Compartimos la homilía de nuestro Arzobispo en la Catedral Metropolitana de Mercedes en el Segundo Domingo del tiempo de Cuaresma. (Mateo 17, 1-9)
HOMILIA EN EL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
8 de marzo de 2020. Catedral Metropolitana de Mercedes.
+Mons. Jorge Eduardo Scheinig.
Queridos hermanos:
Venimos haciendo el camino hacia la Pascua. Queremos nosotros resucitar con Jesús. Pascua será celebrar su muerte, su resurrección, pero también la propia, la nuestra. La cuaresma es el tiempo de ir preparándonos para hacer la Pascua con Él.
La Palabra de Dios es una palabra muy pedagógica. La iglesia a lo largo de los siglos, fue poniendo estos textos, para que domingo tras domingo de cuaresma, nos vayamos entusiasmando para hacer el camino de Jesús, que es camino de muerte y resurrección.
Este ciclo de lecturas está preparado para aquellos que quieren hacer el bautismo en la Pascua. Es un ciclo de lecturas muy catecumenal, un camino de catequesis, para que los que se bauticen en la Pascua, es decir, se sumerjan en Dios, “bajen y suban”.
El bautismo es la primer experiencia de Pascua. Nosotros que hemos sido bautizados, estamos invitados en la Cuaresma a renovarnos entonces, en nuestra condición de hijas y de hijos de Dios, sumergidos en Él.
El domingo pasado lo vimos a Jesús en el desierto, probado por el diablo, pero convencido del camino que el Padre le tiene preparado y entonces fuerte, no solamente resistiendo a la tentación sino optando por el camino del señor.
Hoy el texto de Mateo nos lo muestra resplandeciente, transfigurado, con un resplandor, con una blancura que no es de esta tierra.
Los discípulos de Jesús, gente como nosotros, algunos trabajadores de la pesca, algún cobrador de impuestos, personas casadas, con su vida, un día lo ven a Jesús, lo escuchan, escuchan su invitación a seguirlo y dejan todo. Comienzan a escucharlo predicar, cómo se relaciona con las personas, lo ven a Jesús haciendo signos extraordinarios. Jesús llama su atención. Dejaron todo para seguirlo, y sus vidas fueron cambiando de verdad. Para los discípulos, estar con Jesús era el desafío de cambiar sus formas de pensar, de interpretar, sus formas de vivir. Jesús había provocado en ellos algo nuevo para sus vidas, un nuevo sentido de la vida.
Pero era lógico que dudaran. Jesús era un hombre extraordinario, pero un hombre. Y los discípulos tenían dudas, se equivocaban. Sus respuestas eran limitadas. Será el Mesías, se decían? Ellos tenían una idea de que el Mesías, cuando viniera al mundo lo iba a cambiar “de un saque”, borrar el mal y los malos. Y los discípulos lo ven comiendo con los pecadores, juntándose con la gente impura, perdonando los pecadores, lleno de misericordia con ellos. ¿Valdrá la pena seguirlo?, Yo he dejado todo, ¿tiene sentido lo que estoy haciendo?
Pedro, Santiago y Juan casualmente son los mismos tres que lo van a ver en agonía en el huerto, y son ellos tres aquellos a quienes Jesús invita a estar con él. Parece que Jesús los va como llevando, y se les va manifestando de distintas maneras, para que descubran quién es él.
A Pedro, Santiago y Juan, hoy los lleva al monte, a la altura, a la montaña, no al desierto ni a la llanura, sino a la altura, al lugar de la manifestación.
En ese lugar lo vieron a Jesús con otro rostro, con estas figuras importantes del Antiguo Testamento, Moisés la ley, y Elías los profetas, envueltos en una nube, como el pueblo de Israel cuando salió de Egipto.
A Jesús lo ven distinto, transfigurado, ya no parece el hombre cualquiera que caminaba con ellos. Se les manifiesta glorioso, lleno de divinidad. Para colmo de esta experiencia mística, esa experiencia transfigurada, transformante, escuchan una voz que dice “Éste es mi Hijo querido, el predilecto, escúchenlo” y desaparecen Moisés y Elías.
A estos discípulos que van haciendo el camino, hoy Jesús les manifiesta que él es verdadero hombre pero también es verdadero Dios.
Así y todo, habiendo tenido esa experiencia que lo lleva a decir a Pedro “Qué bien que estamos acá, hagamos 3 carpas, quedémonos acá, llegamos, ya este es el final del camino, esto es la gloria”, habiendo experimentado semejante presencia de Dios, cuando Jesús le dice que tiene que sufrir mucho, Pedro no entiende de que está hablando y más adelante, cuando en otro momento Jesús dice que tiene que padecer la pasión, Santiago y Juan discuten acerca de cuál es el lugar que les va a tocar.
Los discípulos van haciendo el camino de Jesús.Jesús les manifiesta su gloria pero ellos siguen siendo humanos, tremendamente humanos: creen, dudan, aciertan, se equivocan. El camino de Jesús es un camino de fe, de confianza.
La primer lectura en este día nos trae al padre de la fe y al padre de la confianza que es Abraham. El padre del pueblo de Israel, nuestro padre en la fe, un hombre que estaba en su ciudad chiquita y un día recibe de Dios esta palabra: “Abraham te voy a hacer padre de naciones. Dejá todo. Y Abraham dice: “Yo ya soy viejo, no tengo ni un hijo y vivo en esta aldea, y vos me prometes ser padre de naciones y darme una tierra”. Quien le habla a Abraham es Dios y ¿qué hace Abraham? Confía en Dios, se abandona a él y sale de su tierra y deja todo confiando en la promesa de Dios.
Y ahí está esta famosa frase acuñada en la historia, “Si Dios lo dijo, Dios proveerá”, “si viene de Dios, Dios proveerá”.
La cuaresma es el tiempo para convertirnos a Él, para escucharlo más. Jesús conoce el camino de la vida, la cuaresma es un tiempo para confiar en Él.
Queridas hermanas, queridos hermanos. Siempre en la historia hubo muchas voces, que nos hablan; hay muchas voces que nos hablan y nos dicen cuál es el sentido de la existencia, el sentido de la vida. En la semana, ahora cuando nos vamos de acá y prendemos la televisión vivimos escuchando voces que nos dicen cuál es el sentido de la vida y hay voces hoy claramente groseras, no delicadas, groseras, que nos dicen que el sentido de la vida pasa por lo material, por lo práctico, por lo útil, y nadie, absolutamente nadie, puede levantar la mano y decir “no, yo no”.
Todos estamos atravesados por voces de materialismo y pragmatismo que le llevan a una sociedad hoy, a estar debatiendo si a un niño en el seno materno lo podemos dejar vivir o matar. Siempre ha habido voces y nosotros hoy estamos invitados a escuchar la voz de Jesús, y confiar en él y hacer el camino de él.
La cuaresma es un tiempo de discernimiento fino, yo no veo tantos jóvenes en esta misa, veo más bien gente adulta.
A ustedes queridas hermanas, hermanos adultos, que tenemos un recorrido ya de la vida, una experiencia ya de la vida, que tenemos canas, que sabemos lo que es caerse y levantarse, confiar y desconfiar, creer y dudar, tener esperanza y desesperanza, a ustedes, los invito en esta cuaresma a hacer hablar la propia historia y recordar aquellos momentos donde uno sintió la presencia de Dios, como la sintió Pedro, Santiago y Juan y volver a confiar en Jesús, volver a escucharlo a él y creer que él tiene un sentido de la vida para nosotros.
A los más jóvenes que están, los pocos jóvenes que están, los invito a hacer estos primeros pasos en el camino de la fe que son pasos llenos de enamoramiento, llenos de arrojo, llenos de confianza, llenos de jugarse la vida, jugarse por este camino y decir me meto.
Cuando yo tenía 18 años, y jugué mi vida, los que éramos de ese tiempo sabíamos que valía la pena jugar la vida, elegir un camino y entregarse y meterse en ese camino y confiar.
A los jóvenes los invito a hacer esa experiencia de confianza, de entregarse.
A todos los invito a que hagamos de este tiempo de cuaresma un tiempo importante para volver a optar por Jesús. Cuando lleguemos a la Pascua, cuando seamos invitados a morir y resucitar con él, en el fondo seremos invitados a seguirlo a él, a creer en él , a que su vida sea mi vida. Para eso tenemos que ser muy libres, pero libres desde adentro.
El cristianismo, queridas hermanas, queridos hermanos, no es un cúmulo de prácticas piadosas. El cristianismo es la vida propia en seguimiento de la vida de Jesús, no de ningún maestro menor. Yo no soy maestro, Él es el maestro, yo sigo a Jesús, a mí nadie me tiene que seguir.
Seguimos al único maestro que es el que de verdad tiene el sentido completo de la vida. Los invito entonces a vivir esta cuaresma con este sentimiento que es el que tuvieron Pedro. Santiago y juan, Te seguimos Jesús, vamos detrás de ti. Agradezcamos al Señor que hoy se nos manifiesta y al Padre que nos dice: “Escúchenlo a él, confíen en Él, confíen en Él”.
Recordamos que Mons. Jorge Eduardo este año recorre el camino hacia la Pascua con la comunidad de la Catedral, presidiendo la Eucaristía todos los domingos de Cuaresma a las 19 hs. La misa se transmite en vivo desde la página de Facebook del Arzobispado.