HOMILIA CON MOTIVO DE LA ORDENACION PRESBITERAL ………………DEL DIACONO DAVID LOPEZ – CATEDRAL DE MERCEDES LUJAN, 15 DE SEPTIEMBRE DE 2012
Queridos hermanos:
Bendecimos hoy al Señor porque nos regala un nuevo sacerdote en la persona del David López.
Dios nos llama a cada uno en un modo singular: en esta familia, en esta comunidad. Nos llama de diferentes maneras a ti y a mí.
Hemos escuchado en la primera lectura cómo llamó al Profeta Jeremías: desde el vientre de su madre y aunque él no se sentía capaz, el Señor lo impulsa a un acto de confianza: “¡No temas!
Yo pondré mis palabras en tu boca”. Es un maravilloso ejemplo donde podemos reconocernos y aprender cada día más que la obra es de EL y no nuestra. Es cuestión de poner la fe en Aquel que no falla y se hace presente en nuestra vida para el servicio de los demás.
Nos llama de modo sereno, se requiere agudizar el oído para percibir esa voz. Algunos se resisten, como el joven rico a quien Jesús había mirado con amor y el se retiró entristecido. No es simple escuchar: se requiere para eso detenerse, hacer silencio, ser humilde. ¡Que importante en los días que transcurrimos, tan apurados, detenernos un poco y dejar que hable el Señor! La escucha orante de la Palabra, la comunión con el corazón de Cristo: lleno del amor de Dios y de ternura y compasión para con los hermanos. Sufriente también, porque ese amor no es amado, pero con esperanza y alegría porque el Reino está presente y crece de manera misteriosa.
Hoy presenciamos una respuesta positiva: la de David, que le dijo “sí” a Jesús.
Esto se ve reflejado en la 2da. Lectura, es lo que san Pablo le dice a Timoteo: “Se en quien he puesto mi confianza”. Jesús es una persona en quien podemos tener confianza. Es alguien de fiar.
Así comienza una relación de amistad cada vez más profunda: el me llama y yo le respondo, porque me fío de Él.
En este dialogo inicial se ponen las bases para una vida entregada y verdadera, auténtica.
El sacerdote es un testigo permanente de la fe: camina en la fe, es decir mirando con los ojos de Dios y puede percibir su mano que guía la vida de cada uno y, a la vez, todos los momentos de la historia. Camina contagiando esperanza porque conoce al Señor y pone constantemente su amor entre quienes encuentra, ya que cada uno está llamado a la salvación y solo el amor de Cristo es salvador. El sacerdote es fundamentalmente un creyente que reza y canta: “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar, aunque cruce por oscuridades, Tú estás conmigo.” (Sal 22).
El evangelio que elegimos para esta celebración nos habla de la pesca milagrosa en nombre de Jesús. Esta experiencia de las maravillas que El hace a través nuestro, si somos obedientes a su Palabra, la experimentarás constantemente en el vivir día a día tu vocación. No son nuestras capacidades humanas, nuestros métodos sino la docilidad al Señor y la conciencia de la propia pequeñez la que hará pasar la luz de Jesús que vino para iluminar a todo hombre.
Querido David: si tú eliges vivir como Jesús harás mucho bien porque lo importante es habitar la casa de la caridad y allí solo se entra por la humildad. No estás solo, en primer lugar porque el que te llamo te ama a cada instante; está tu familia, de la que recibiste la vida y la fe, en colaboración con Dios; están tus amigos, tus hermanos sacerdotes, el obispo como padre y pastor; la comunidad que te toque cuidar; los bienes espirituales de la comunión de los santos: tantos han rezado y rezan por vos y tu fidelidad.
Gracias por tu si, gracias a tus papás que te educaron en la fe. Gracias a tus hermanos, parientes, amigos que favorecieron tu entrega.
El Señor te conceda un corazón semejante al de Jesús para que vivas para servir y amar.
El Reino crecerá por la gracia de Dios y tu entrega. Cuenta siempre con la presencia sencilla, silenciosa y maternal de María, madre de los sacerdotes, ella cuida especialmente de ese Jesús con el cual hoy te configuras: te encomiendo a sus manos para que multipliques la alegría de la Buena Noticia.
+ Agustín