El Arzobispo presidió la Eucaristía este domingo 15 de marzo a las 19 hs en la Curia, en una celebración privada, acompañado de los seminaristas del Seminario Arquidiocesano «Santo Cura de Ars», que se transmitió en vivo por el Facebook del Arzobispado y por Radio Santa María 88.1 de Mercedes. Compartimos la homilía en este tercer domingo de Cuaresma ( Juan 4,5-42)
HOMILIA EN EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA
Capilla de la Curia – 15 de Marzo de 2020
+Mons. Jorge Eduardo Scheinig
En el camino hacia la Pascua, la palabra del Señor nos va preparando. El domingo que viene será la luz, la curación del ciego, y el domingo anterior a la Semana Santa será la resurrección de Lázaro, la muerte, la vida y toda una pedagogía que la Palabra va haciendo, acercándonos al misterio de la muerte y la resurrección del Señor.
Para nosotros la primera experiencia pascual es el bautismo, ahí somos sumergidos en la vida de Cristo, en su muerte y en su resurrección.
La primera Pascua que nosotros celebramos es el propio bautismo, por eso cada celebración pascual es una invitación a ir allí a nuestra identidad, a nuestro nacimiento. Nosotros hemos nacido en Cristo, en su muerte y en su resurrección.
Y hoy el texto que nos propone el Evangelio de Juan es un texto que tiene muchas cosas lindas para meditar. El capítulo cuarto del Evangelio de Juan, es el encuentro que Jesús tiene con una mujer samaritana en un pozo de agua. Tenemos que ubicarnos en esto; en el desierto el agua es cuestión de vida o muerte, en el desierto un pozo de agua es la posibilidad de vivir, si no encontrás el pozo de agua te morís, el encuentro es una cuestión de vida o muerte, el agua te salva de la muerte, el desierto es la posibilidad de morir de sed, un pozo de agua es la posibilidad de la vida.
Nosotros podríamos decir que en la vida hay muchas situaciones de desierto también, en la vida de todos los días nosotros podemos atravesar situaciones de desierto, por ejemplo cuando una pareja se desencuentra, un matrimonio se desencuentra, un padre con su hijo, hermanos, cuando hay problemas afectivos serios uno vive como experiencia de desierto, cuando uno se enferma. Hoy con todo lo que significa esta pandemia, el mundo que entra en una etapa de desierto, de zozobra, la enfermedad, la falta de trabajo, la falta de perspectiva, hay muchas situaciones en la vida en donde uno puede experimentar el desierto y lo propio del desierto justamente es la desorientación.
Una vez me encontré con un amigo que estuvo en el desierto y me conto que se apartó del campamento, se perdió y le costó mucho encontrar al grupo. Parece que en el desierto una de las dificultades que tenés es la desorientación. Hay una experiencia existencial en el desierto que es la pérdida del sentido de la vida, cuando vos vivís circunstancias muy difíciles podés perder el sentido de la vida, de dónde vengo, a dónde voy, por qué me toca vivir lo que me toca vivir, y entonces es necesario para vivir, encontrar el sentido de la vida. El agua es el sentido de la vida, y hoy como siempre hay mucha oferta de sentido, mucha gente que te dice cuál es el sentido de la vida.
Para nosotros los cristianos, el sentido, el agua, la vida, nos la da Jesús. Vamos a escuchar muchos que nos dicen, “la cosa es por acá, el sentido de la vida éste”, para nosotros la voz autorizada es Jesús. Y en el diálogo con la samaritana, Jesús va haciendo este camino que comienza con un encuentro que él provoca.
Había muchas barreras para ese encuentro, primero un varón con una mujer, no era lógico que se pusieran a charlar. Después un judío con una samaritana, pero Jesús vence todas las barreras y toma la iniciativa y se encuentra con la mujer. “Dame de beber” le dice. Es Jesús el que comienza el diálogo y hay todo un diálogo muy lindo que va in crecendo en profundidad hasta que en un momento, tal vez el de más profundidad, hablan de Dios. Aparece el tema de Dios y Jesús le dice “Dios está para salvar a todo ser humano aquí, allá, no en un lugar o en otro, con unos o con otros. Dios está para salvar, para dar vida. La mujer le dice ¿Quién es ese?, y ahí viene tal vez la máxima revelación, la máxima apuesta. Yo Soy, Yo Soy el Mesías, le dice Jesús. Es la primera vez que Jesús lo dice en el Evangelio, y se lo dice a una mujer no judía. Jesús se le revela diciendo “Yo soy ese Dios que quiere salvar”. Cuando la mujer hace esa experiencia, enseguida va a comunicar a su pueblo, “encontré a aquel que es el que tiene vida, a mí me hizo mucho bien, y entonces como me hizo mucho bien vengo a decirles a ustedes”. Se hace misionera, apóstol, comunicadora, tiene una experiencia tan fuerte con Jesús que lo dice, lo comparte.
Me gustaría entonces en este tercer domingo de cuaresma preparándonos para la Semana Santa, para la Pascua, recordarles a ustedes hermanos y a ustedes que nos acompañan a través de los medios de comunicación, que «Jesús siempre sale a nuestro encuentro, siempre toma la iniciativa. Somos tan importantes para Dios. Yo estoy convencido, quisiera decirlo de manera convincente, quisiera llegar al corazón de ustedes, de verdad que para Dios nosotros somos muy importantes, no hay barrera, no hay nada que lo detenga a salir a nuestro encuentro».
Las barreras las ponemos nosotros, pero Dios no tiene barreras, Dios no tiene ideologías, Dios no tiene ideas distintas. Si sos de una manera o de otra manera, para Dios no hay nada que le impida salir a nuestro encuentro. Dios quiere encontrarse con nosotros, con cada uno de nosotros, porque ese encuentro es la posibilidad de la propia salvación, que hoy es el sentido de la vida. Cuando Dios sale a nuestro encuentro tal vez las circunstancias no cambian, uno sigue enfermo, tal vez uno sigue peleado, distanciado, desencontrado, tal vez uno sigue buscando trabajo, se le hace difícil la vida. Pero cuando el Señor sale a nuestro encuentro, en esa circunstancia nosotros podemos encontrarle el sentido a la vida y el sentido a las cosas. Jesús es el revelador de lo importante que es nuestra vida, lo importante que somos cuando uno se encuentra con el Señor, y vamos haciendo esa experiencia de seguridad, de seguridad existencial.
Es verdad que las circunstancias que me tocan vivir son difíciles, como mundo en estos momentos son difíciles, hay incertidumbres, muchos seguramente tiene miedo, pánico también y tal vez recién estamos empezando a transitar algo que no sabemos cómo va a ir desarrollándose y puede ser que la intranquilidad nos toque, en la desesperanza, también incluso vamos a escuchar algunos mensajes apocalípticos, de miedo.
Pero cuando uno se encuentra con Jesús, hace la experiencia de la samaritana, entiende cual es el sentido de la vida. Jesús es el gran revelador del sentido de la vida, Jesús nos quita el velo del sentido de la vida porque nos da la seguridad del amor de Dios, que no es un amor exclusivo para algunos, sino que es para todos.
Jesús le va a decir a esa mujer, “el amor de Dios es para todos y para todos los que estamos acá”. Tal vez justo se conectó o mira este video alguien que duda, que no tiene tanta claridad, el amor de Dios no es privativo de algunos, el amor de Dios es para todo aquel que se abre. Hoy entonces en este camino cuaresmal, la Palabra nos invita a hacer esa experiencia de abrirnos al agua, “si tenés sed, si tenés necesidad te invito a que te abras a Dios, que confíes en Jesús, que él puede darte algo que no puede dar nada ni nadie. No hay agua en este mundo que pueda saciar la sed que sacia Jesús, solamente Jesús tiene la capacidad de saciar tu sed profunda. Si en algún momento de tu vida vos te das cuenta de esto y experimentas ese amor fuerte, te vas a hacer un gran comunicador, una gran comunicadora del amor de Dios. No es que tenés que estudiar teología, o cursos de Biblia, cuando vos experimentas ese amor de Dios, y se lo decís de tal manera que al otro le das seguridad, le abrís una puerta. Estos son tiempos para ayudarnos mucho a esa experiencia del amor de Dios.
Finalmente de verdad, los invito a que nos cuidemos unos a otros. La cuaresma que es un tiempo de conversión, que es un tiempo exigente, hoy se nos convierte en un tiempo de cuidarlo al otro, de cuidarnos unos a otros y esto que se viene insistiendo tanto, si vos sentís que estas con algún síntoma tenés que cuidarte y tu cuidado es cuidar al otro. Esto es un cambio de perspectiva en la vida, porque es muy evangélico. Todo lo de Jesús siempre es por amor al otro, hacer la apuesta por el otro, por los otros. Invitémonos a cuidarnos, a hacer lo que se nos pide, lavarnos las manos, no estar en contactos que pueden ser contagiosos, ayudémonos, y eso me parece que nos va a ayudar a también a aprender otra manera de vivir. Pidámosle a Señor, que nos regale esa certeza del amor de Dios.