Mercedes, 14 de diciembre de 2012
Hermanos queridos:
Está ya cerca la Navidad y ¿Qué es este misterio que atrae a todos, creyentes y ateos, desde hace veinte siglos?
Tanto amó Dios al mundo que nos envió a su Hijo para que todo aquel que crea tenga una vida sin fin y no muera para siempre Este es el misterio de la Navidad: Dios entró a la historia de la humanidad, Dios entró en nuestra historia, Dios entró en nuestras vidas. ¿De qué manera? Cómo un niño pobre, pequeño y débil. Él, el Señor del Universo, con apariencia de extrema fragilidad. Al venir entre nosotros nos enseña una nueva manera de razonar, de amar, de querer. Es una vida de estilo distinto. Después de este nacimiento, principal acontecimiento de la historia, el mundo debería haber encontrado el rumbo para la fraternidad, la alegría y la paz. Sin embargo, constatamos cada día que hay tristeza y violencia. ¿Qué es lo que falta en la historia? Así como Jesús vino para entrar en nuestras vidas, así es necesario que cada uno de nosotros quiera entrar en la vida de Jesús. Aquí radica el secreto de la felicidad.
Entrar en la vida de Jesús significa apropiarnos de su manera de ser y obrar. No se comienza a ser cristianos, nos dice el Papa, por una idea sino por el contacto con una Persona. Vivir como Él vivió, amar como Él amó, servir como Él sirvió. Esto es vivir de fe. No vivo más yo, es Cristo quien vive en mí, nos dirá San Pablo. Así, constato en mi vida que si me dejo guiar por criterios meramente humanos, todo lo razono, todo debe tener un cálculo, todo debe tener su explicación. Como la vida tiene mucho de inaferrable termino acicateado por la ansiedad y la tristeza. Pero, si me dejo llevar por la fe en Jesús que nos dijo: “No teman”. Cuando creo que Él está haciendo un mundo nuevo y una tierra nueva desde su fragilidad y en su pequeñez, su pobreza y su debilidad, tengo una osadía insospechada y me hace capaz de descubrir lo positivo de cada hermano, me invita a dialogar con todos aún los que están en la verdad de enfrente, me llena el corazón de esperanza y me hace capaz de mirar la luz aún en la oscuridad.
Cuando mi vida está centrada en Dios y me dejo llevar por El, El me hace su instrumento y comienzo a vivir con una alegría y una paz con la que se puede irradiar la fuerza de Jesús y del Evangelio. Él nos atrae y nos permite entrar en su Persona y entonces se hace real la fiesta de la Navidad para mí y para todos los que me rodean.
Les deseo de corazón felices Fiestas.
+Agustín Radrizzani