LAS LÁMPARAS VOTIVAS DEL SANTUARIO DE LUJÁN
UN SIGNO DE HERMANDAD DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES: ARGENTINA, URUGUAY Y PARAGUAY
(1892-1910)
INTRODUCCIÓN
Las obras de refacción de la Basílica de Luján, iniciadas en 2001, le han devuelto al edificio su esplendor original, destacándose el cuidadoso trabajo llevado a cabo por especialistas en conservación del patrimonio urbano-arquitectónico, mediante la aplicación de los últimos avances de tecnologías de punta desarrolladas fundamentalmente en Europa, sumándose aportes locales no menos importantes[1].
El “rescate y puesta en valor”, así se llama técnicamente el emprendimiento, comprende todo el edificio. En su exterior, las partes intervenidas abarca amplias zonas, destacándose cruces de las torres, paneles de decoración, contrafuertes, barandales de los balcones, grifones (alados y sin alas), logia central, rosetón principal, ornatos, carpinterías metálicas, roleos de pináculos, remates de pilastras, tornavoces, apóstoles y evangelistas, ganchillos sobre frontis, etc. En el interior, restauración integral de muros de piedra y símil piedra, bóvedas, ornamentaciones, vitrales, altar principal, camarín, altares laterales, piso de mármol, arañas históricas y artefactos de iluminación, carpinterías y revestimientos de maderas, rejas y herrajes, púlpitos, signos marianos, bancos y confesionarios, etc.
Gracias a este gigantesco emprendimiento de restauración, financiado con aportes de la Presidencia de la Nación, el Santuario neogótico luce en la actualidad como en tiempos de su inauguración, cuando el 5 de octubre de 1930 se proclamó a la Virgen de Luján Patrona de las tres Repúblicas hermanas: Argentina, Uruguay y Paraguay; y al día siguiente, el obispo auxiliar de La Plata, Juan P. Chimento, en representación del obispo diocesano, Francisco Alberti, procedió a su consagración.
Estos notables cambios los aprecia de inmediato el atento visitante no bien se ubica en la Plaza Belgrano, frente a la majestuosa Basílica, y el asombro se incrementa al ingresar al recinto sagrado, donde el espectáculo visual despierta en el alma de los peregrinos una sobrecogedora experiencia de belleza que aviva el sentimiento religioso al contemplar a la Sagrada Imagen de la Virgen rodeada de tan esplendorosa decoración, devuelta ahora al prístino estado primitivo.
De todos los objetos que constituyen el rico patrimonio artístico del Santuario quiero referirme, en esta oportunidad, al origen y descripción de sus tres lámparas votivas que, gracias al mencionado trabajo de restauración, han recobrado el realce y lucimiento original, sobre todo la argentina iluminada a pleno en medio del precioso y acogedor camarín de la Virgen.
En su origen las lámparas de procedencia cristiana, de uso sacro o funerario, fueron de arcilla o vidrio (siglo IV). Las de metal, fabricadas con materiales preciosos, oro y plata, o en bronce, las más numerosas, se difundieron ampliamente tanto en la tradición cristiana oriental como occidental (siglos IV al VII), con carácter litúrgico, celebrativo y votivo. Generalmente reproducen en su forma el tipo helenístico con recipiente cóncavo, ovalado o esférico, base alta, boquete de alimentación, de una, dos o tres luces, con asas ricamente decoradas, apoyadas sobre muebles, pedestales o colgadas con cadenas. De la perfecta fusión entre funcionalidad y decoración nacieron notables ejemplares, admirables por su forma agraciada, por su perfección técnica y por la riqueza de la decoración[2].
EL ORIGEN DE LAS LÁMPARAS DE LA ACTUAL BASÍLICA
La iniciativa de dotar a la futura Basílica, de tres “lámparas votivas” –una por cada uno de los tres países hermanados en idéntica devoción, Argentina, Uruguay y Paraguay– correspondió al obispo de Montevideo, monseñor Mariano Soler, quien el 14 de mayo de 1892, en ocasión de la peregrinación uruguaya anual al Santuario de Luján, manifestó en público tal idea[3].
Al respecto, la crónica de los festejos patronales señala que el Prelado, en su fervoroso sermón, “ha pedido y pide que sin más tardar, cada una de las tres repúblicas dediquen a Nuestra Señora de Luján una lámpara que arda permanentemente ante la Santa Imagen y cuya lumbre simbólica represente la constante oración de los tres pueblos hermanados que imploran al cielo la cesación de los males que nos agobian y la restauración del orden social bajo el imperio de la adorable religión de Jesucristo. Por de pronto, puede mirarse como un hecho la colocación de la lámpara uruguaya, pues S.S. ofrece a este efecto sus propias joyas episcopales”[4].
Desde ese mismo momento la iniciativa fue recogida por el entonces capellán y rector del Santuario, el lazarista Jorge María Salvaire, que también la hizo suya, convirtiéndola en un tema constante en las páginas de La Perla del Plata, revista oficial del Santuario. Así, por ejemplo, se dedicó a fundamentar, desde el punto de vista religioso e histórico, el pedido del prelado uruguayo, destacando que estas tres lámparas no harían más que perpetuar en el ámbito de la basílica en construcción el profundo simbolismo que encerraba para los peregrinos la lámpara existente desde siempre en el antiguo Camarín de la Virgen. Motivo fundamental que lo lleva a escribir:
“Siempre han comprendido los devotos de Ntra. Sra. de Luján, la importancia de la Lámpara encendida ante esta Milagrosa Imagen. Ya en los primeros días de su culto, vemos al negrito Manuel cuidando con especial solicitud de la primitiva lámpara alimentada con sebo, y teniendo encendidas ante el portentoso Simulacro cuantas velas podía procurarse. Todo su cuidado, dice el primer historiador de la venerada Imagen, después del aseo del altar de la Virgen y encenderle velas, era ungir con el sebo de su lámpara a los enfermos que venían a buscar en la Virgen su remedio, y no pocas veces con efecto maravilloso. Una cosa que se advierte en la actualidad en nuestro Camarín, es el corto número de luminarias que arden continuamente en él. Una, o dos, a veces tres, son las lámparas que suelen verse encendidas, a pesar de ser más considerable el número de las que se hallan en las ventanas o penden de las paredes y de la cúpula del Camarín”[5].
Desde el punto de vista religioso, las lámparas nacionales previstas para el nuevo Santuario pondrían de manifiesto, ante los ojos asombrados de los peregrinos, el consolador dogma de la “comunión de los santos”, pues ellas, ardiendo en forma permanente ante la Sagrada Imagen, serían expresión de la oración de intercesión que en la Iglesia alcanza a todos los fieles: a los que las alimentan, a los devotos de la Virgen y a los pueblos hermanos de Argentina, Uruguay y Paraguay, como prenda especial de protección sobre ellos.
LA LÁMARA VOTIVA DEL URUGUAY
1. Proyecto de fabricación
En el caso de Uruguay, primer país en proponerse ofrecer la lámpara prometida, monseñor Mariano Soler, no bien regresó de la peregrinación a Luján, publicitó el proyecto de la fabricación, sosteniendo que debía ser “digna de la filial generosidad de los orientales, monumental y preciosa, hecha con material de plata y oro y adornada con piedras preciosas, mandada a construir en Europa como obra artística”[6]. A ese efecto, nombró una comisión diocesana, encargada de levantar y recoger una suscripción popular entre los fieles uruguayos[7].
El 5 de agosto de 1895 el obispo de Montevideo, monseñor Mariano Soler, publicó una extensa carta pastoral con el fin de promover entre el clero y los fieles la próxima peregrinación a Luján, fijada en principio para el 8 de septiembre, con el preciso fin de dedicar solemnemente en ese día la Lámpara votiva de la Diócesis y República del Uruguay. Propósito que la carta pone de manifiesto al momento de enunciar el lema de la piadosa marcha mediante estas entusiastas palabras:
“Por fin, amados fieles, iremos a Luján, y allí diremos a María: «en peregrinación venimos a tu tierra, que es también la nuestra. Ad peregrinandum in terra tua venimus (Gén, 47,4)». ¡Y lo deseábamos tanto, porque sabemos que aquí tienes puestos tus ojos y tu corazón para recibir solícita nuestras plegarias y socorrernos en nuestras necesidades! Sí, iremos a Luján en representación de los católicos del Uruguay, para presentar a la portentosa Virgen la preciosa Lámpara Votiva, como prenda de nuestra filial devoción y perenne amor a la Taumaturga del Plata”[8].
A su vez, el 5 de septiembre, víspera de la partida de los peregrinos rumbo al puerto de Buenos Aires, monseñor Soler publicó una “Instrucción Pastoral” sobre el tema específico de la dedicación de la Lámpara Votiva en el Santuario de Luján, en cuyo epígrafe se lee el siguiente texto, que sintetiza el sentido profundo de la peregrinación y de la ofrenda: ¡María de Luján! Así como esta lámpara votiva brillará perennemente en tu presencia, que nuestros corazones brillen siempre por su fe y por su amor[9].
Al respecto, son de destacar algunas expresiones que resaltan la acendrada devoción del pueblo uruguayo por la Virgen de Luján, a quien consideran parte esencial de su propia historia, al punto que pueden incluso considerar también como suyo el secular Santuario:
“Cuando la milagrosa imagen –escribe el Obispo– fundara con señalados prodigios el Santuario de Luján, constituíamos un solo pueblo, el Virreinato del Río de la Plata; por tanto, aunque políticamente nos hayamos separado, el Santuario de Luján es nuestro Santuario. Y así lo ha reconocido S. S. León XIII, quien al decretar los honores de la coronación solemne de la prodigiosa Imagen, ha concedido la liturgia sagrada y el oficio propio de nuestra Señora de Luján, para las tres Repúblicas que constituyeron el antiguo Virreinato; de manera que es Santuario Internacional… [Y] así nacimos como nación libre e independiente bajo los auspicios y protección de la querida Virgen de Luján. Por ello será eterna nuestra gratitud y ella será el Paladión sagrado de nuestra independencia y de nuestros destinos como nación católica […] « María de Luján, rogad por la República Oriental del Uruguay»; es la plegaria que dejaremos grabada en el escudo mariano de la Lámpara Votiva; hagámosla eficaz con nuestra gratitud y con nuestra devoción”.
Y mientras en Montevideo se promueve la peregrinación, el rector del Santuario, el P. Salvaire, se encarga en Luján de preparar hasta los más mínimos detalles el solemne recibimiento de los peregrinos, que se esperan en número considerable. Incluso dedica al significativo acontecimiento dos largos editoriales de “La Perla del Plata”, para poner de manifiesto la profunda piedad de los orientales hacia la Virgen de Luján[10]; y un número especial de la misma, encabezado por una reproducción a color y en dorado de la Sagrada Imagen, a cuyos pies figuran, en tamaño destacado, los escudos de las tres Repúblicas hermanas del Plata, y la siguientes inscripción: “A los Peregrinos Uruguayos en recuerdo de su memorable peregrinación de 8 de septiembre de 1895. Obsequio de La Perla del Plata”[11].
2. Los uruguayos en Luján
Pasemos a presentar una breve crónica de la peregrinación que fue denominada “internacional”, tanto por Soler como por Salvaire, en razón del patronazgo de la Virgen de Luján sobre los tres países del Plata[12]. El viernes 6 de septiembre, a media tarde (4,30 p.m), los peregrinos se embarcaron en los elegantes y cómodos buques Triton y Helio, de las “Mensajerías Fluviales”, siendo acompañados hasta el embarcadero por familiares, amigos y curiosos dispuestos a despedirlos y desearles buen viaje. Las escaleras y los entrepuentes se encontraban adornados por guirnaldas y flores naturales. En las mesas había profusión de arreglos florales; y el menú (dibujado por el Sanuy) tenía en el dorso, un grabado del buque; en una de las tapas la copia exacta de la lámpara votiva y en la otra la bandera de la Compañía naviera, una alegoría marina, y esta inscripción: Viaje extraordinario, el 6 de septiembre de 1895 para conducir a la peregrinación uruguaya a Buenos Aires con el objeto de asistir a la fiesta de la Virgen de Luján.
Los vapores se pusieron en marcha pasadas las siete de la tarde, profusamente iluminados y embanderados, convertidos en dos lujosos hoteles, navegando el uno al lado del otro. El río, no obstante el cielo encapotado, se encontraba apacible y la brisa fresca del este, prometían a los peregrinos un viaje feliz. Dejada atrás la bahía de Montevideo, se sirvió la cena, prolongándose la misma en una animada reunión musical, donde se interpretaron, con el acompañamiento de piano y violín, canciones religiosas y algunas piezas del repertorio clásico tradicional. Antes de medianoche los peregrinos se retiraron a sus camarotes, dispuestos a entregarse al sueño reparador.
A las 5, 30 de la mañana los dos vapores fondearon en la Dársena Sud, mientras llovía a torrentes. Lamentablemente el mal tiempo impidió realizar los actos de recibimiento previstos para la ocasión, debiendo los peregrinos ser trasladados de inmediato, en carruajes y tranvías contratados al efecto, a la Iglesia de la Concepción, punto de reunión, donde el P. Luis de la Torre se multiplicaba recibiendo a la entusiasta romería mariana.
Entre las asociaciones religiosas provenientes de la vecina orilla, o que habían designado representantes, se contaban la siguientes: Unión Católica, (directorio central), Grupo Católico de Montevideo, Círculo Católico de Obreros de Montevideo, Consejo Superior de Conferencias de San Vicente de Paúl, de san Felipe y Santiago, Pía Unión de las Hijas de María del Huerto, Congregación de la Buena Muerte, Congregación de San Luís de la Caridad, Cofradía del Adoración Perpetua (adoratrices), Adoración Nocturna, Congregación del Huerto, Hijas de María del Cordón, Conferencias de Señoras de San Vicente de Paúl (de Unión), Congregación de San Luis (San Francisco), Círculo Católico de Obreros (de Pando), “La Semana Religiosa”, “El Bien”, Asociación para el Culto y Enseñanza Católica Paso de los Toros; y parroquias de las localidades de Palmira, Durazno, Florida, Minas y Pocitos.
Tras la misa y desayuno en la Inmaculada, a las 9 hs., los peregrinos marcharon en carruajes hacia el Once, acompañados por todas las comisiones de recepción, en medio de una lluvia persistente que no arredraba para nada el ánimo festivo. En la estación ferroviaria se sumaron numerosos fieles argentinos con el deseo de acompañar a los hermanos uruguayos hasta Luján. El viaje que se prolongó por espacio de dos horas, transcurrió en medio del rezo del rosario, la recitación de plegarias y de cantos marianos. Asimismo, algunos vendedores ambulantes ofrecieron a la concurrencia recuerdos de Luján: medallas, flores, cirios, rosarios, la historia de la Virgen o su propia Imagen.
Como es de imaginar el pueblo de Luján esperaba a los peregrinos uruguayos con sus mejores galas: las casas embanderadas, arcos de triunfo en medio de las calles, comisiones de recepción y bandas musicales. Pero también en esta ocasión todos los preparativos se vieron frustrados por la lluvia y el fuerte viento. El convoy arribó a las 12,30 hs., al momento en que el viento se tornó verdadero “huracán”, exigiendo a las comisiones esfuerzos extraordinarios por vencer las dificultades que el imprevisto contratiempo presentaba. Mientras tanto, en la estación se veía:
“al embajador oriental, Dr. Frías, los doctores Rius, Lenguas, Latorre y Reyna; el R.P. Salvaire con el P. Brignardelli y los señores Yordán, Rossi, Linardi, Ferreyra, el Sr. Comisario y otros muchos, correr de un lado al otro en procura de los carruajes y tranways, organizando el embarque en ellos de la señoras y señoritas, para subsanar así en cuanto era posible los trastornos que el mal tiempo ocasionaba. Gracias a los esfuerzos de estos caballeros, una hora después, el templo de Luján se hallaba lleno de concurrentes, que así mojados sólo ansiaban subir al camarín de la Santísima Virgen; habían cursado las calles entre los arcos de triunfo y las banderas abatidas por la lluvia, pero con los corazones rebosante de alegría. Poco después los peregrinos eran alojados en los diferentes hoteles de la ciudad, olvidándose pronto los trastornos y percances inherentes a toda reunión numerosa sorprendida por un temporal. Monseñor Soler y su comitiva se alojaban en la casa parroquial”[13].
3. Ceremonias en el Santuario
A las 4 de la tarde, no obstante continuar la lluvia, el viejo Santuario se llenó de concurrentes para asistir a la bendición de la preciosa Lámpara Votiva. En la entrada se veía un gran arco con los escudos oriental y argentino, y la leyenda: Argentinos y Orientales hermanos para siempre. La ceremonia estuvo a cargo de monseñor Soler, a cuyo término Salvaire dirigió a los peregrinos, desde el púlpito, “sentidas y apropiadas palabras” para poner de manifiesto el significado del voto uruguayo, momento ansiosamente esperado por él para sellar a los pies de Ntra. Sra. de Luján la secular amistad que caracterizaba a estos pueblos unidos por la historia, la fe y las tradiciones comunes, que ahora se hermanaban en una obra común: la construcción de la gran Basílica, cuyos muros adquirían proporciones sorprendentes a los ojos de los romeros de la otra Banda.
Afortunadamente el día domingo, 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen, amaneció espléndido, permitiendo el pleno sol olvidar los contratiempos climáticos de las jornadas anteriores. Como en las grandes festividades religiosas, el repique de las campanas parroquiales, junto con el estruendo de bombas y cohetes, despertaron a los rezagados en el sueño. Desde las primeras horas el Santuario se llenó de fieles, convirtiéndose el ascenso al Camarín en una verdadera peregrinación[14]. Desde la aurora, más de cincuenta sacerdotes empezaron a celebrar por turnos la misa, de los cuales treinta y cinco eran uruguayos, multiplicándose las comuniones por centenares.
A las 11,30 hs., monseñor Soler celebró en el altar mayor, a los pies de la Sagrada Imagen, un solemne pontifical, en un templo totalmente colmado de fieles y adornado profusamente con los colores de los pabellones nacionales. Un notable y descollante coro, compuesto por voces de ambas orillas, cantó la misa compuesta por monseñor Cagliero, siendo acompañado el obispo en el altar por “los sacerdotes orientales Yriarte, Clavel, Oyasbehere, Semería y el Sr. Capobianco párroco de la Florida”. El infaltable panegírico a la Virgen corrió por cuenta del monseñor Luquesse, secretario del obispado de Montevideo, quien pronunció “sin duda alguna una verdadera pieza de oratoria”. La crónica destaca que “un acto que conmovió profundamente el sentimiento de los argentinos y orientales fue el realizado a la elevación del Sacrificio de la Misa. Un hermoso pabellón argentino, llevado por un alumno del seminario de Ntra. Sra. de Luján, vestido de guardia nacional, inclinose entrelazándose con otro no menos hermoso del Uruguay. Las banderas con los corazones hermanados oraban por la religión y la patria. Y en todos los presentes, podía verse la emoción que ocasionaron esas dos banderas unidas ante el Dios de los ejércitos”.
Acabada la ceremonia con mucha dificultad la concurrencia pudo salir del Santuario, pudiéndose ver entonces “cuán inmensa era la multitud de peregrinos; todo estaba lleno; iglesia, casa parroquial, patios, atrio y veredas. Cinco mil peregrinos, amén de otros cinco mil vecinos de la Villa, visitaron el Santuario; y casi la mitad comulgaron en él; setenta dos misa se celebraron en el día”. En cuanto a la comida de mediodía, monseñor Soler y todos los sacerdotes presentes fueron obsequiados “por el R. P. Salvaire con un espléndido almuerzo”[15]; mientras que los peregrinos almorzaron donde les fue posible: en sus respectivos lugares de alojamiento (hoteles, fondas); en casas de numerosas familias lujanenses, que recibieron uno o más huéspedes improvisados; o al aire libre, en bancos de la plaza, montículos de piedras, columnas o paredes en construcción de la gran Basílica.
4. Ofrecimiento de la lámpara y placas conmemorativas
A las dos de la tarde, se dio comienzo al Tédeum, contándose con la presencia de la guardia de honor del primer batallón del segundo Regimiento de Guardias Nacionales de la Capital, que formado frente al Santuario presentó armas a la Patrona de las tres Repúblicas del Plata. Enseguida, el obispo de Montevideo hizo la dedicatoria de la lámpara votiva, explicando “en un notabilísimo sermón, con estilo galano, preciso y claro, el verdadero significado de la peregrinación uruguaya, la unión de las Repúblicas del Plata en la fortuna y en la adversidad, y la comunidad de los sentimientos en los habitantes del antiguo Virreinato”.
A su vez, monseñor Luquese, entregó al Capellán preciosa placa de oro con el marco de peluche en la que se le la siguiente dedicatoria: ¡Virgen Santísima de Luján! aceptar, madre Ntra. Amadisima, la expresión de nuestra gratitud, el testimonio de nuestro amor y suspiros de nuestra ilimitada confianza en tu protección.– Montevideo, septiembre 8 de 1895.–Lorenzo Cafrario – Dolores Trujillo de Cafrario.
Y la peregrinación como tal, dejó una placa de mármol, de 1,80 ms. de largo, la cual se colocó en uno de los pilares de la Basílica en construcción. En la misma figura el escudo episcopal de monseñor Soler y la siguiente inscripción: Para perpetua memoria de la primera peregrinación uruguaya al Santuario de Luján, y de la dedicación de la lámpara votiva de la República Oriental del Uruguay, bajo la dirección del Obispo Diocesano.– 8 de diciembre de 1895[16].
5. Descripción de la lámpara
La lámpara votiva que los uruguayos dejaron en Luján puede admirarse en la actualidad colgada del techo, entre el altar mayor de la Basílica y el crucero oeste de la misma, poco antes de subir al Camarín de la Virgen, por la nave derecha. El constructor de esta verdadera “joya” es el notable artista uruguayo Felipe Moreau, premiado en su tiempo por numerosas obras de finísima confección.
El cuerpo principal está suspendido por cuatro brazos en forma de palmas, que penden, a su vez, de un balancín por cuatro cadenas. Del centro del cuerpo principal, entre las cuatro cadenas, surge un farol de 70 cms. de altura, con ocho cristales biselados y timbrado con una llama de oro, detalle artístico notable. La altura de toda la lámpara desde el asa móvil que remata abajo el cuerpo principal, hasta el balancín, es de 3,25 metros; la circunferencia del cuerpo principal es en lo más ancho de 5,10 metros; la distancia de brazo a brazo de 1,70 metros; las cadenas miden 1,20 metros cada una.
Los materiales empleados son plata, oro y piedras preciosas, casi exclusivamente. El cuerpo principal forma ocho octavos, en cada uno de los cuales hay un escudo de labor finísima. Los escudos están en este orden: Nacional, Unión Católica del Uruguay, de monseñor Vera (primer obispo de Montevideo), de monseñor Yéregui (segundo obispo), de León XIII, monograma de la Virgen, reproducción de la catedral de Montevideo y de monseñor Soler (tercer obispo).
El esmalte de los escudos es fínísimo; y el repujado y afiligranado de los metales de una delicadeza notable. Esta parte principal de la lámpara tiene una orla de plata en la cual se lee esta inscripción: ¡María de Luján! Así como esta lámpara votiva brillará perennemente en tu presencia, que nuestros corazones brillen siempre por su fe y su amor. Esta dedicatoria está firmada por el obispo diocesano, Mariano Soler[17].
6. Regreso de los peregrinos
Finalmente, el lunes 9 de septiembre, a las 11,30 hs., los numerosos peregrinos orientales dejaron el Santuario para iniciar el regreso a sus hogares. Hicieron el trayecto hasta la estación ferroviaria de a pié, acompañados por la banda de la Villa, los alumnos del Seminario, los miembros de la comisión de recepción, monseñor Mariano Espinosa, obispo auxiliar de Buenos Aires, el padre Salvaire y numerosos vecinos. En Buenos Aires, el Club Católico, le ofreció, esa misma noche, en el gran salón de su sede, una velada literario–musical que reunió a numeroso público de ambas colectividades[18]. El programa incluyó la ejecución de un variado repertorio de música instrumental y vocal acorde a las características del acto (Weber, Stopani, Massenet, Berlioz, Colombier, Verdi, Pergolese, Popper), destacándose la actuación del reconocido tenor italiano, Leopoldo Signoretti (de paso por Buenos Aires), y del maestro Oreste Panizza (al piano).
Al día siguiente los peregrinos abordaron nuevamente los barcos, rumbo a Montevideo, llevando en sus corazones la honda satisfacción de haber cumplido con el “voto” prometido solemnemente a la Virgen de Luján, reconociendo con entusiasmo que la primera peregrinación nacional “ha tenido una alta significación no solamente bajo el punto de vista religioso, sino también bajo el social, pues una vez más fue una manifestación elocuente de los estrechos lazos de amistad y de fraternidad que vinculan una con otra la República Oriental del Uruguay y la República Argentina”[19].
LA LÁMPARA VOTIVA ARGENTINA
1. Idéntica iniciativa
Siguiendo los pasos del prelado uruguayo, el padre Jorge María Salvaire, comenzó la campaña para difundir idéntico proyecto entre la feligresía argentina y promover la recaudación de dinero y objetos preciosos destinados a la fabricación de la lámpara nacional. Al respecto, se fijó como meta colocarla en el nuevo Santuario al mismo tiempo que la oriental; y que no fuese “inferior en valor y magnificencia”. En el presente caso, correspondía al Arzobispo de Buenos Aires señalar los medios más adecuados para su realización. Entre tanto, a la espera de alguna indicación oficial, el Capellán creyó oportuno hacer un llamado a los devotos de la Virgen, invitándolos a reservar con este objeto cualquier alhaja o chafalonía que tuvieran a bien dedicar a la proyectada lámpara[20].
La respuesta de los devotos fue inmediata y generosa, pues con el correr de los meses muchísimas personas, tanto de la Villa de Luján, como de Buenos Aires y la campaña bonaerense, hicieron llegar al Santuario su colaboración en plata y oro sin trabajar, o en alhajas y piedras preciosas. Tratándose muchas veces de recuerdos familiares de los que se desprendían con magnanimidad; o de alguna prenda valiosa, testigo tal vez, de vanidades superadas, ofrecida ahora en acto reparador.
Encabezaron la lista de donantes doña Luisa V. de Mercenaro, quien aportó “450 gramos de excelente chafalonía”; y un piadoso paisano de la campaña que entregó con idéntico fin “unos valiosos estribos y frenos de plata”[21]. A ellos se sumaron innumerables devotos, cuyos nombres figuran en las listas que desde entonces publicó regularmente “La Perla del Plata”, en la sección “chafalonía y alhajas recibidas…”, que por momentos aparece en casi todos los números[22].
2. Primera recolección de materiales
La construcción de la lámpara votiva de los argentinos se convierte en una de las principales preocupaciones de Salvaire a lo largo del año 1897. La misma se justificaba en razón del adelanto edilicio de la Basílica y la entrega por parte de los uruguayos de la suya, que desde hacía dos años pendía de la bóveda del viejo Santuario. Por tanto, era cuestión de tenerla lista cuanto antes, para que luciera de la misma manera. Establecer un plazo de varios meses para contar con ella no parecía exagerado, pues en razón del tamaño y primoroso diseño era de prever que la campaña de recolección de los materiales necesarios, fundamentalmente plata, comenzada el año anterior, llevaría aún un tiempo más o menos prolongado, al que debía sumarse el que necesitaría el orfebre para su confección.
A mediados del año 1895, Salvaire había expuesto al arzobispo, monseñor Uladislao Castellano, que “creía llegado el momento de tratar de la construcción de la Lámpara Votiva que, en nombre y representación de la República Argentina, ha de arder perennemente ante la Sagrada Imagen de Ntra. Sra. de Luján”. Y que el digno complemento de la misma sería la confección de una gran Custodia Votiva, “en la que se emplearían la chafalonía de oro y las joyas y piedras preciosas con que los fieles han obsequiado, desde algún tiempo a esta parte, a la Reina de los cielos y la tierra, formando así una sola y preciosa joya”[23].
Asimismo, a comienzos de 1896, ya se contaba con una considerable cantidad de “chafalonía”[24] destinada a tal fin, circunstancia que permitió dar un paso más: solicitar el diseño del plano correspondiente, donde se alternaban motivos de inspiración religiosa y patriótica. Pero para dar comienzo a la obra resultaba necesario reunir otra cantidad semejante de plata, unos 350 kilos más, al igual que el dinero necesario para pagar la confección.
3. Método de recolección
En este sentido, en opinión de Salvaire, convenía adoptar el mismo método de recolección que el empleado en la diócesis de Montevideo, que en pocos meses contó con los materiales y el dinero necesario: formación de una comisión central encargada de designar sub–comisiones parroquiales en toda la extensión del país, cuyo cometido primordial fuera solicitar de los devotos “chafalonía” y recursos de toda naturaleza, mediante la suscripción popular[25].
Al mismo tiempo, propone la construcción de una custodia votiva de grandes proporciones, utilizando para ello las alhajas de oro y piedras preciosas frecuentemente ofrecidas a la Virgen, las que quedarían así reunidas en “una grande alhaja común, donde tendrían cabida todas las joyas dispersas”. Como era de esperar, Salvaire ya tenía ideado el diseño, como en el caso de la lámpara votiva. Incluso lo había entregado para que un orfebre competente procediera a trazar el correspondiente plano.
También en este caso se necesitaría mayor cantidad de objetos preciosos, que se agregarían a los ya existentes, motivo por el cual recomienda al Arzobispo que si éste tiene pensado enviar una invitación o circular a los demás prelados sobre la campaña de acopio de objetos de plata para la lámpara –extensiva al clero bonaerense y a la feligresía en general–, “no sería demás mencionar cuál ha de ser el destino que ha de llevar la chafalonía de oro y piedras preciosas, para que de esta manera los fieles se animen a contribuir a su realización”[26].
A mediados de julio de 1897, Salvaire estuvo en condiciones de presentar a la aprobación del Arzobispo los dibujos de las dos ofrendas votivas –la lámpara y la custodia–, incluyendo un “proyecto de instrucción” para ayudar a los párrocos a organizar la formación de las referidas sub–comisiones parroquiales en sus respectivos partidos, “al paso que les proporcionará toda luz deseable sobre cuanto pueda propender a la pronta realización de ambas obras”.
A su vez, solicitaba a monseñor Castellano, que si los dibujos y los medios propuestos resultaban de su agrado, dirigiera una circular a los párrocos de la capital y de la provincia de Buenos Aires, a la que convenía sumar una exhortación a todos los fieles de la vasta Arquidiócesis, “para recomendar a unos y otros la pronta recolección de los metales necesarios a las proyectadas obras”. La respuesta del Prelado fue positiva e inmediata: “Acogemos con el mayor agrado –le dice– la precedente solicitud, y pasaremos a los Curas de la Arquidiócesis y de la Diócesis de La Plata [recién creada], actualmente a nuestro cargo, la circular e instrucciones que se insinúan”[27].
De este modo, se despacharon como estaba previsto dos circulares, una a los obispos y otra al clero de Buenos Aires y La Plata, ambas con fecha 15 de julio [28], acompañadas de un minuciosa instrucción referida al modo de organizar la recolección de los objetos de plata[29].
4. Primera descripción
En dichas circulares se incluyó en estos términos la primera descripción de la lámpara votiva de los argentinos: de gran tamaño, con un peso total de 500 kilogramos, se encuentra “dividida en 16 secciones, correspondiente 1 a la Capital Federal, 14 a las provincias argentinas y la última a los territorios nacionales”. Cada sección formará un ángel de 0,50 cm. de alto, con las alas desplegadas, llevando en la mano el escudo correspondiente y descansará sobre una repisa cincelada de 0,60 cm. de alto. En el espacio comprendido “entre cada dos ángeles, sobre un fondo de ramaje repujado, descollará un medallón de esmalte representando el escudo de los diferentes Prelados de la República y de varios otros personajes que figuran en la historia de nuestro célebre Santuario”. Además de los elementos mencionados, la lámpara, incluye en su diseño, “el foco sostenido por cuatro ángeles, el cupulino, las cadenas y la importante repisa inferior”.
Con la chafalonía existente, unos 180 kilogramos, “se ha dado comienzo a la confección de dicha la lámpara, toda en plata pura, con un peso total de 500 kilogramos, por lo que resulta indispensable reunir otros 320 kilogramos más”. Según el cálculo de prorrateo, correspondería a cada provincia argentina ofrecer, al menos, la cantidad de 15 a 20 kilogramos, “si desea costear cada una su correspondiente ángel y sus respectiva repisa, amén de las piezas adyacentes y el costo del trabajo de los artífices”.
En lo referente a la campaña de recolección en sí misma, los curas párrocos de la capital federal y de la campaña bonaerense deberán constituir en sus respectivas jurisdicciones una comisión ex profeso, “compuesta de personas de notoria probidad y devoción a la Sma. Virgen de Luján y bien probado celo, que en cada parroquia correrán con la recolección de la chafalonía y de las limosnas con que los fieles tuvieren a bien contribuir a la realización de este proyecto”[30]. A su vez, los párrocos o recolectores delegados quedan obligados a confeccionar listas exactas de todas las personas donantes (tanto para la lámpara como para la custodia), con el detalle, al lado de cada nombre, de la respectiva ofrenda, en chafalonía o dinero. Estos listados deberán ser remitidos a la brevedad a quien corresponde en las respectivas provincias u obispados; previéndose, en el caso del Arzobispado de Buenos Aires, el envío al secretario del Prelado; y en el caso de la diócesis de La Plata, directamente al Capellán del Santuario[31].
Asimismo, se autoriza a los párrocos de la capital federal y de la recién creada diócesis de La Plata, “a aplicar a tan piadoso destino aquellos objetos del culto, de plata, que se encuentran como abandonados en no pocas iglesias y capillas, inservibles ya por su antigüedad o por el mal estado en que se hallan”, encareciéndose a los demás obispos dictar una resolución semejante, pues con ello se conseguiría reunir con mayor facilidad la cantidades de plata necesarias.
Por último, para emular la generosidad de los donantes, se indica que se procederá a grabar en la lámpara “el nombre o título de toda parroquia de la República que justificase haber contribuido a la obra con al menos la cantidad de dos kilogramos de chafalonía o con la suma de cien pesos m/n de curso legal”. Incluso aquellas personas que hubiesen ofrecido alguna porción de plata o piedras preciosas para una o las dos piezas votivas mencionadas, o alguna suma de dinero con idéntico fin, “tendrá derecho a recibir un hermoso grabado de la Lámpara o Custodia impreso en papel especial con testimonio de la donación y firmado por el Capellán del Santuario Nacional de Ntra. Sra. de Luján o por el Encargado especial de cada una de las Provincias en la extensión de las mismas”.
En el caso que algunas personas piadosas, dentro del marco de la presente campaña de recolección, quisieran ofrecer chafalonía de oro o piedras preciosas, ésta debe ser aceptada “porque con ello contribuirán a la construcción de la también ya iniciada Custodia Votiva”; o a sufragar los gastos que necesariamente acarreará la ejecución de las dos piezas votivas. Normativa que se extiende a toda donación en moneda nacional para los mismos fines.
Con respecto al plazo de entrega de la chafalonía, era de desear que la mayor cantidad posible estuviese reunida, a más tardar, para el 8 de septiembre próximo, fiesta de la Natividad de la Virgen. Motivo por el cual el Capellán de Santuario se encargaría de remitir a los obispos del interior, al igual que a los párrocos capitalinos y de la campaña bonaerenses, “la suficiente cantidad de prospectos y programas destinados a cada Provincia y Parroquia para que puedan ser gratuitamente distribuidos con profusión en todas partes”.
Al mismo tiempo, en apoyo de la campaña de recolección, el arzobispo Castellano publicó una carta pastoral, el 26 de julio, en virtud de la cual toma la iniciativa de impulsar el gran movimiento nacional cuyo objetivo primordial será alcanzar, ante todo, la pronta realización de la lámpara; y en la medida de lo posible, también la custodia. Entre los párrafos más destacados de la exhortación figura el siguiente, donde después de invocar los motivos para inclinar la voluntad de la feligresía a cooperar con la piadosa obra, agrega en tono vehemente y paternal:
“Que cada devoto de Ntra. Sra. de Luján, que son innumerables, coadyuve como pueda; si nada tiene, que pida e insista con sus relaciones para conseguir aún que más no sea un adarme de plata; que nadie se presente ante la Imagen de María con las manos vacías; que todos traten de agregar siquiera un grano de oro o de plata a la masa de tan bellas y simbólicas obras; y bien pronto la Lámpara Votiva y la Custodia del Santuario serán un hecho. De esta manera, cuando os sea dado contemplar ambos monumentales objetos del culto de la Virgen, podréis exclamar: Yo también he sido de los que contribuyeron a su construcción. En demostración de mi amor y gratitud a María, me despojé, o conseguí que otros se despojaran de ciertos objetos que halagaban nuestra vanidad, para adornar la hermosa Custodia destinada a encerrar y ostentar, en el Santuario predilecto de María, a su dulce Hijo Sacramentado, o para ser refundidos en la inextinguible Lámpara Votiva Argentina, símbolo de la luz de nuestros espíritus y del fuego de nuestros corazones”[32].
Los efectos de la presente exhortación fueron inmediatos y halagüeños, pues despertó un intenso movimiento por recolectar los metales solicitados, formándose varias comisiones en distintos puntos del país, a las que se sumaron muchísimas personas que se ofrecían voluntaria y gratuitamente para realizar dicha recolección, encabezando la lista varios entusiastas párrocos de la provincia de Buenos Aires y de la capital federal[33]. A su vez, se sumaron varios feligreses en particular, quienes considerando la dificultad para los párrocos de la campaña de instrumentar el encargo recibido del Arzobispo, en razón de la gran extensión de los partidos bonaerenses, se ofrecieron a desempeñar el oficio de agentes parroquiales en sus apartados cuarteles[34].
Fue así que paulatinamente la presente campaña pro lámpara y custodia pasó a convertirse en un amplio movimiento popular con repercusiones en todo el país, gracias, una vez más, a la eficaz iniciativa de Salvaire, atento siempre a promover a nivel nacional y masivo cuanto tuviera relación a la construcción de la Basílica[35].
5. Elección del orfebre
La construcción fue confiada a prestigiosa casa porteña de Gottuzzo y Costa (calle Piedad 860), donde los interesados tenían la oportunidad de ver el desarrollo de los trabajos, comenzados en la primera semana del mes de febrero de 1897[36]. El Capellán deja constancia que después de prolijo examen se ha decidido elegir a dicha firma “por las garantías de seriedad y buen éxito que me ofrecía”. Estableciéndose en el contrato respectivo, que la Casa de la Moneda “deberá declarar, al ser entregada la lámpara, si las diferentes partes de ella constan de los metales estipulados, según la ley declarada por la Casa de la Moneda”.
En cuanto al pago del trabajo solicitado, otra preocupación no menor, el Capellán deja constancia que se compromete “a entregar a la Casa Gotuzzo y Costa algunas cuotas por el valor de la lámpara a medida que se irá fabricando; y según las limosnas que al efecto me fuesen entregadas por los devotos, no comprometiéndome a abonar su saldo total, sino después de examinada la lámpara por la Casa de la Moneda y después de entregada por la casa constructora al infrascrito”[37].
A mediados de marzo de 1897 la construcción de la lámpara se encontraba muy adelantada, habiéndose ya concluido partes importantes de la misma, como ser: los veinte ángeles que la adornan y las macizas cadenas destinadas a sostenerla. A su vez, se fundían los brazos en forma de volutas de ramajes y los entrepaños que llenan las distancias entre pilares y pilares, éstos ya acabados, dándose comienzo a los delicados trabajos de esmaltarías dedicados a resaltar los numerosos adornos que la enriquecen, sobre todo los preciosos escudos. A fines de julio ya podía anunciarse su pronta terminación[38], pues los artesanos trabajaban con ahínco en las ramas de lis y de rosas que forman la gran copa de la parte inferior, sin descuidar el modelado de la parte superior de la circunferencia de “la monumental Lámpara, que será la primera del mundo en su género”[39].
6. Descripción de la lámpara
En el año 1906, al momento de colocarse en el Camarín, la revista del Santuario realiza para sus lectores una detallada descripción del conjunto y de cada una de sus partes, poniendo de manifiesto que se trata de “una soberbia obra de orfebrería digna de Juan de Orna, autor de la custodia de plata para la Cartuja de Miraflores y de la cruz de plata para la Catedral de Burgos, a quien el célebre Arfe llamara «platero insigne»”. Y agrega: “pertenece al estilo gótico, que produce en nosotros un sentimiento involuntario de grandeza, a ese estilo que emociona porque preciso es considerar en él la armonía que reina, la pureza de sus líneas, lo atrevido de sus bóvedas, la riqueza de sus pinturas, la belleza de los capiteles que rematan los pilares”[40].
Está elaborada en chapa de bronce con algunas piezas de fundición de bronce, como la serie de los ángeles, todo bañado en plata. Los escudos policromados están resueltos con esmalte y baños de plata u oro, según el caso. Los vidrios son de tipo granité, de color en el cupulín superior y el copón inferior, e incoloro decorado con motivos florales en el cuerpo principal. Tiene 17 tulipas flamígeras (una por lado, más una central) de vidrio blanco tratado con ácido fluorhídrico (de allí su aspecto opalescente), y cuatro tulipas ocultas. Además, tanto el cupulín como el cuerpo principal, tienen iluminación interior.
Asimismo, ostenta los escudos de las catorce provincias existentes al momento y de los dos territorios nacionales, cada uno de ellos con sus propios colores en ricos y finísimo esmaltes, de oro y plata; al igual que los escudos de los tres últimos papas (Pío IX, León XIII y Pío X), de los cuatro arzobispos de Buenos Aires (Escalada, Aneiros, Castellano y Espinosa), de los arzobispos de Montevideo y Paraguay, y de los siete obispo argentinos de entonces. Abundante decoración: calados, ramas, botones, espigas, hojas, rosas, estrellas, etc. En el entorno de toda la lámpara se destaca la “Salve Regina”, en esmalte azul. Sus dimensiones son: altura 8,50m y diámetro de 2,75m[41].
La descripción concluye con estas elocuentes palabras: “No terminaremos esta breve reseña sin hacer constar que causa hermoso efecto esta obra colosal, en cuyo fondo de plata, artísticamente cincelado muchas veces con riquísimos calados que parecen de encajes, se destacan rosas y rosetones de oro, brillantes estrellas y multitud de adornos delicados ya formando esbeltos minaretes, ya elegantes florones, ora pináculos y pecuniarias de la arquitectura ojival característica de esta suntuosa Basílica”.
LA ESPERADA DE LA LÁMPARA DEL PARAGUAY
El proyecto de esta tercera lámpara tiene su origen en un viaje que el P. Salvaire realizó a Asunción del Paraguay como integrante de la comitiva que acompañó al arzobispo de Buenos Aires, Uladislao Castellano, en su visita a la ciudad de Corrientes y al Santuario de Itatí, a mediados de junio de 1897, y que se prolongó al Paraguay para realizar una visita protocolar al obispo del país hermano, monseñor Juan Sinforiano Bogarín[42]. El propósito que guiaba a Salvaire era bien preciso: aprovechar la ocasión para afianzar entre los paraguayos la devoción a la Virgen de Luján y asociarlos a la construcción de la Basílica, una de cuyas naves les estaría dedicada.
La estadía asunceña deparó al arzobispo argentino un nutrido programa: recepción en el puerto; visita a la catedral; entrevista con el presidente de la República, general Eguzquiza y varios de sus ministros, a los que se sumaron senadores y diputados; saludo de numerosas familias de la sociedad paraguaya; almuerzos y cenas, brindis y discursos; presidir la solemne procesión del Corpus Christi; y un viaje en tren expreso hasta la localidad de Paraguarí, a unos 130 kms. de la capital, en las cercanías del famoso algo de Ipacaraí, acompañado de monseñor Bogarín, del ministro de Culto y Relaciones Exteriores y de un nutrido grupo de invitados[43].
A su vez, un correo despachado desde Asunción daba cuenta que la presencia del P. Salvaire no pasó desapercibida dentro de la comitiva argentina, sino que “fue objeto de muchas atenciones y felicitaciones; para todas las personas tenía términos de amistad o de alabanzas o de animación; que estaba deseando visitar el Santuario de la Virgen de Caacupé”. Y a renglón seguido la crónica trasmite una confidencia que Salvaire comentó en una de las reuniones a las que asistió en Asunción:
Habló de la distinción de que fue objeto el Paraguay cuando encontrándose postrado a los píes de su Santidad, el Papa León XIII para pedirle el privilegio de la coronación canónica de la Virgen de Luján como patrona de la República Argentina y Uruguay, su Santidad añadió espontáneamente que la declaraba también patrona del Paraguay; y entonces grande fue la impresión que sintió cuando en los salones del palacio vaticano resonó inesperadamente la palabra Paraguay, salida de la boca de un anciano, jefe de la Iglesia y figura de los hombres de estado. La Virgen de Luján siendo patrona del Paraguay, no es por empeño de hombre alguno, sino obra de la Virgen que deseando ver unidas las repúblicas del majestuoso Plata, las reúne bajo su manto maternal, por lo cual el Santuario de Luján no es tanto nacional como internacional[44].
El domingo 20 de junio, por la mañana, la comitiva argentina abandonó Asunción a bordo del “Urano” con la certeza que la visita había contribuido a estrechar aún más los lazos de fraternidad que unían a las dos repúblicas. Convicción que reafirmaron las palabras de despedida de monseñor Bogarín y las autoridades paraguayas.
Asimismo, la “La Perla del Plata” se encargó de dar a conocer la importancia de la misión que Salvaire había cumplido en Corrientes y Asunción:
“Su viaje –señala– será ciertamente fructuoso a favor de nuestro Santuario. Los documentos que publicamos acerca de la Lámpara Votiva Argentina, publicados también en Corrientes, son prueba de su dedicación continua a favor de la grandiosa obra. No dudamos que su presencia en la vecina República hermana del Paraguay, también habrá sido muy a propósito para difundir el culto de nuestra milagrosa Virgen en aquella República, puesta pro León XIII bajo tan poderoso patrocinio”[45].
Sin duda, el fruto más importante del presente viaje fue concretar con el obispo Juan Sinforiano Bogarín y las autoridades gubernamentales, tres iniciativas que expresaran el agradecimiento de los paraguayos al patronazgo otorgado por el papa León XIII: organizar, para el año siguiente (1898), una gran peregrinación al Santuario de Luján, para depositar en el Camarín de la Virgen la bandera del Paraguay y el diseño de la lámpara votiva correspondiente.
Como es de imaginar estas gestiones fueron llevadas a cabo por sugerencia del propio Salvaire, quien en la revista del Santuario hizo publicar la siguiente nota, que pone de manifiesto su profunda complacencia por los resultados tan halagüeños alcanzados en aquella inolvidable “excursión” a tierras paraguayas:
“Peregrinación, bandera y Lámpara Votiva Paraguaya.- Con satisfacción podemos anunciar a nuestros lectores que los dibujos de la Lámpara Votiva de nuestra vecina República Paraguaya, están a punto de terminarse. Un verdadero acontecimiento esperamos contemplar el año próximo, cuando la autoridad civil y eclesiástica del Paraguay traiga la enseña de su nación, a nombre del mismo pueblo, para depositarla a los píes de la Santísima Virgen, puesta bajo su especial tutela. Desde ya podemos anunciar que tan importante acto revestirá la grandiosidad a que la nación hermana se hace acreedora por la fe viva que nunca desmintió desde la fundación hasta la fecha”[46].
Sin embargo, diversas circunstancias impidieron que la peregrinación paraguaya se realizara en 1898, tal como cómo se había previsto. A su vez, el repentino fallecimiento del P. Salvaire, el 4 de febrero del año siguiente, motivó que la entrega de la bandera y de la lámpara votiva se demorara para más adelante. Recién el 25 de octubre de 1914, después de muchos anuncios y postergaciones, llegó finalmente a Luján la peregrinación paraguaya, presidida por el obispo de Asunción, Juan Sinforiano Bogarín, acompañado de personalidades paraguayas y argentinas, pero solamente portando la bandera que iba a depositarse en el Santuario.
¿Cuáles fueron los motivos que impidieron a los peregrinos acercar al Santuario, junto con la bandera, la lámpara prometida años antes a iniciativa del P. Salvaire? No se saben con certeza. Incluso resulta llamativo que monseñor Bogarín no mencione para nada la posible causa de los inconvenientes en su alocución, si bien destaca de manera expresa el patronazgo de la Virgen de Luján sobre el Paraguay[47]. La pregunta, por tanto, sigue en pié, a la espera de encontrar alguna referencia documental que permita esclarecer las circunstancias por las cuales el proyecto de reunir las tres lámparas votivas quedó truncado.
UNA SOLUCIÓN PROVISORIA
En razón que el lugar para colgarla estaba asignado en el crucero este, frente a la lámpara uruguaya (crucero oeste), se creyó conveniente, a la espera que en algún momento se concretara la iniciativa, colocar allí otra lámpara de distinto estilo y procedencia con la intención de armonizar los espacios que rodeaban el altar mayor. Fue así que se resolvió ubicar en el lugar una artística lámpara de bronce donada, en nombre de Irlanda, por Margarita Mooney de Morgan, construida a su encargo en aquel país[48]. De esta manera se reconocía públicamente la acendrada fe mariana de la próspera colectividad irlandesa en la Argentina y los numerosos aportes económicos ofrecidos a la construcción de la Basílica.
Por otra parte, el lugar resultaba adecuado, pues se la veía de inmediato suspendida del techo al ingresar en el mencionado crucero, cuyo altar dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, también había sido costeado, entre otras muchas donaciones, por la señora de Morgan, considerada como una de las primeras y más entusiastas “fundadoras” del Santuario Nacional, a cuya construcción no cesó de contribuir con inagotable generosidad[49].
Se trata de una araña de estilo neogótico, austera pero de fuerte presencia, realizada íntegramente en fundición de bronce con baño de cobre. Sus dimensiones son: 5,84m de altura y 3,60m de diámetro. Está conformada por un cuerpo superior vertical hexagonal rematado en forma de templete de cuatro caras y un volumen inferior en forma de embudo circular, vinculado al anterior por medio de rayos. Del cuerpo inferior surgen perimetralmente doce brazos que sostienen apliques con cuerpo cilíndrico de vidrio satinado, rematados arriba por un bonete metálico y abajo por una tulipa con aspecto de boina. Hacia abajo penden doce brazos con grifas cinceladas y tulipa, y como terminación inferior un plafón central de vidrio satinado y tallado. Ambos cuerpos están abundantemente calados y ornamentados con trifolios, nervaduras, roleos, y otros detalles propios del estilo[50].
Con el correr de los años la lámpara irlandesa fue reubicada en la nave central de la Basílica, donde en la actualidad luce con el brillo que le devolvió la restauración. A su vez, en su lugar primitivo (crucero este), se suspendió otra lámpara que, si bien más pequeña y de otra calidad que la uruguaya, produce, aun hoy, un importante efecto decorativo, acorde con el propósito y ubicación pretendidos originalmente por el P. Salvaire.
Esta lámpara fue ofrecida al Santuario por un donante anónimo en representación de los fieles de la provincia de Buenos Aires, motivo por el cual se la conoce como “lámpara de los bonaerenses”. La fecha de colocación no se encuentra documentada. Se trata de una pieza de estilo neogótico, de cuerpo prismático hexagonal, construida artesanalmente, utilizando chapas de bronce. Ornamentado con pizarras tipo escamas, trifolios, hojas, crestería y delicadas figuras corpóreas de palomas, cisnes y ángeles. Estas figuras no son piezas de fundición, como solía ser habitual, sino de chapa finamente cinceladas, buriladas y soldada de una manufactura sorprendente, quizás para minimizar su peso. Tiene además un escudo policromado, un “Angus Dei” o cordero pascual, en cada una de las caras de su faja central. La soportan cadenas de bronce, con eslabones y piezas ornamentales. Al parecer, en su origen no contaba con iluminación, constituyendo su farol un agregado posterior[51].
CONCLUSIÓN
La inquietud que en su momento expresó el obispo de Montevideo, Mariano Soler, compartida de inmediato por el Rector y Capellán del Santuario, Jorge María Salvaire, se inspiraba en el conjunto de arañas con vasos, lamparillas o gran número de candelabros para fijar velas de cera o cirios, construidas en metales preciosos, bronce o hierro, adornadas profusamente con esmaltes, algunas de grandes dimensión, que desde el siglo IV, y sobre todo desde el Medioevo, se colocaban en las iglesias, con el fin de solemnizar el culto, iluminar los tabernáculos o arder antes las sagradas imágenes. Además, estas luminarias significaban en aquel rico simbolismo religioso la fe de los fieles que permanecía en vela en los recintos sagrados, en actitud de adoración de las especies eucarísticas o la santa cruz, o venerando los calvarios y las imágenes marianas o de determinados santos.
En el presente caso, no se hizo más que recoger aquella secular expresión de la religiosidad popular, para indicar que la profunda devoción mariana de los países rioplatenses, unidos por el mismo patronazgo, constituía un compromiso de fidelidad con la Virgen de Luján, que se expresaba de manera simbólica en las tres lámparas encendidas en su Santuario. Cada una de ellas ponía de manifiesto el corazón palpitante de los tres pueblos, con sus amores, sufrimientos, alegrías y esperanzas, en constante oración de intercesión y agradecimiento ante su santa Patrona.
La lámpara votiva de los uruguayos fue la primera en ser colocada, en 1895, y la única, de las tres, que lució en el antiguo Santuario colonial de Lezica y Torrezurri. Luego pasó a ocupar el lugar asignado en la nueva Basílica, en el crucero oeste. La de los argentinos se instaló en el Camarín de la Virgen, en 1906, una vez que éste fue terminado[52]. La de los paraguayos por diversas circunstancias quedó como un proyecto trunco, y su lugar fue ocupado, primero, por la de los irlandeses y posterior mente por la de los bonaerenses.
De acuerdo con el deseo del P. Salvaire, el gesto de ofrecer las lámparas en el Santuario fue acompañado por la entrega de la bandera nacional, que ocuparon destacado lugar en el balcón del Camarín de la Virgen, tal como se las podía ver hasta hace unos años, junto a las de otros países[53].
Juan Guillermo Durán
Facultad de Teología. UCA
[1]Desde fines de la década de los 90 y principios del año 2000 la Dirección Nacional de Arquitectura comenzó a trabajar en la necesidad intervenir en el Monumento Histórico Nacional Basílica de Ntra. Sra. de Luján. En el proyecto, dirección, inspección y supervisión de la obra trabajan los arquitectos Jorge Gazaneo y Rodolfo Morello, conjuntamente con los profesionales de la Dirección Nacional de Arquitectura, arquitectos Guillermo Frontera, Alejandra García Beltrán y Omar Fernández. [2]Desde el siglo IV en adelante hay noticia de la existencia de coronae, canthara, polycandilon, gabatae, que se utilizaron para iluminar las basílicas paleocristianas y altomedievales, al igual que los grandes pórticos. Véase, Dictionnaire d´archéologie chrétienne et de liturgie, VIII, París 1928, 1087-1121; y Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana (ed. Angelo di Bernardino), II, Salamanca 1992, 1239-1241.
[3]La actual Basílica se comenzó a construir en el año 1891, al momento en que se levantaron los cimientos. Hasta el año 1904 permaneció en pié el antiguo Santuario construido por Juan Lezica y Torrezuri, inaugurado el 8 de diciembre de 1763. [4] Revista La Perla del Plata, año 1892, 326. En adelante se cita: LLP (por tomo anual). [5] Idem., 399. [6] Idem., 510. [7] Decreto del Obispo de Montevideo sobre la suscripción popular para costear la lámpara monumental que en representación de la Diócesis y de la República O. del Uruguay se colocará en el Santuario de Nuestra Señora de Luján (idem., 512-513). El intercambio de cartas entre Soler y Salvaire, en 513-514. [8] Dedicatoria de la Lámpara Votiva, en LPP, 1895, 513-523. [9] Idem., 593-599. [10] Idem., 25 de agosto y 1º de septiembre. [11] Nº 294, 8 de septiembre de 1895. Asimismo, organizó para el 8 de septiembre, en “honor del pueblo uruguayo”, una velada “dramática–lírico–musical”, dedicada a la Protectora de las tres Repúblicas del Plata, en recuerdo de la epopeya de la independencia oriental. La misma fue preparada y ejecutada por los profesores y alumnos del Seminario local, secundados por un grupo de jóvenes. [12] Crónica general de las solemnes fiestas realizadas en Luján y Buenos Aires con motivo de la memorable peregrinación de los católicos uruguayos a este Santuario Internacional de Nuestra Señora de Luján y de la dedicación de la Lámpara Votiva de esa República hermana a la común Protectora de Argentinos y Orientales, en idem., 577-591. Escrita por el propio Salvaire. [13] Idem, 579. [14] Debe tenerse en cuenta que por la mañana llegaron más de 1.500 residentes uruguayos de Buenos Aires y zonas vecinas con el propósito de acompañar a sus compatriotas en el acto de entrega de la Lámpara Votiva. A los que se sumaron, con su banda, unos 1.000 peregrinos de la Juventud Católica de la capital. Además de representantes de distintas asociaciones católicas, de varones y mujeres; y un considerable número de familias tradicionales, tanto porteñas como montevideanas. [15] En dicho almuerzo se pronunciaron varios brindis para poner de manifiesto la hermandad de ambos países. Entre ellos, el del presidente del Club Oriental, Dr. J. J. Britos, dirigido a las autoridades eclesiásticas presentes –los obispos Soler y Espinosa–, y al P. Salvaire, “a cuya fe, abnegación y energía, dijo que Luján deberá pronto la edificación de la más hermosa Basílica de la América del Sud”. Destacándose, asimismo, el del doctor Luís V. Varela, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, “tan religioso como patriótico que arrancó nutridos y bien merecidos aplausos de los presentes”. [16] A partir de las 20,30 hs, en los salones del seminario, se llevó a cabo una velada lírico–musical en obsequio de la peregrinación oriental, que reunió a unos mil espectadores. La amena y emotiva reunión se prolongó hasta cerca de medianoche, arrancando las entusiastas actores, todos ellos pertenecientes a distinguidas familias de la Villa, cerrados aplausos y felicitaciones de la numerosa concurrencia, pues “todo el conjunto ha sido una obra digna de los teatros de una populosa capital”. Al punto que “casi todo el periodismo de Buenos Aires y Montevideo se ocupó con elogios de la mencionada velada”.
[17] LLP, 1895, 537-538. Noticia tomada del periódico El Bien de Montevideo. [18] El programa detallado, en idem., 589. [19]Crónica de la peregrinación, 578-579. Los homenajes ofrecidos dos por Salvaire a los peregrinos orientales concluyeron con la edición, en la Casa de Billetes de Banco de Buenos Aires, a fines de diciembre, de un libro conmemorativo de la primera peregrinación nacional, cuyas páginas, unas 400 en total, contienen los documentos fundamentales y la crónica detallada, junto con numerosos grabados, relacionados con aquella inusitada manifestación de fe que despertó especial admiración en Luján y en Buenos Aires, tal como lo reflejan las notas aparecidas en los diarios de la época.
[20] LPP, 1895, 510. [21] Idem. [22] Idem., por ejemplo, 587, 633, 679, 712, 776, 789 y 839. En sentido, una donación importante fue la efectuada por doña Micaela Villamayor, quien “desprendiéndose de numerosas y valiosas alhajas que había juntado durante toda su vida las ha ofrecido generosamente a la Sma. Virgen de Luján, para que sean empleadas, para mayor lucidez de su culto, las unas en la lámpara Votiva y las otras en la proyectada custodia del Santuario. Consisten en varios prendedores, relicarios, anillos, aros de oro con preciosos brillantes, cadenas de oro, y una hermosa copa de plata cincelada de oro. El conjunto de estas alhajas puede estimarse en 3.000$” (idem., 779). [23] Undécimo Informe del Capellán…, LPP, 1896, 188. En cuanto al argumento de la entrega de la lámpara votiva por parte de los orientales, señala: “No parece justo que mientras los católicos uruguayos han depositado, en este Santuario de la Patrona de las Repúblicas Rioplatenses, la prenda que simbolizar el ardor de su fe y devoción, la República Argentina, que es la más directamente favorecida con la posesión de este célebre sitio, cada día más visitado y venerado, deje de tener aquí también su lámpara votiva y simbólica”. [24] Plata u oro labrados, ya fuera de uso, que se vende generalmente al peso y se adquiere para fundirlos. Entre las primeras donaciones figuran: monedas, candelabros, mates, bombillas, rebenques, estribos, espuelas, cucharas, aros, zarcillos, anillos, collares, prendedores, pulseras, alfileres, botones, cadenas, cruces, brazaletes, jarros, hebillas, dedales, cabos de cuchillos y puñales, medallas, tinteros, marcos de cuadros, etc. [25] No obstante la sugerencia, deja en manos del Arzobispo la decisión final sobre el método de recolección más apropiado. [26] LPP, 1896, 188. [27] Carta del Rdo. P. Capellán del Santuario al Excmo. Y Rvmo. Señor Arzobispo de Buenas Aires, Dr. D. Uladislao Castellano, en LPP, 1897, 467–468. [28] El texto completo, en idem., 468-471. [29] Fecha, 16 de julio de 1897; idem., 471-474. [30] A título de ejemplo, transcribimos la información sobre la constitución de la comisión en el pueblo bonaerense de San Antonio de Areco, particularmente devoto de la Virgen de Luján, encarga de recolectar en ese partido: “Director: Sr. Cura, D. José de Goyría; Presidenta: Sra. Catalina L. de Posse; Secretarias: Srtas., Petrona Litardo y Valeria Lima; Tesorera: Srta. Catalina Cunniff; Vocales: Srtas. María Lima, María Lassalle, Pilar Magallanes, Isabel Coni, Marcelina Bargueño, Margarita Clancy y Margarita Kelly” (idem., 464). [31] LPP se encargó de publicar periódicamente estos largos listados que sirvieron de contralor para los mismos donantes. Véase, LPP, 1897, 651, 666, 680, 705, 745, 746-750,760-762, 775-778, 794, 807-812. [32] Exhortación Pastoral sobre la Lámpara Votiva Argentina, en idem., 481-492. A continuación, Salvaire en un artículo comenta el contenido y la significación del presente documento (492-494). [33] Como por ejemplo: Francisco Alberti de San Isidro; Agustín Piaggio de Azul; Antonio Bernardi de Necochea y Lobería; Juan José Goyría de San Antonio de Areco; José Pallice de Junín; Julián Quintana de Chascomús; Francisco L. Sánchez de Florencio Varela; Antonio Rossi de Quilmas; Santiago Ussher de Baradero; Luis Gallardi de General Alvear; Emilio Loza de Mercedes; Juan Delheye de San Miguel Arcángel (capital); José Vespiniani de San Carlos en Almagro (salesiano, capital); Agustín de las Casas de Ntra. Sra. del Pilar (capital); a los párrocos de San Cristóbal y la Concepción (capital); a los de la Guardia del Monte, Adrogué y Campaña; y al canónigo Yani de Paraná (idem., 523-527). [34] Entre los primeros casos figura el del joven José Cingolani, ferviente devoto de la Virgen y ex alumno del Seminario de Luján, quien se ofreció a realizar la recolección en la estación Ronque Pérez, alejada de toda iglesia y capilla. [35] En Luján, en una de las dependencias de la casa parroquial, se instaló, el 8 de enero de 1897, un horno especial con el objeto de fundir toda la chafalonía de plata ofrecida con destino a la lámpara. Concluida la instalación, el Sr. Antonio Costa, representante de la “Casa Gotuzzo y Costa”, a quien se adjudicó la fabricación, procedió a fundir el metal, en el transcurso de dos días (8 y 9 de enero), en presencia de Salvaire y de otros testigos. Esta primera fundición arrojó la cantidad de 167 kilos, entregados a la casa fabricante en 22 lingotes de plata fundida (LPP, 1897, 41-43). [36] En un comienzo se entregaron para su realización 167kg de plata en lingotes para su realización, llevada a cabo en Buenos Aires en los talleres de los Sres. Mantégazza y Barbero, responsables también de la confección de la gran custodia eucarística de la Basílica. [37] Declaración del Capellán del Santuario, R.P. Jorge M. Salvaire. Luján, 5 de abril de 1897. Archivo de la Basílica de Luján. Documentos varios, año 1897. Cabe señalar que entre las ofrendas destinadas a costear la construcción de la lámpara figuró una Biblia de gran formato con grabados de Gustavo Doré que perteneciera al fallecido obispo de Córdoba, Fray Mamerto Esquiú, enviada desde Salta por su hermano Odorico, con el fin que fuera rifada a beneficio del proyecto (idem., 1897, 6, 32, 43, 63). [38] Idem., 191. La terminación de ambas piezas –lámpara y custodia–, dependía fundamentalmente de contar a tiempo con los materiales preciosos. Motivo por el cual, a mediados de octubre, se recuerda a los devotos que prosigue la recolección de chafalonía con tal fin, porque si bien “la mayor parte de los materiales ya se han reunido, no obstante falta todavía una parte bastante considerable sobre lo que se contaba como habiendo de llegarnos de las Provincias, pero hasta la fecha no se ha pasado anuncio de su recolección, de manera que no sólo es conveniente que las personas que se muestran dispuestas a proseguir en la recolección de chafalonía así lo hagan, sino que podemos aseverar que ello es necesario. Como quiera que sea, sí alguna cantidad de chafalonía sobrara, ella sería destinada a ayuda de costas para su fabricación” (idem., 713). El mismo pedido, referido a la custodia, idem., 761. [39] LPP publica periódicamente listado de entrega de chafalonía, indicando el nombre del donante y la pieza entregada. Véase, por ejemplo,1897, 24, 43, 56, 77, 91, 107, 122, 171, 189, 208, 234, 253, 254, 349, 380, etc. [40] Idem, 1906, 364-365. [41] Estas medidas difieren con las tomadas en el momento de la restauración:altura 6,50m y diámetro 3,20m. Peso aproximado 2tn. [42]La comitiva partió del puerto correntino el 14 de junio, a bordo del vapor “Urano”; llegó a Asunción el 17; y emprendió el regreso el 20 por la mañana. [43] Entre ellos, los lazaristas Julio Montagne y Antonio Scarella, por entonces a cargo del Seminario Diocesano de Asunción del Paraguay. Crónica del viaje, en LPP, 1897, 422-437. [44] Correspondencia del Paraguay. Sr. Pbro. Antonio Brignardelli. Asunción del Paraguay, Jueves 17 de junio de 1897. Firma la extensa crónica, G. F. Q., en LPP, 1897, 408-412. [45] Idem., 415. Asimismo, véase, El Paraguay y la Virgen de Luján, idem., 433-434. [46] Idem., 445. A su vez, el cronista de la visita (G. F. Q.), comenta en la última entrega: “He sabido que buenas manos van a hacer el diseño de la Lámpara votiva que la República del Paraguay ofrecerá a la Virgen de Luján, delante de cuya Imagen debe arder día y noche; esa lámpara simbolizará la nación paraguaya que cual llama alza sus súplicas fervientes al Eterno, en presencia de la piadosa y tierna Reina de las naciones, para que intercediendo se derrame el aceite del alivio y del consuelo sobre las heridas y llagas de cada uno de sus hijos” (idem., 438). [47] He aquí el párrafo principal de la mencionada alocución: “El acontecimiento que celebramos no es el primero que se registrará de esta naturaleza en la historia del Paraguay, pues por los años de 1734 el venerable Obispo, Fray Juan de Palos, había venido ya a este Santuario en piadosa peregrinación […] La religión no tiene patria; por eso el gran pontífice León XIII, al bendecir la corona que hoy ciñe la frente de María de Luján ha declarado a ésta Protectora de las tres repúblicas del Plata; por eso bajo estas soberbias bóvedas, además de la bandera del pueblo de San Martín, flamea también la de la república de Artigas, y en lo sucesivo, ostentará, asimismo, su franja tricolor la de la patria de Yegros […] Y vos, señor Capellán , recibid esta gloriosa enseña de nuestra patria y colocadla junto a las demás para que ellas, rodeando perennemente al trono de María, imploren la paz, la justicia y el progreso de las naciones que representan”. Texto completo en LPP, Año 1914, 691-693. Según la crónica figuraba en la artística caja de ébano que guardaba la bandera esta inscripción: “El Paraguay en el primer centenario de su independencia. A su patrona la Virgen de Luján. Año 1911”. [48] En la correspondiente crónica se lee: “Domina su ábside [crucero este] el magnífico altar del Corazón de Jesús, costeado por la munifica piedad de Doña Margarita M. de Morgan, quien en esta forma reunió en un solo obsequio sus fervientes devociones al Sagrado Corazón y a la Virgen de Luján. Donación suya es también una hermosa araña que pende de la bóveda del crucero frente a este altar” (LPP, 1928, 334). [49] El altar del Sagrado Corazón se instaló, junto con el de la Medalla Milagrosa (crucero oeste), en 1904, según lo consigna el informe anual de febrero del año siguiente (LPP, 1905, 168). [50] Información trasmitida por la Arq. Araceli Mugica. Al momento de la restauración, no se halló ninguna inscripción referida a autoría, donante, fecha y lugar de realización.
[51] Idem. Dimensiones aproximadas: cuerpo principal, 0,90m de diámetro y 1,50m de alto; altura total desde argolla superior a argolla inferior 3,20m.
[52]LPP, 1906, 352. [53] El conjuntofue retirado al momento de iniciarse la refacción del Camarín y espera ser colocado de nuevo en el sitio original, pues muchas de ellas representan a un buen número colectividades extranjeras establecidas en el país que reconocieron en la Virgen de Luján un patronazgo especial.