Mercedes 20 de diciembre de 2015
Queridos hermanos:
¡Qué el Señor esté con Ustedes!
Con alegría hemos iniciado este tiempo santo dedicado a la misericordia. Al dar una mirada a nuestros ambientes, cuántas diferencias notamos, cuantas sombras en nosotros y en el prójimo. Ahora, este Año Santo de la Misericordia no se nos presenta para realizar actos piadosos simplemente externos sino para acercarnos al Dios de la misericordia que espera de nosotros una vida nueva. Aquí radica el misterio de la Navidad, Dios en medio nuestro para hacer nueva todas las cosas.
El Señor nos invita a una novedad de vida. En la audiencia del 9 de diciembre pasado el Papa se pregunta: “¿Qué es lo que a Dios más le gusta? Y responde: Perdonar a sus hijos, tener misericordia con ellos, a fin de que ellos puedan a su vez perdonar a los hermanos”. Donde antes encontrábamos tristeza, ahora descubrimos alegría. Es El, con su misericordia, el que nos cambia. Trabajamos para superar los límites pero esta labor es más fecunda si partimos desde Dios misericordioso. Así “No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo.
Sin embargo, esto no es suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide también perdonar y dar. Ser instrumentos de perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios… Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos” (MV, 14). Este es el objetivo del año santo: “Misericordiosos como el Padre”. Requiere una conversión personal, permanente, profunda. Miramos la realidad, a los hermanos, a nosotros mismos, con otros ojos. Esto da como fruto la alegría y ser en todo momento mensajeros de esperanza. Esto es vivir la Navidad.
Pidamos al Señor, nos conceda la gracia de la conversión para llevar el optimismo propio de los santos que son quienes se sintieron siempre cobijados por Dios.
Con este espíritu les deseo un año 2016 lleno de la misericordia de Dios.
Cordialmente en Jesús y María.
+ Agustín