El Arzobispo presidió la Acción Litúrgica de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en la Parroquia San Francisco de Asís de Junín

Viernes Santo.  Acción Litúrgica Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Nuestro padre obispo +Jorge Eduardo Scheinig presidió la Acción Litúrgica Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, este Viernes Santo 02 de Abril a las 15:00 hs en la parroquia San Francisco de Asís de Junín, junto al párroco de la comunidad Pbro. Oscar Mentimurro.

La celebración de la Pasión fue transmitida por las redes sociales del Arzobispado y la página de Facebook de la parroquia San Francisco de Asís de Junín.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía

“A este que está colgando de la Cruz, nosotros lo conocemos.  Se llama Jesús, era de Nazaret. Durante un tiempo vivió oculto, en medio de su familia, de su vecindario y en un momento empezó a predicar, empezó a decir que Dios está, que el  Reino está. En un momento en donde el pueblo vivía con mucha angustia, con mucho miedo, Él empezó a decir ¡No tengan miedo, Dios está!

 Y empezó a decir quién era Dios. Dios es Padre, lleno de amor y misericordia. Ante la pregunta de la gente sobre por qué hablaba así de Dios, el Señor respondía: “Porque Yo lo conozco,  Yo soy su Hijo”.

Y Jesús empezó a ser un hombre de una predicación muy atractiva, la gente lo escuchaba con admiración. Decía cosas muy lindas  “Ustedes los pobres, sean felices, ustedes los misericordiosos, ustedes los que tienen hambre, sean felices. No amen solamente a los que los aman, sino también a los que los persiguen, recen por sus enemigos, pongan la otra mejilla, perdonen setenta veces siete”. Una predicación que llenaba la vida, otra forma de vida.

Además a esa predicación de Jesús la acompañaban gestos llamativos: hacía oír  a los sordos, hablar a los mudos, ver a los ciegos, caminar a los paralíticos. ¡Qué interesante! Sordos, ciegos, mudos, paralíticos. Cualquiera de nosotros podría ser  sordo, ciego, mudo, paralítico, porque aun viendo, podríamos no ver; aun escuchando, podríamos no escuchar, aun caminando, podríamos estar paralizados.

Es como si Jesús quisiera poner a toda persona de pie, devolverles dignidad.  Y Jesús se acercaba a los pecadores, y los invitaba a comer y comía con ellos. Y la gente se escandalizaba. “No son los sanos los que necesitan el médico”, dirá Jesús.

Toda su vida pública, unos tres años más o menos,  se la pasó predicando por todos los barrios y ciudades que Dios es Padre, que Dios nos quiere, nos ama, que es misericordioso, y que lo importante es el Amor y amar y perdonar.

Ese pequeño mundo empezaba a creer en este Hombre y a verlo como alguien diferente.

Hasta que algún día al grupito de sus amigos, a los doce, su comunidad, les dice “Miren que cuando vaya a Jerusalén voy a morir”. “No vamos a permitir que mueras”, le dicen sus apóstoles.

Su predicación molestaba a los religiosos de aquel tiempo y buscaban la forma de acabar con Él

“Yo voy a resucitar”, dice Jesús. Los discípulos se preguntaban que quería decir eso. Los hechos se suceden rápido, va a Jerusalén, la gente lo recibe, “Hosanna al Hijo de David”, lo recibieron como alguien importante, le alfombraban el camino, pero Jesús entró a Jerusalén manso y humilde, montado en un burrito.

Jesús cenó con sus discípulos, transformó el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre, se fue al Huerto, uno de sus discípulos lo traicionó, lo apresaron, hicieron un juicio rápido entre Herodes y Pilato, había otro que estaba ahí y liberan a Barrabás que era un asesino, y a Jesús lo crucificaron. La crucifixión era una muerte espantosa, de mucho dolor.

Este Hombre bueno que no hizo más que hablar cosas buenas y hacer el bien, estaba siendo juzgado y condenado injustamente. Un hombre inocente y bueno condenado injustamente.

Antes de llevarlo a la Cruz, lo torturan, lo flagelan, lo escupen,  le ponen una corona de espinas, y lo crucifican, como nos fue relatando el Evangelio Y Jesús en silencio, asumiendo que esa era la voluntad del Padre.

Después de haber cenado con Él, después de haber rezado con Él, hoy estamos acá haciendo memoria de Jesús,  de este buen Hombre, de este Hombre inocente, que fue crucificado.

Está bien que nos preguntemos ¿Qué significa este Hombre en la Cruz? ¿Quién es para nosotros este Hombre en la Cruz?

En este tiempo del mundo, de la Argentina, de mi vida, de nuestras familias, de nuestra comunidad, de esta ciudad, ¿qué significa hoy que hayamos leído la Pasión y reconocemos que Éste no es cualquiera?

Esta Cruz es una Cruz muy particular. No solamente pesa lo que pesa la madera, sino que también tiene un peso específico. Hay un peso muy grande en esta Cruz.

Jesús carga una Cruz que pesa porque en esta Cruz hay mucha carga de Mal. Acá está el Mal, pero no el mal de aquella época. Acá está el Mal del mundo.

Éste va a la Cruz, porque en esa Cruz, hay muerte y dolor. La muerte, el dolor y el sufrimiento, de todos los tiempos, no solamente de aquel tiempo. También de este tiempo.

Este Hombre va a la Cruz cargando el peso del Mal, que produce nuestra muerte. Y todos los males. ¿Qué está pesando en esa Cruz? El 42% de argentinos que están bajo la línea de pobreza. 6 de cada 10 niños argentinos que viven en la pobreza, están en esa Cruz. Las mujeres que son matadas víctimas de la violencia de género están en esa Cruz. Maia y todas las niñas y niños perdidos, los jóvenes que no pueden soportar la existencia y recurren al consumo problemático, a la droga, acá están los chicos que no nacieron y los que no van a nacer. Aquí están los héroes de Malvinas que quedaron muertos en el Atlántico o en las mismas islas. Pero acá también están nuestras soledades, nuestras peleas familiares, nuestros miedos, nuestros sufrimientos. Acá está la gente que se está muriendo en el mundo y no tiene posibilidad de tener oxígeno o tener vacunas o tener salida por este virus.

En esta Cruz está el dolor del mundo. Pero el dolor concreto, no abstracto. Está nuestro dolor, nuestro sufrimiento, aquello que a uno lo mata. Todos cargamos situaciones que nos matan, que nos ponen en situaciones de angustia y dolor, nuestras, de nuestros vecinos, familiares.

Éste que es Bueno, que es Santo, que es inocente, que es el Hijo de Dios hecho hombre, hace que ese mal se transforme.

Quisiera ser lo más simple, para poder ver en este Viernes, que eso tan pesado, Jesucristo lo cambia.

¿Por qué lo cambia, si está agarrado a la Cruz con clavos, si está frágil, débil, destruido, por qué cambia ese Mal?

Porque Ése que está colgando en la Cruz es el Amor de Dios, el Amor de Dios hecho carne. Al mal del mundo, lejos de responder con enojo, con violencia y con poder, lo cambia con Amor. Dios quiere sanar las heridas, los dolores, los sufrimientos, con Amor. No sabe hacerlo de otra manera.

Este que está acá es el Amor de Dios hecho carne, que viene a cambiar las cosas con amor, con misericordia. Por eso guarda silencio, no responde a ningún ataque, a ninguna injuria. Los discípulos lo abandonan y Él no condena a nadie. Puro Amor y pura Misericordia, porque Dios sabe, Jesús sabe, que este peso grande solo se cambia con Amor.

Hoy Viernes Santo, que celebramos la Pasión y Muerte de Jesucristo, no venimos como el que va a un lugar de fracaso. Esto no es un fracaso. Jesús lo había dicho con una comparación muy linda. “El grano de trigo para que dé fruto, tiene que morir”. El fracaso es no morir. Si muere es un éxito, porque puede dar paso al fruto.

Si nosotros somos capaces de apostar como Él a la entrega, al amor, a la Misericordia, al perdón, no es que las cosas cambian; pero yo cambio, y encaramos la vida de otra manera.

Celebrar este Viernes de Pasión tiene mucho sentido. Somos seguidores de este Hijo de Dios hecho carne y queremos que esa forma de vida se haga presente en el mundo.

En la Cruz, lo que nosotros vemos primero es el Amor. Por eso este signo es tan importante, porque hay Amor, más que dolor, más que sufrimiento, más que muerte. Es tan fuerte el Corazón que tiene, es tan grande, tan amante su Corazón, que lo vemos y no nos asustamos. Vemos este signo y lejos de asustarnos, lo queremos ver, porque lo que vemos es la fuerza del Amor de Dios. Y eso nos da vida.»