Reseña Histórica de la advocación
La Advocación de Nuestra Señora de las Mercedes se remonta al año 1218. cuando Ia Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos de los musulmanes, expuestos a perder su te. Cuando Maria se apareció, San Pedro Nolasco le pregunto: Quien eres tú, que a mi, un indigno siervo pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mí?: -‘Yo soy María, la que le dio la carne al Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy la que recibió la profecia de Simeón, cuando ofrecí a mi Hijo en el templo:”Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción; y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma”: ¡Oh Virgen Maria, madre de gracia, madre de misericordia ! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?: no dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde esta congregación en honor mío; será una familia cuyos hermanos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel y serán signo de contradicción para muchos.”
Nuestra Señora de las Mercedes es patrona de nuestra ciudad, porque en los momentos de su fundación (1752), fueron los religiosos mercedarios los que acompañaron a los primeros habitantes de fuerte naciente e instauraron la devoción a Nuestra Señora de las Mercedes. No sólo es Patrona de la parroquia y la ciudad, sino también, de toda la Diócesis de Mercedes-Luján.
Oración a Nuestra Señora de las Mercedes
Santísima Virgen Maria de Ia Merced, madre de los pobres y modelo de los que sufren persecución por amor y fidelidad a Ia Iglesia, escucha nuestras humildes súplicas por Ia Iglesia perseguida y por nuestros hermanos pobres, a fin de que no sólo no desmayen en Ia lucha, ni vacilen en la fe, sino que experimenten los consuelos que reservas a los que perseveran fieles a las enseñanzas del Evangelio, Concédenos, Madre, un corazón generoso para saber perdonar y para poder trabajar con firmeza y perseverancia en la construcción de una civilización nueva, donde sea posible vivir con alegria sirviéndonos mutuamente y amándonos como Jesús nos amó.