Cuaresma 2013
Queridos hermanos:
La cuaresma es un tiempo fuerte del año litúrgico. Son cuarenta días de preparación a la Pascua. Es un tiempo de conversión. El Papa Benedicto nos propuso vivir este año 2013 iluminados y atraídos por el don de la fe. Así vivimos las dimensiones típicas de la cuaresma: ayuno, limosna y oración con la gracia de la fe. Estas dimensiones abarcan a la persona en su interioridad, en la relación con el prójimo y en relación con Dios. Es la fe que desemboca en la vida de caridad.
Dice el Papa: “El año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del Mundo” (PF, 6) y “La puerta de la fe está siempre abierta para nosotros. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida” (PF, 1)
Veamos ahora como vivir las tres dimensiones típicas de la cuaresma desde la perspectiva de la fe:
1.- El ayuno
Es aquello que en la persona humana favorece el equilibrio. San Pablo descubría en sí mismo una ley de pecado que se opone al hombre interior. Cada uno de nosotros debe observar qué es aquello que más lo aleja de Dios. Puede ser un sentido interno como la imaginación o la memoria, o también pueden ser sentidos externos como la vista o el tacto. Cada uno de nosotros debe entrar en su interior y verificar aquello que lo daña porque lo aleja de Dios.
El elemento principal que nos aleja de Dios es el egoísmo que se fortalece al vivir sin Dios.
La fe se desarrolla en el encuentro con la persona de Jesús que vive en la Iglesia. De hecho “la fe que actúa por el amor se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre” (PF, 6). Por eso, la vida de fe nos sana de nuestros egoísmos. “Profesar la fe en la Trinidad equivale a creer en un solo Dios que es Amor” (PF,1).
Por tanto, la vida de fe que lleva a la caridad, nos permite superar la tendencia al egoísmo: El ayuno nos invita a renunciar a cualquier manifestación de egoísmo y nos lleva a vivir el don de la caridad.
2.- La limosna
La fe se expresa en la caridad. Es el gesto por el cual después de haber renunciado a algo aún lícito y bueno cuantificamos lo que hicimos de renuncia y entregamos el importe a algún hermano nuestro. Se verifica así el dicho de Jesús en el Evangelio de Mateo: “Tuve hambre y me diste de comer…”. Es el mismo Jesús que en los pobres nos está esperando. Además de ayudar a quien necesita compartiendo lo nuestro con el prójimo, debemos favorecer el debido cambio cultural desde las familias, las escuelas y desde la sociedad toda. Debemos crecer en el amor al trabajo que dignifica la persona e implementar todo cuánto se necesite para multiplicar las fuentes de trabajo. La dádiva es necesaria para la coyuntura histórica pero no resuelve el problema de fondo. Aquí el tema radica en la educación y las fuentes de trabajo. Es aleccionador el ejemplo de San Pablo: “Ustedes saben bien cómo he trabajado con mis manos para acudir a mis necesidades y a las de los hermanos” (Hch. 20,34). Y también, esta dimensión está alimentada por la vida de fe. “La fe, porque es un acto de libertad, exige la responsabilidad social de lo que se cree” (PF, 10). Y más adelante el Papa nos previene: “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente” (PF, 14). Porque creemos, ayudamos y nos empeñamos por construir una sociedad más justa y solidaria.
3.- La oración
El ayuno y la limosna nacen de nuestra relación con Jesús y nos levan a entregarnos cada día más a Él. “La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él” (PF, 10).
Por eso, decimos que la cuaresma es un tiempo privilegiado para vivir una más intensa relación con Dios. Para esto nos ayuda mucho la liturgia de la Palabra que meditamos estos días. Ella nos invita a la conversión y nos asegura el inquebrantable amor de Dios.
Este estar a sus pies, este hacer presente a Dios en nuestra vida y como dice San Agustín: “Estando en la calle, durante el descanso, cuando comemos, cuando dormimos…” (PF, 9), el hecho de alimentarnos de la Palabra para hablar con Él y para escucharlo, son todas maneras de mantenernos en oración. Esta oración hecha con fe y con sinceridad es lo que nos transforma y nos convierte paulatinamente en auténticos creyentes.
Esta será una oración que descienda de la cabeza al corazón y termina por comprometernos definitivamente en discípulos y misioneros de Jesús.
Durante cuarenta días nos dedicamos a meditar el gran misterio de nuestra fe que es nuestra salvación realizada por Jesús con su muerte y resurrección. “La fe es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros” (PF, 15). No nos cansemos nunca de reconocer el amor inconmensurable que Él nos ha brindado derramando su sangre por nosotros. De esta contemplación nace el permanente agradecimiento y el corazón agradecido es un corazón orante.
Conclusión
“Nosotros creemos con firme certeza que el Señor ha vencido al mal y la muerte” (PF, 15) “¿ Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?. La obra de Dios es esta: que crean en el que Él ha enviado” (PF, 3).
“Redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (PF,2).
“La fe sólo crece y se fortalece creyendo” (PF, 7).
“La fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo” (PF, 7).
“Los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y se transforman lentamente en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida” (PF, 6).
“La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes” (PF, 6).
“Hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (PF, 7).
Queridos hermanos: la cuaresma es tiempo de conversión y de volver a Dios. Quise ponerles estas citas del Santo Padre para que orientemos adecuadamente este tiempo fecundo y maravilloso de la liturgia.
Los dejo con estas palabras que nacen de la Carta del Papa: Encuentro con Jesucristo, testimonio y alegría. Dios nos regale a ustedes y a mí la conversión que nos da la felicidad y, una vez en camino, hacer felices a quienes nos rodean.
En Jesús y María.
+ Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes – Luján