El Arzobispo de Mercedes Luján, +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía en la celebración de la fiesta patronal de la Parroquia Cayetano de Chivilcoy, este viernes 7 de agosto, acompañado por el párroco Pbro. Luis Alvarado.
Comenzó diciendo “Es un escándalo que en la Argentina haya hambre, que tengamos casi siete millones de niños en la pobreza, que el cincuenta por ciento de nuestra población sea pobre, familias sin trabajo, sin tierra sin techo”.
Durante la homilía, manifestó: “Hay un tema en el Evangelio que es clave para interpretar el pensamiento de Jesús, cómo Jesús pensaba el mundo, la vida, el Reino de Dios.
Pablo VI buscó una forma actual para hablar del Reino de Dios y lo llamó la civilización del amor; el Reino es el sueño de Dios, su proyecto, la voluntad de Dios en la historia, aquí. Nos dice Jesús que el Reino ya está”.
Haciendo referencia a al capítulo 13 del Evangelio de Mateo que leíamos unas semanas atrás, reflexionó: “El Reino está, convive con el mal, pero crece desde adentro de la vida y de la historia. Y el que lo encuentra, deja todo, vende todo, se compromete”.
“El Reino, es el sueño de Dios de un mundo fraterno, de una vida digna, para toda mujer, para todo varón. Es esta tierra que habitamos todos en donde podemos vivir, crecer, con plenitud, humana, y además con r elaciones de fraternidad, de justicia, de reconciliación, de paz.
El no Reino, el anti-reino, rompe el sueño de Dios, entonces es injusto, violento, no es fraterno, divide.
El texto del evangelio que acabamos de leer, nos invita a vivir despojados, en las manos de Dios, confiando en la Providencia, y termina diciendo que lo importante es el Reino de Dios y todo lo demás se nos va a dar por añadidura.
Entonces Jesús hace una revelación fundamental “No teman, pequeño rebaño”, porque Dios, el Padre, ha querido darles el Reino.
En el evangelio, el rico es el rico material pero que además se cierra, se cierra a Dios y no comparte. El pobre en cambio, es el pobre material, pero que puede ser rico, porque confía en Dios, se abre a Él, y al confiar en Dios, al dejar que el Reino se haga presente en su vida y en su historia, aún no teniendo bienes materiales, esa confianza en Dios le da una riqueza que lo hace poseedor del Reino de Dios ya ahora.
No hay que esperar que el sistema cambie, que el mundo cambie. Ya ahora el Padre ha querido darles el Reino a los pobres, a la gente sencilla, los humildes.
A lo largo de la historia el cristianismo ha hecho de esto una forma vida, y esta es la predicación central del Evangelio, de la Iglesia, y no podríamos tener otra predicación, porque es la de Jesús.
No es esto una predicación política, sociológica o ideológica; es una predicación evangélica, Jesús ha hecho esta opción. Los pobres materiales que se abren a Dios poseen el Reino.”
Celebramos San Cayetano en un mundo que se ha complejizado para las mayorías. Hay una minoría que no, pero para las mayorías humanas se ha puesto muy difícil. Las estadísticas son abrumadoras, entristecen, duelen en el alma. Los pobres, los niños. En estos cinco meses se perdieron 431.000 puestos de trabajo, es un número terrible, dolorosísimo.
El evangelio nos dice “De ustedes es el Reino”. ¿Qué significa ser cristiano en este tiempo, en esta celebración donde pedimos pan y trabajo?
1.- Volver a apostar por la confianza en Dios. Para nosotros la confianza en Dios no es vergonzante. Es la clave de nuestra existencia y por más que muchas veces parezca contradictoria y el ambiente sea pesimista, seguimos apostando por la confianza en Dios, estamos abiertos a Dios y no nos da vergüenza pedirle a Dios pan y trabajo, confiamos en El. Hacemos de la confianza en Dios un estilo de vida.
Y entonces nos ponemos frente al santo y para nosotros es una actitud existencial, le pedimos que por su intermedio Dios que nos de la fuerza para el pan y el trabajo, que es lo mínimo, esencial para la vida humana.
2.- Redoblamos una actitud de la buena gente que es el compartir. No tenemos mucho pero nos animamos a compartir. Nos enriquecemos compartiendo. Apostamos a otra riqueza, la solidaridad, y uno siente que de este pueblo argentino, dolido históricamente, donde a medida que va pasando el tiempo se van acentuando los problemas, renace la solidaridad. Aparecen familias muy empobrecidas, -lo he visto con mis ojos, he estado con ellos- que con fierros y unas ollas cocinan en ollas para dar de comer al vecindario. Y si eso no es el Reino, el compartir, ¿còmo lo llamamos? Desde la fe ahí esta el Reino.
He visto actitudes de dolor y angustia en las personas, pero también de mucha paz y alegría en las personas que se ponen al servicio, que son del mismo barrio.
Leo las noticias y me agarra angustia y voy entre la gente, y siento esperanza. El compartir levanta la esperanza. Agradecemos a Dios que haya personas que tengan ganas de hacer experiencia de solidaridad, de compartir.
3.- Finalmente en este tiempo ser cristianos, confiar, compartir, es un tiempo para ser pacíficamente fuertes; no violentamente fuertes. El Señor nos ha dado el Reino, que está en nuestras manos. Nosotros optamos por la paz, por una forma de vida pacifica que busca la reconciliación, la fraternidad, el diálogo. La fuerza no está en la violencia. La fuerza está en la paz. Entonces somos capaces de levantar los brazos y no de bajarlos de manera resignada. No se trata de resignación ni de violencia. Se trata de fortaleza para decirle a Dios. “Señor necesitamos pan y trabajo, confiamos en vos”.
Pero también fortaleza para exigirle a los que toman decisiones que las tomen bien. No es tiempo ni para la corrupción ni para el egoísmo, ni para los privilegios personales. Son tiempos para pensar en el bien común.
El plan de Dios es la fraternidad humana, la dignidad, es que todos nos podamos sentar a la mesa de la vida digna.
Celebremos a San Cayetano como nos pide Jesús en el Evangelio; con confianza, con capacidad de compartir, y con una fortaleza que nos da esa seguridad, esa paz. Comprometámonos con el Señor.