante frente al tema de la exclusión y la inclusión.

Jesús generalmente predicaba en Galilea, que era la región del pueblo de Israel. Pero el evangelista Mateo nos dice que se va afuera de Galilea, a una ciudad que hoy estaría muy cerca del actual Líbano, ciudad histórica. En ese momento allí vivían los que eran considerados paganos; otra cultura, otra religiosidad o no. Y cuando se quería hablar despectivamente de ellos, el apodo era perros. Y Jesús va ahí.

Y una mujer pagana se le acerca pidiéndole compasión por su hija. Una mamá desesperada, escuchó hablar de Jesús y se acerca; como tal vez escuchó que hizo con otros. Sabemos lo que hace una mamá por una hija o por un hijo.

Y llama la atención que el Señor hace silencio. Es raro el silencio de Jesús. Nos lo va explicar el Evangelio. Y más contradictorio es cuando los apóstoles, los que están en la escuela de Jesús, le dicen que por favor la despida porque ya cansa con sus gritos.

Y la mujer insiste, es perseverante: «Señor, te lo suplico, ayúdame”.

Entonces el Señor va a decir un proverbio, un refrán, que da la explicación de su silencio. Le dice: “No está bien que en una casa, los cachorros, tomen el pan de la mesa familiar”, es decir, en una casa, hay jerarquía, hay prioridades. En el plan de Dios también. La prioridad es que yo reúna al pueblo de Israel.

El primer momento de la evangelización  es ese; el segundo, es el momento apostólico, llevar la salvación a todos, también a los paganos. En la segunda lectura, Pablo se asume como apóstol de los paganos, Apóstol de la misericordia.

Jesús cariñosamente trata de explicarle a esta mujer el plan de Dios y el por qué de su silencio. Pero la mujer, con otro refrán, le vuelve a pedir al Señor de nuevo. Imaginemos esta escena llena de dulzura de parte de ambos.

La mujer entonces dice, “al menos una migaja, porque los cachorros comen de lo que cae de la mesa de los hijos. Entiendo el plan, pero mi hija necesita de Dios”.

La fe y la humildad de esa mujer, lo mueve al Señor a cambiar. Y entonces el Señor cambia el plan de Dios y a ella, le concede lo que pide con fe.

¿Cuál es la clave de la inclusión? El bien y la salvación del otro.  Hasta Jesús es capaz de cambiar el plan de Dios, por el bien y la salvación del otro.

Para nosotros la inclusión no es una cuestión estratégica, ideológica; es una cuestión evangélica. Esto está en la médula del plan de Dios, y del principio evangélico del amor al otro. Por el bien y la salvación del otro, modifico lo mío.

Tenemos que revisar nuestras maneras, porque a veces nuestro modo es apropiarnos de las cosas materiales y espirituales. Nos apropiamos de las personas, de las comunidades, de las parroquias, de los planes de evangelización, de la misión, nos hacemos dueños de las cosas de Dios.

Muchas veces nosotros nos sentimos los dueños de Dios y decimos quien se puede acercar a Dios y quién no. A veces nuestros criterios no son los de Dios.

Jesús cambia el plan por el bien y salvación. Y nosotros muchas veces nos apropiamos hasta de las cosas sagradas. Y eso tiene que ver con nuestras inseguridades y nuestras ansias de poder. Y muchas veces lo manifiesto y la manifestación de mi poder, es decir: “sí podés”, o “no podés”. Y abrimos y cerramos puertas según nuestro criterio. Y esto no es  lo que el Evangelio de Jesús nos invita a vivir.

Estamos invitados a hacer lo que hace el Señor, que pone condiciones mínimas, no máximas.

Cuando uno pone condiciones exige tanto de los otros, que quedan afuera, los dejamos afuera.

La exclusión puede ser del otro, pero mucho es de nosotros mismos.

Hoy el Evangelio nos invita a tratar de ir a los criterios más profundos de nuestro corazón y de nuestras convicciones. Y es muy importante que el bien y la salvación del otro, nos ponga en una dinámica pastoral y de vida que nos ayude a dejar que Dios se manifieste y salga a dónde El quiera y a quien Él quiera.

Esto que decimos para la Iglesia, lo decimos también para la nación. Es tiempo de incluír, de estar juntos, es tiempo de criterios nuevos capaces de dejar lo propio en un diálogo fecundo, constructivo, inclusivo. Nos merecemos salir adelante todos juntos, no con mayorías que quedan afuera.

Pidamos al Señor que es tan creativo, espontáneo, que es tan capaz de hacer cambios en el plan de salvación, que nos dé esa originalidad; cuando estamos frente a los otros; porque tal vez de esto depende la salvación de muchos.

La persona que queda excluída queda sin lugar, sin sentido de pertenencia, sin sentido existencial. Pidamósle al Señor que nos de esa creatividad.